Silencios estruendosos

Arturo D. Villanueva Imaña

Pocas veces como ahora un oxímoron expresa con tanta claridad lo que extraña y sorprendentemente ocurre y se manifiesta con algunos protagonistas del escenario nacional, frente a la sucesión de acontecimientos dramáticos que se están produciendo en el país.

Tan graves son dichos acontecimientos, que han llegado a sofocarnos y casi ahogarnos (figurativa y literalmente), cuando (por efecto de los incendios que devastan y queman grandes extensiones de los bosques y el territorio nacional), estamos respirando muerte y destrucción; o cuando, a su turno, determinadas organizaciones sociales, deciden anunciar un bloqueo indefinido de caminos, que a fin de cuentas podría implicar un inminente nuevo quiebre de la “democracia” que soportamos.

Uno de esos silencios tan develadores, es el que concierne por ejemplo al Comité Cívico de Santa Cruz, otrora pretensioso punto de referencia de una supuesta oposición “democrática” preocupada por representar las más acuciantes preocupaciones de la ciudadanía. Resulta que habiendo promovido nada menos que la paralización de su departamento por su desacuerdo con los resultados recientes del Censo Nacional; en cambio ni siquiera ha alzado su voz para protestar y promover ninguna reacción frente a los incendios que están quemando el país y nos hacen respirar humo de muerte y destrucción.

Tan estruendoso resulta este silencio develador, que es imposible no preguntarse si ello no expresa un profundo sentimiento de culpa y complicidad, pero sobre todo si lo que verdaderamente preocupa a esa la élite cívica cruceña, no es lo que afecta, daña e indigna primordialmente a la ciudadanía que dice representar, sino más bien otro tipo de intereses (más vinculados con el poder y la sed de acumulación económica) que han sido tradicionalmente los motores de su verdadera preocupación.

El problema reside en que este tipo de silencio, no solo marca un inocultable distanciamiento y desprecio respecto de lo que verdaderamente afecta, preocupa y daña de muerte a la ciudadanía que dice representar, sino también la impávida como cómplice falta de sensibilidad respecto de los principales problemas nacionales.

Otro ejemplo de este tipo de silencio conmovedor, es el que concierne al movimiento identificado como “Pititas” y, especialmente, a esa oposición partidocrática tradicional supuestamente “democrática”, que no han expresado nada frente al grave anuncio y puesta en marcha de un bloqueo nacional de caminos que supone un inminente quebrantamiento de la “democracia” actualmente imperante en el país.

¿Dónde quedaron las convicciones principales y aquella intransigente consigna de movilización y lucha por la defensa y recuperación de la democracia?. ¿Es que la legitimidad y razón de aquellas justas causas han sido arrebatadas y usurpadas por otro tipo de intereses?, O es que el profundo hastío, indignación y coraje por el estado de cosas reinante (más preocupado por deshacerse del régimen que gobierna), ha pospuesto y secundarizado a la democracia como el referente y destino a conseguir?.

Frente a las preguntas, lo indiscutiblemente evidente es que ha dejado de existir aquella oposición supuestamente democrática donde, muy por encima y al margen de la tan cacareada democracia que decían defender y abanderar, lo que se hace por demás evidente son sus intereses electorales y de poder, antes que cualquier otra consideración. El país se encuentra secuestrado e inerme por las pugnas de poder y el irrefrenable intento de convertirse en gobierno a cualquier costo.

Para aquellos que apuestan a las elecciones nacionales como solución y respuesta a las tribulaciones nacionales, es claro que no logran percibir ni caer en cuenta de que el año que queda hasta su realización, con seguridad que ha de ser el más largo del siglo. Además, existe el agravante que si finalmente se logra llegar a ellas, el país NO tiene ninguna alternativa popular realmente diferenciada del masismo y de esa partidocracia neoliberal y reaccionaria (ambos igualmente extractivistas y destructivos de la naturaleza y la Vida) que solo ofrecen repetir más (y peor) de lo mismo que nos está llevando a la catástrofe. Y como si no fuese aquello suficiente, parece que no hemos logrado asimilar que aún en el caso de lograr ganar elecciones, no existe ninguna garantía de convertirse en gobierno (tal como está sucediendo en aquella Venezuela que tanto se ha gritado en las calles no querer repetir en nuestro país).

Finalmente y no menos importante, es el silencio del actual vicepresidente del gobierno. Se lo percibe como un silencio agazapado y solapado, que no dice nada frente a las amenazas y el inminente riesgo de quebrantamiento de la democracia y el claro anuncio de que se pretende paralizar el país “hasta que el gobierno renuncie”.
Todos sabemos (y con seguridad el propio vicepresidente), que el primer eslabón de sucesión constitucional es precisamente la vicepresidencia. Acaso ante tan dramática situación que se acompaña con el desmoronamiento y descomposición ya inocultable que aqueja al actual régimen, no es un deber y una obligación ética, constitucional y democrática de pronunciarse (¿?).

La respuesta a la pregunta y los dilemas que entraña, solo podremos a conocerlas a futuro y, seguramente, como historia. Pero lo cierto es que el país no logra deshacerse y sacudirse del secuestro al que ha sido sometido por las pugnas de poder, y nuevamente podría despertar atónito (cualquiera de los días que siguen) frente a un desenlace inesperado de los acontecimientos. Estamos a tiempo de reaccionar?.

 

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