Se agrava tensión rusa-ucraniana
El reconocimiento oficial ruso de las repúblicas del Donbás y el inminente ingreso de sus tropas «pacificadoras» a estas echa más gasolina al fuego. Moscú quiere ir gradualmente doblegando a Kiev para que desista de querer ingresar a la OTAN. Mientras tanto, los mandatarios de EEUU y de Reino Unido no quieren ceder en esa demanda, amenazan con armar aún más a Ucrania y con sanciones sin precedentes, a la par que alertan que Europa puede estar cerca de su peor guerra en 77 años.
Giro
Durante 3 meses Moscú constantemente se burlaba de las constantes notas de varios medios occidentales que indicaban que en una determinada fecha (y hasta hora) Rusia iba a invadir Ucrania. El Presidente ruso Vladimir Putin siempre afirmaba que sus maniobras militares en la frontera eran de corte defensivo y que no pensaban atacar.
Repetidas veces estuve planteando que al Kremlin no le convenía iniciar una guerra mientras durasen las olimpiadas de invierno en Beijing (4 al 20 de febrero), a fin de no poner en riesgo los esfuerzos de su principal aliado global (China) de aprovechar esos juegos para levantar su imagen internacional.
Apenas esta competencia deportiva se iba acabando, se acentuaba una competencia de ejercicios militares en ambos bandos. Rusia y Belarús han realizado estas en el último fin de semana mostrando el poderío de sus cohetes (varios de los cuales pueden llegar a tener ojivas nucleares).
Ucrania ha venido siendo rodeada en sus 4 puntos cardinales por tropas de Putin o aliadas a él. El ejército ruso tiene bases o buques al oriente y sur de dicha república (en Rusia continental, Crimea y el Mar Negro), mientras que al norte de Ucrania (y a pocos kilómetros de su capital Kiev) hay numerosas tropas gran-rusas y ruso-blancas en Belarús, y al oeste hay milicias rusas dominando la república de Transnistria, la cual se ha separado de Moldova (aunque no es reconocida por la ONU).
Donbás
En 2014 Rusia ocupó y anexó Crimea reclamando que más del 90% de la población de dicha península resolvió en un referéndum volver a ser parte de la federación rusa, tal como ocurría antes de que en 1954 Nikita Kruschev le entregara esta a Ucrania. Al mismo tiempo la mayoría de la población del Donbás, se rebeló denunciando una discriminación contra los ruso-hablantes. Dicho conflicto produjo más de 14 mil muertos. Esta región industrial y minera se basa en las 2 regiones («obasts») del sudeste de Ucarnia: Donetsk y Luhansk. Allí el grueso de sus 2,5 millones de habitantes son ruso-hablantes.
En el último fin de semana de los juegos de Beijing, aparecieron numerosos reportes de escaramuzas bélicas entre las Fuerzas Armadas ucranianas y las separatistas pro-rusas del Donbás. La prensa rusa mostraba imágenes de restos de bombazos en dicha zona, mientras que Putin ha ofrecido a cientos de miles de sus habitantes el pasaporte ruso y ha alentado el traslado de 700 mil civiles de dichas zonas a Rusia, ofreciendo unos $US 130 por persona y viviendas temporales.
El lunes 21 de febrero, apenas se clausuraron las olimpiadas de China, se reunió el Consejo de Seguridad en el Kremlin para aprobar el reconocimiento oficial de la independencia de las «repúblicas populares» de Donetsk y Luhansk, las cuales apenas ocupan un tercio del territorio que corresponde a esos «oblast» (regiones) de Ucrania, quedando 2/3 de estos bajo el control oficial de Kiev.
Putin ha planteado que soldados «pacificadores» puedan entrar a dichas repúblicas secesionistas para evitar que Ucrania las quiera recapturar. Si Putin da ese paso (que varios medios indican que ya se ha efectuado), ello podría ser considerado por Ucrania y la OTAN como el inicio de la invasión. Además, lo más probable es que dichas tropas reivindiquen la extensión total original de ambas regiones.
Putin no acepta ninguna república que se separe de la federación rusa (y reprimió a sangre y fuego la independencia de Chechenia, guerra que le catapultó al poder), pero antes ha promovido y apadrinado la creación de repúblicas separatistas (como Transnistria en Moldova y Osetia del Sury Abjasia en Georgia). Por su parte, la OTAN armó e impulsó la indepencia de la provincia de Kosova contra Serbia. Todos esos Estados no son reconocidos por Naciones Unidas.
