Dina sí fue electa como comunista. La presidencia más impopular de la democracia peruana
Dina fue electa como marxista-leninista y gobierna como porky-fujimorista
Durante las elecciones, el principal motivo por el cual la derecha se unió tras Keiko Fujimori fue porque esta llamaba a evitar que en el Perú llegase a la presidencia un “comunista”. Sin embargo, la única persona de la plancha presidencial de Perú Libre (PL) quien había llegado a su puesto reclamándose como tal y como “marxista-leninista-mariateguista” fue Dina Boluarte.
A diferencia de Pedro Castillo, quien se había educado una década y media en Perú Posible, desde que este partido hizo un gobierno de centro-derecha en 2001-2006 hasta que este se disolvió en 2017, Boluarte había sido colocada como la número 2 por el mismísimo Secretario General del partido, el Dr. Vladímir Cerrón. Él la consideraba como su persona de confianza, la misma que iba a defender su ideario y su devoción a los autoproclamados gobiernos “revolucionarios antiimperialistas” de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Durante todo el proceso electoral, el portal oficial de PL destacaba centralmente un artículo del Partido Comunista de Rusia y había otras notas reproducidas de este, así como del “Partido Marxista-Leninista de Alemania”, una secta que considera que “La Izquierda” (que en las elecciones generales alemanas de septiembre 2021 obtuvo 9.2% de los votos compitiendo contra los socialdemócratas y los verdes) es “revisionista” y “reformista”, y que también promueve conferencias internacionales con otras organizaciones maoístas del planeta.
Mientras Castillo era un invitado de PL (tal y cuál lo habían sido sus cabezas electorales Ricardo Belmont para la alcaldía de Lima en 2018 e Isaac Humala para el Congreso por Lima en 2020), Boluarte era una militante orgánica de un partido que requería que todos sus miembros abiertamente se identifiquen con el “marxismo-leninismo-mariateguismo”. Ella fue su candidata en 3 elecciones consecutivas (municipales del 2018, legislativas del 2020 y generales del 2021). En las 2 primeras tuvo una muy baja votación y en la tercera no dirigió ningún mitin de masas y apareció casi desapercibida a la sombra de Pedro Castillo, cuyo arrastre popular fue el único responsable en llevarla a la vicepresidencia.
Si Castillo no quería reclamarse como “izquierdista”, Boluarte, apenas le ha sustituido en la presidencia, se jacta de ser de tal corriente y también “progresista”.
Giros radicales
Con esos antecedentes, se podría esperar que toda la ultraderecha en el Congreso, y con todos los medios de comunicación que monopoliza, debiera satanizarla. El plan original de Renovación Popular de Rafael López Aliaga y de Jorge Montoya era primero empezar por inhabilitar a Boluarte para luego vacar a Castillo. Solo 2 días antes de que el pasado 7 de diciembre ella hubiese remplazado a Castillo en palacio, todos los representantes de las 4 bancadas de la derecha dura (FP, RP, AvP y APP) se opusieron a archivar la denuncia en su contra, mientras que ella fue rehabilitada (y admitida como potencial recambio presidencial) por todas las fuerzas que iban desde la centroderecha hasta las más izquierdistas.
Paradójicamente, cuando Boluarte se coloca la banda, ella cambia radicalmente de bando. Mientras los que le habían librado de las acusaciones en su contra inicialmente habían tenido la esperanza de que ella hubiese hecho una suerte de Gobierno con el centro y con los “moderados” de la derecha y la izquierda, la abanquina les dejó desbancados.
Ella ha decidido liderar al país con y para el fujimorismo, cuyas políticas sigue y de cuyas canteras recolecta a varios de sus ministros. Ahora el nuevo alcalde capitalino es su hincha. Si antes López prometió una guerra entre los 2 palacios que dan a la plaza mayor y que no iba a dialogar con Castillo, ahora López ha decidido convertirse en un castillo que protege a Dina.
