La decisión del general Juan José Torres de comunicar por radio Altiplano que asumía el poder fue clave. Los periodistas se habían sumado a ese proceso: su conciencia política daba otro salto revolucionario.

Las jornadas de octubre de 1970 (Parte 1)

TORRES, EL FASCISMO Y LA PRENSA

Miguel Angel Pinto Parabá

La decisión del general Juan José Torres de comunicar por radio Altiplano que asumía el poder fue clave. Los periodistas se habían sumado a ese proceso: su conciencia política daba otro salto revolucionario.

Bolivia, hace 54 años, vivió un acontecimiento sin precedentes. El 7 octubre de 1970, un puñado de civiles y militares nacionalistas frustró un golpe de Estado “fascista” planificado por el alto mando del Ejército.

Empero, el suceso no fue obra del azar. En realidad, estuvo moldeado y definido por una huelga obrera y popular.

Los periodistas, en esa línea, jugaron un rol protagónico en este proceso.

CUARTELAZO

El domingo 4 de octubre, el periódico Hoy, con la nota “Rebelión en La Paz” publicada en primera plana, alertó que la radio castrense Batallón Colorados había comenzado a difundir comunicados que daban por “derrocado” al régimen del general Alfredo Ovando Candia.

La acción estaba, además, respaldada por una “carta abierta” —firmada por los exmandatarios David Toro y Hugo Ballivián y 30 militares en retiro— que exigía el “relevo” del Presidente por no ser “digno del cargo” y haber nacionalizado la Gulf Oil, hecho que había generado “caos”, “división” y “desprestigio” internacional.

El cuartelazo estaba dirigido por el comandante del Ejército, Rogelio Miranda, y respaldado por el jefe del Colegio Militar, Hugo Banzer Suárez, por los ministros de Gobierno, Juan Ayoroa, y de Industria y Comercio, Edmundo Valencia; por el mayor Humberto Cayoja y por el coronel Luis Arce Gómez.

AISLADO

El 4 de octubre fue una jornada de tensas negociaciones mediadas por la Iglesia Católica. El lunes 5, se acordó realizar una votación entre generales, coroneles y oficiales para definir la situación. Por 317 votos contra 40, se determinó que Ovando y Miranda renuncien a sus cargos. Pero, nadie acató la decisión.

En ese contexto, el martes 6 de octubre, los bandos de uniformados protagonizaron una guerra de comunicados, mientras en los cuarteles afilaban sus bayonetas.

El columnista Samuel Mendoza, en su texto Anarquía y caos, subrayó que el general Miranda, confiado en el gran respaldo armado que poseía, quedó aislado en el cuartel de Miraflores. Solo tuvo “una acción externa de apoyo”: un comando de 10 “valerosos” civiles armados “ocupó” radio Progreso para convocar a la ciudadanía a “salir a las calles” y “salvar a Bolivia del comunismo”. “Este grupo debería merecer una condecoración por cierto”, destacó.

En su obra Prensa y país, el periodista Gonzalo Viscarra recordó que todas las llamadas de los periodistas al Estado Mayor mirandista “resultaron infructuosas”.

TRINCHERA

Simultáneamente, Ovando, en el dormitorio de la casa presidencial, a las 6 de la mañana, decidió renunciar a la presidencia, para evitar un derramamiento de sangre. Su dimisión fue redactada y luego difundida por el periodista y ministro de Educación, Mariano Baptista, ante un enjambre de trabajadores de la información.

Minutos después, en el comedor, se entabló una conversación que iba a definir el curso de la historia del país. Jorge Gallardo, en su libro De Torres a Banzer, narró que fue él quien planteó al general Juan José Torres “tomar el control” del cuartel de la calle Sucre o la Base Aérea de El Alto para abrir una “trinchera de combate contra los fascistas”.

Luego de analizar la situación, Torres aceptó el desafío. “Muy bien, ¡iremos a El Alto a combatir! Veamos, ¿a quién más podemos invitar para que nos acompañe?”, afirmó. La audaz determinación no tenía respaldo social concreto.

IMPACTO

Cuando llegó a la sede del Grupo Aéreo de Caza, Torres fue recibido con simpatía. Luego de realizar una emotiva reunión con oficiales y comandantes, la primera decisión que se adoptó fue que “el general se comunicara por teléfono con radio Altiplano para anunciar que asumía el poder provisional de la República”, contó Gallardo.

Ese hecho mediático, de acuerdo con Mendoza, tuvo un gran impacto y afianzó la victoria del “General del Pueblo”. Así, la posesión de un triunvirato militar quedó condenada al fracaso.

Viscarra rememoró que la Base Aérea de El Alto se convirtió en “el baluarte de los revolucionarios”, debido al “mayor flujo noticioso que se generó allí”. Los periodistas se habían sumado a ese proceso.

Fue en esas interrelaciones sociales que la conciencia política de los trabajadores de la prensa dio otro salto.

BLOQUES

En medio de la lucha entre jefes castrenses, la Central Obrera Boliviana entró en combate. El matutino Presencia informó que, el 6 de octubre, en un “ampliado de emergencia”, los trabajadores crearon el Comando Político de la Clase Trabajadora (núcleo de lo que luego sería la Asamblea Popular) y decretaron un paro nacional indefinido con bloqueo de caminos. La radical medida de presión consolidó el proyecto de Torres, quien, el miércoles 7 de octubre, juró como Presidente, ante miles de manifestantes que demandaban medidas revolucionarias.

Brigadas de obreros y universitarios, de forma paralela, ocuparon las instalaciones de El Diario, Hoy y Los Tiempos, acusados de ser medios “antinacionales”.

En esa perspectiva, el periodista y sociólogo René Zavaleta, en su texto El poder dual, explicó que la contradicción principal no era entre Torres y Miranda. En realidad, la batalla fundamental fue entre dos bloques históricos: el Ejército, reorganizado por el Pentágono de los Estados Unidos, y la clase obrera, que anhelaba forjar el socialismo. “Por eso se decía que Torres era el resultado del empate entre el Ejército y la clase obrera”.

FASCISMO

Esa pugna principal reveló su antagonismo con una “masacre” en Oruro, donde cerca de 30 personas murieron a bala y más de 100 quedaron heridas.

Según Presencia, el Comité Revolucionario de Oruro acusó a los jefes de la Segunda División de disparar contra el pueblo en defensa del “fascismo”. Empero, los aludidos emitieron otra versión: ante el uso de “armas de fuego” y “dinamita”, a los soldados no les quedó otra que responder; “(…) algunas radioemisoras, que habían comenzado sus transmisiones azuzando al pueblo contra el Ejército, empezaron a recapacitar al ver el excesivo número de muertos y heridos”.

Después de ese episodio, la situación había quedado clara para el movimiento obrero y popular. La lucha contra el Ejército, igual que en 1952, se iba a definir de manera armada. Y esa fue la razón para que, a lo largo de 10 meses, los trabajadores le exijan “armas” al gobierno de Torres para acabar con el “fascismo”.

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En la histórica fotografía, Torres, desde la Base Aérea de El Alto, en rueda de prensa, comunica a los periodistas su determinación de asumir la presidencia.

Avance de investigación.

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