Ajedrez
Detrás de la jugada de Putin y de su socio bielorruso Alexander Lukashenko puede estar el intento de provocar a Kiev a que sea este quien inicie la guerra, pues jamás va a aceptar que el territorio ucraniano vuelva a ser desmembrado.
La movida del Kremlin tiene sus propios riesgos. Durante muchos meses Putin quiso dividir a sus contrincantes llegando incluso a coquetear con Alemania, Francia y varios países del centro y este europeos, así como con Brasil (cuyo presidente Jair Bolsonaro le visitó en el Kremlin). Hoy, sin embargo, él puede ir empujando a que la OTAN se cohesione en contra suyo.
En su extensa proclama reivindicando el reconocimiento oficial de las 2 repúblicas ruso-hablantes del Donbás ucraniano, Putin sostuvo que Ucrania no es realmente un país y que se ha convertido en una marioneta de la OTAN.
En todo momento, el Kremlin ha sostenido que su objetivo es evitar que la OTAN se siga expandiendo al este. La TV rusa anuncia que se han descubiertos documentos que prueban que hace 3 décadas EEUU se comprometió a no seguir avanzando hacia los territorios que hasta 1991 fueron parte de la Unión Soviética, algo que no han cumplido.
Putin ha explicado que si se permite que Ucrania ingrese a la OTAN ello implicase que esta pudiese lanzar misiles nucleares ultrasónicos que en 4 a 5 minutos puedan impactar en su capital. Si esa situación se diera al revés, Washington no lo permitiría (tal como pasó en la crisis de Cuba de 1962 cuando los soviéticos se vieron obligados a desistir en sus acciones para crear bases militares en esa isla tan cercana a EEUU).
Ciertamente que hoy Washington no aceptaría misiles nucleares rusos estacionados en México, Venezuela o Cuba o Londres en Escocia, en caso de que este país se separase del Reino Unido.
Para Moscú la solución al problema pasa porque la OTAN se comprometa a no expandirse a Ucrania o a Georgia y a que vaya replegando sus bases que apuntan en contra suyo y que están estacionadas en Polonia o el Báltico. Putin quisiera que Ucrania adopte la naturaleza neutral de su vecina Finlandia, pero ahora advierte que Kiev quiere volver a ser la tercera potencia nuclear del mundo (cosa que esta última niega aduciendo que antes y de manera voluntaria decidió deshacerse de sus bombas atómicas).
Occidente
Joe Biden y Boris Johnson no están dispuestos a tranzar en ello, pues ambos quieren que Kiev entre a la alianza militar noratlántica, en tanto que el Presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy en la conferencia de seguridad en Múnich (18-20 febrero) planteó que se debía abrir un cronograma para que su país entre a la OTAN.
Por el momento el agravamiento de las tensiones viene ayudando a que los mandatarios de EEUU, Reino Unido y Ucrania que vienen siendo impopulares vengan recuperándose en las encuestas, situación similar en Rusia con relación a Putin.
El incremento de la inflación y del desgaste de Biden y de Johnson en sus respectivas naciones anglo-parlantes puede dar paso a un giro en la opinión pública. El primer ministro británico se encuentra amenazado de ser removido de su puesto por parte de su propio partido debido a las acusaciones de que él realizó fiestas o reuniones sociales con alcohol en su residencia oficial desobedeciendo las reglas de la cuarentena que él mismo había impuesto en Inglaterra. Un conflicto en Ucrania podría ayudarle a minimizar esas denuncias aduciendo que es el momento de mostrar unidad nacional y de que los británicos se conviertan en los principales articuladores de la defensa europea de Ucrania. Al igual como pasó exactamente 4 décadas atrás con otra administración conservadora (la de Margaret Thatcher) una guerra (como entonces fue la de las Malvinas y hoy puede ser la de Ucrania) podría ayudar a reflotar a los «tories».
EEUU ha suministrado el 90% de las nuevas donaciones militares a Ucrania y el Reino Unido se precia de ser la principal potencia del continente en ayudar a Kiev. Mientras la prensa occidental habla de que hay unos 200 mil soldados y marinos rusos en los alrededores de Ucrania, Putin indica que Kiev viene movilizando aún más tropas y que ha permitido que en su país hayan llegado unos 20 mil asesores militares de la OTAN y alrededor de mil nuevos equipos bélicos.