Montoya, cuya estrategia era primero sacar a Boluarte, luego a Castillo y después ir a elecciones generales, ahora quiere quedarse como congresistas hasta julio 2026 y le pide a Dina que militarice los aeropuertos y ordene que las fuerzas del orden puedan disparar a los manifestantes. Quien dirigió la comitiva que fue a la OEA y luego la comisión para investigar el supuesto fraude electoral del 6 de junio del 2021, ahora quiere que Boluarte, a quien antes acusaba de haber llegado a palacio con un «anforazo», siga en el poder la mayor cantidad de tiempo posible.
El actual ministro de educación es alguien quien acusó a Boluarte de haber ganado los comicios con fraude, pero hoy todos los que esgrimían esa tesis son los baluartes de Boluarte. Una de las primeras en felicitarla al juramentar en su nueva posición fue Keiko Fujimori, toda una actitud contrapuesta a la que ella tuvo contra Castillo, a quien no quiso reconocer como presidente legítimo y animó toda clase de mociones de censuras contra sus ministras y de vacancia presidencial.
Todos los que presentaron mociones destituyentes (Patricia Chirinos, Montoya, Edward Málaga, José Williams y Martha Moyano) y todos los congresistas de la derecha dura que les respaldaron, ahora se han tornado oficialistas, mientras que los que antes del 7/12/2021 defendían a la plancha presidencial ahora se han pasado a la oposición.
Sin principios
En la historia continental hemos visto varias figuras que se iniciaron en la izquierda y acabaron en la derecha. En Bolivia, Víctor Paz Estenssoro, fue en abril 1952 el líder de la revolución más radical de Sudamérica, pero en agosto 1985 decretó el mayor shock thatcherista continental previo al de Fujimori en 1990. En Ecuador, Lenin Moreno fue vicepresidente de Rafael Correa en 2007-2009 y 2009-13, luego fue su delfín y después el candidato de su movimiento para remplazarlo en el cargo en 2017, pero, cuando él es electo mandatario en 2017, Moreno rompe con el “socialismo del siglo XXI” y se alinea con la derecha y EEUU encarcelando a los correístas y pidiendo la invasión contra sus antiguos camaradas chavistas.
Sin embargo, todos ellos demoraron mucho en alterar radicalmente sus posiciones (el primero un tercio de siglo y el segundo más de una década). El caso de Boluarte es inusual, pues exactamente 1 año antes del 7/12/2022, ella estuvo en Juliaca jurando ante millares que ella se iba a ir si sacaban a Castillo. Empero, cuando esto se dio, Dina avaló que Castillo sea depuesto y encarcelado y en la misma Juliaca se coronó como una gran asesina. Apenas, ella se juramentó, el Grupo de Puebla (que une a las izquierdas moderadas iberoamericanas) le expresó su apoyo y su deseo que haga un gobierno “progresista”.
Su giro ha sido demasiado brusco y radical, lo que evidencia una persona carente de cualquier ética. Hoy, ella se ha convertido en la figura predilecta de la ultraderecha. Todos los dominicales de la TV que antes le hacían la guerra a Castillo, luego le permitieron que ella hiciese una amable gira por todos ellos. Todos los que antes pedían que caiga el maestro rural a sabiendas de que ello podría desencadenar una explosión social, ahora llaman a mantener como sea al nuevo orden presidencial. Hoy ellos aducen que si se va Dina viene el caos.
Boluarte se ha convertido en el mejor instrumento que tiene el fujimorismo para poder implementar sus planes de contrarreformas electorales, tributarias, sociales y económicas. Si ella fuese remplazada por el presidente del Congreso, el general (r) Williams, él no tendría esa misma legitimidad para implementar los cambios propuestos y la represión. Ahora los fraudistas se acuerdan que Boluarte sí fue electa en las urnas y que debe gobernar.
Dina pretende tener más legitimidad que cualquier posible relevo congresal por esa misma condición, además de que se jacta de ser mujer, provinciana y quechua hablante. Ella es el guante de seda que cubre el puño de hierro. Si ella cae se derrumba todo el tinglado.
Dina es un dinamitazo contra los 8,8 millones de peruanos que votaron por el lápiz pensando que este podría borrar el peligro de que el fujimorismo retorne a palacio. Hoy, los que perdieron en 3 balotajes consecutivos han logrado llegar al Gobierno con una tránsfuga.