SÍLICON MÍLEY

La Argentina como enclave transnacional

Carlos Alberto Villalba

Tan precapitalista como verborrágico, el presidente argentino Javier Milei adelantó su intención de que el país “crezca” en base al petróleo, el gas, la minería y los terratenientes. El diseño de la llamada “Ley Bases” y el paquete fiscal que impulsa, buscan el desarme de cualquier tipo de control sobre esas actividades. Tan descarado como cumplidor, antes, había  convocado a que lo voten para poder desarmar el Estado, el mismo que protegió durante más de un siglo a los sectores más vulnerables, con sus mejores y sus peores momentos, y que él busca “destruir desde adentro”, como un “topo” bestial.

Medios que simpatizan con el liberalismo y rechazan el estatismo típico del peronismo, con crítica ironía presentaron a Milei como “el Presidente con siete viajes y ninguna ley” (Clarín) y como “el presidente con más viajes al exterior en seis meses de mandato” (La Nación), señalando que “completará en junio ocho giras, superando a Cristina y Néstor Kirchner; no visitó a los países de la región y tuvo pocos encuentros con presidentes, pero sí voló por premios o eventos religiosos”.

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Fue entonces que Guillermo Francos decidió estrenar su improvisado puesto de Jefe de Gabinete alumbrando las razones del fenómeno de las millas aéreas: dijo que al Presidente «con la política argentina se le hace complicado, no la entiende» y lo eligió a él, tal vez como traductor, posiblemente como nuevo fusible. Milei estaba en el aire, en viaje a Estados Unidos, también, en el aire de un país con mil conflictos y sin funcionarios con capacidad de gestión y huyendo en estampida de espacios clave.

Extraña expresión la de afirmar que el jefe de gobierno de un país no entiende la política del mismo; entonces, cómo conduce sus destinos…? Aunque no tanto; a Javier Milei le interesa darle visibilidad a un modelo, más que gestionarlo, propagandizar una teoría que atrasa un siglo y medio pero que, en el presente, cuenta con hipertecnología y con el empuje de un supremacismo renacido tras el desplazamiento del Estado Benefactor y el desembarco de formas tecno liberales de administración, en el marco de asociaciones entre el desarrollo tecnocientífico de punta y las propias corporaciones y fondos de inversión que dominan esas herramientas digitales y las plataformas de consumo, aprovechándose de la fase financierizada del capitalismo menos productivo y más aventurero y conquistador de la historia.

Mientras Francos disolvía en su primer café de gabinete su descalificación de las cualidades políticas de su superior, Milei volaba hacia San Francisco, donde pasó la semana en Silicon Valley, visitando, precisamente, a empresarios del sector tecnológico, la casta de milmillonarios que aceptan tomarse las fotos con las que el presidente argentino ilustra las horas que pasa manejando sus redes no sociales. En este caso  la agenda incluyó reuniones con Mark Zuckerberg (fundador, dueño y director ejecutivo de Meta, la empresa dueña de Facebook, Instagram y Whatsapp), Tim Cook (director ejecutivo de Apple), Sundar Pichai (director ejecutivo de Google), Sam Altman (fundador y director ejecutivo de OpenAI, creadora de ChatGPT) y, por tercera vez en pocas semanas, Elon Musk (fundador, dueño y director ejecutivo de Tesla, X, Starlink y Neuralink).

 

Cada uno de ellos tiene más poder que los mandatarios de muchos países y sus corporaciones ya funcionan con una dinámica supranacional que pasa por arriba la institucionalidad estatal, colisiona con ella o le tuerce voluntades; consideran que pueden prescindir de las reglas democráticas para alcanzar sus objetivos y multiplicar sus ganancias. Les resulta más cómodo interactuar de modo directo con el Comando Sur o la CIA que con el Departamento de Estado.

La fuerte interconexión entre las cúpulas de las corporaciones tecnológicas, los medios de comunicación, distintos dispositivos estatales y la industria de defensa hizo que el tradicional e imbatible “complejo militar-industrial” de los Estados Unidos, se constituya en el nuevo “complejo mediático-tecnológico-militar-industrial”. Y su nuevo Norte en la búsqueda de más beneficios, prescindiendo de cualquier regla democrática, es la inteligencia artificial. La regulación estatal de ese desarrollo, constituye un freno al que intentarán eludir de cualquier manera.

Un país del fin del mundo, ignoto, pero “donde hay grandes extensiones de tierra en clima frío con acceso a la energía”, empezó a exhibirse con impudicia, como posible facilitador geográfico de aquel objetivo: la Argentina de Milei.

Un hombre de Federico Sturzenegger y de las financieras globales Goldman Sachs y JP Morgan, el asesor presidencial Demian Reidel, es quien convenció a su jefe, de intentar convertir al país en “el cuarto polo de inteligencia artificial en el mundo”. La supuesta zanahoria destinada a atraer a los gigantes tecnológicos son “las ideas de la libertad, de baja regulación, de libre empresa” que pregona esa figura que se precia de haber usado el voto popular para “infiltrarse” en el Estado.

Milei solo logró las fotos que buscaba para publicar en el “X” de Elon Musk, recinto en el que habita y desde el que no-gobierna y planta imágenes como las de su aparición en la revista Time, para autocelebrarse sin importar el contenido en su contra de la misma.

Sin embargo, las inversiones destinadas a que Argentina se sume a China, Estados Unidos y Europa, como cuarto polo de inteligencia artificial, en plena crisis de confianza de esa herramienta, “se la deben”. En su corta estadía en su propio país, a la vuelta de San Francisco, Milei anunció todo lo contrario que había prometido en el viaje de ida: lejos de traer recursos, decidió contratar de servicios de Inteligencia Artificial a Google (Sundar Pichai) y Meta (Mark Zuckerberg).

Lejos de conseguir inversiones, aumentó el gasto del Estado y para un objetivo opuesto a la mejora de la calidad de la gestión, como es intentar el uso de herramientas cuestionadas en el plano internacional y mal reguladas, para intervenir en educación y reforma del Estado.

Este sainete, que no por serlo deja de ser destructor, presenta día a día situaciones como las que aquí se relatan, humos de todos los colores, mentiras, mensajes vacíos… en definitiva, una nube que flota sobre un escenario real en el que las simpatías hacía su protagonista caen semana a semana y el hambre empuja malestares difíciles de descifrar.

 

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