La OTAN se precia de haber donado numerosos bazukas capaces de pulverizar aviones y tanques enemigos, aunque la TV rusa se ha burlado de ello aduciendo que esas armas no son un «match» para los lanzacohetes que Rusia tiene y que pueden bombardear y destruir a Ucrania.
No obstante, esas armas portátiles están preparadas para una resistencia, una guerra de guerrillas o tácticas de aposentar soldados ucranianos que dejen pasar a tropas invasoras para luego atacarles con esas bazucas por la retaguardia.
Zelenski ha declarado en TV que Ucrania no tiene miedo a nada. En caso de que las tropas de Rusia y Belarús se muevan para invadir Kiev, él puede mover su capital al oeste en Lvov, en dónde él va a querer resistir con armas, apoyo logístico y medidas defensivas u ofensivas cibernéticas que la OTAN les brinde.
Mientras escribo estas líneas él ha declarado en conferencia de prensa que piensa que no se va a dar una guerra total, cosa que destruiría a Ucrania. No obstante, persiste en caracterizar a los separatistas como «terroristas» con los cuales no se puede negociar. Y esto último es no ver la realidad pues las 2 repúblicas independentistas del Donbás tienen apoyo popular interno y sus milicianos se basan en la población local.
Zelenski anteriormente llegó a pedir a los medios occidentales que no inflamen la crisis para no ahuyentar capitales de Ucrania y desestabilizar su economía y moneda. Siempre ha aseverado que en las calles de Kiev hay tranquilidad.
Sus detractores le acusan a él de ser un cómico de profesión y al alcalde de Kiev de ser un boxeador, siendo personas no preparadas para esta emergencia. La mayor crítica que Zelenski tiene es que, pese a ser de origen judío, él está bajo la presión de los grupos que reivindican abiertamente al nazi Stepan Bandera, el líder del ejército pro-Hitler que apoyó la invasión germana durante la II Guerra Mundial (1939-45) y que masacraba a rusos, polacos y judíos. Muchos rusos (y también ucranianos) creen que la actual confrontación es, en cierta manera, una forma de continuar la guerra que se dio a inicios de los cuarentas entre los pro-alemanes de Bandera y los pro-soviéticos anti-racistas.
Para Occidente, en cambio, es la lucha por la defensa de una democracia independiente contra el autoritarismo. El Presidnete checho Miloš Zeman ha declarado que él no considera que Rusia va a acometer el error de invadir Ucrania y que ya se ha visto el «fiasco» de las previas ocupaciones estadounidenses en Afganistán e Irak. Croacia, Austria, Alemania y otras naciones europeas son opuestas a agravar las tensiones.
El planteo del mandatario checo se encuadra dentro de las sospechas que tiene Putin. Mientras Boris Johnson asegura que la OTAN tiene una naturaleza defensiva y pacifista, Moscú insiste en que dicha alianza militar ha destrozado a Yugoslavia (partiéndola en 8 pedazos y limpiando étnicamente a los serbios, como los de Krajina, la única república europea de la postguerra depurada de su etnia dominante), a Libia (que antes era el país más rico del África y uno de los que más igualdad daba a las mujeres y a los inmigrantes en el mundo musulmán), a Irak, a Afgabistán y a Siria.
Washington, por su parte, recuerda que Putin ya destrozó Chechenia (aunque entonces le avalaron a condición de que él les deje las manos libres en el Asia occidental), invadió Georgia y Ucrania, patrocinó la división de estas 2 naciones y de Moldova y que acaba de mandar tropas para reprimir el descontento popular en Kazakistán.
Las izquierdas socialistas del mundo, en general tienden a considerar que la OTAN debiera ser disuelta pues es la principal promovedora de guerras en el planeta y en su expansión ya ha llegado a Sudamérica. Esta, que siempre tuvo las posesiones francesas en Guayana y el Caribe y las 6 Antillas holandesas que están tan cerca de Venezuela, ahora cuenta a Colombia como un miembro observador, pese a que el país andino más poblado no tiene costa con el Atlántico Norte. Los laboristas británicos, los nacionalistas escoceses y galeses, los verdes y los socialdemócratas europeos se alinean con la OTAN contra lo que denominan el «autoritarismo ruso».
Problemas
Dos problemas que tiene Putin son que él no quiere darle importancia al deseo de la mayoría de Ucrania de mantener su independencia (incluso desprecia su carácter como nación) y que él puede provocar un nuevo Afganistán cerca de Moscú.
El fundador del ejército rojo (el ucraniano León Trotzky) escribió a fines de los treintas de que no se puede menospreciar el deseo de la autodeterminación nacional de Ucrania, país que sufrió millones de muertos por la hambruna producida por la colectivización forzosa de la agricultura decretada por Stalin, y que se debería plantear la reunificación de todos los territorios ucranianios que estaban bajo control de la URSS, Polonia, Checoslovaquia y Rumania para dar paso a una Ucrania «socialista independiente» que voluntariamente decidiese federarse a Moscú.
Si los generales del actual ejército ruso toman Kiev y quieren imponer un cambio de régimen colocando un Presidente ucraniano afín, hay el riesgo de que se desencadene una descomunal resistencia interna, la cual salpicaría a Rusia desestabilizando a dicha potencia.
EEUU afirma que está preparando represalias económicas sin precedentes. Multinacionales norteamericanas van a querer aprovechar esta crisis para que Alemania y otras naciones europeas (tan dependientes del gas barato ruso) empiecen a comprarles gas a precios más altos justificando argumentos de interés estratégico. Ello implicaría impulsar la producción y transporte de sus plantas en el Medio Oriente y también remover leyes pro-ecológicas en su propio país a fin de explotar más gas (incluso con más fracking, una técnica que consiste en bombardear agua al subsuelo con el riesgo de contaminar ríos, canales y reservas acuíferas poniendo en serio riesgo a la agricultgura y al medio ambiente).
Hoy por hoy hay una grave crisis del gas. A pesar de que en la cumbra de Doha de los productores y consumidores de dicho producto energético no se abordó en los plenos la cuestión ucraniana, hay preocupación mundial por el alza de los carburantes. En Reino Unido se va a dar un alza del 50% del gas, lo cual va a golpear duramente a los hogares tan castigados por un bienio de pandemia, que la inflación llegue al 7% (su cifra más alta en 3 d#ecadas) y un incremento de los impuestos a las ventas.
EEUU apunta a evitar que se construya el nuevo gasoducto que conecte a Rusia con Alemania por debajo del mar Báltico. Además, quiere castigar a Putin por haberse atrevido a socorrer a Bashir Al Assad y evitar que fuerzas aliadas suyas le derroquen. Washington ve con mucha preocupación que se ha formado una alianza Rusia-China-Irán, la misma que une a los descendientes de 3 imperios que antes llegaron a ser las principales potencias del mayor continente que hay (Asia).
Mientras Donald Trump (quien incidentalmente hoy inaugura su nueva red social) era partidario de una distensión con Moscú para embestir contra Beijing y Teherán, los demócratas de Biden y los Clinton creen que el enemigo central es Putin, por lo cual debe tratar de tejer lazos con China e Irán.
Mientras tanto, en esa crisis pueden sacar ventaja otros actores. Irán viene logrando que se restablezca el acuerdo naciones y se levanten las sanciones en su contra pues EEUU quiere evitar que Teherán se siga acercando a Moscú. Beijing quiere aparecer como el gran conciliador, a la par que va a querer acentuar sus reclamos sobre Taiwán y el Mar de China. Turquía quiere aparecer como intermediario entre la OTAN (donde se encuentra) con el bloque Rusia-China-Irán. Para los nacionalistas latinoamericanos el hecho de que Washington se encuentre concentrada en esa crisis es una oportunidad para ir reduciendo la influencia de EEUU en su mal llamado «patio trasero».
PS – Dedicada a mi abuelo materno José Lerner, quien el 24 de marzo cumple el 32 aniversario de su muerte. Él vino al mundo en 1900 en Jotín, una de las pocas zonas de habla latina en Ucrania cuando esta era parte del imperio ruso. Su pueblo fue siempre disputado por los reinos del Zar, Rumania, Austra-Hungría, Polonia y Lituania y luego pasó por muchas manos en la II Guerra Mundial. Tras que Jotín retorno a la URSS y liuego fue a parar en la actual Ucrania, la aldea en la que los Lerner se criaron queda en la actual Moldova. Toda su familia fue asesinada por los nazis o sus aliados locales. Lerner fue uno de los lugartenientes de su tocayo Mariátegui y un ardiente defensor de la igualdad de todos los pueblos. Para él sería concevible una guerra fratricida entre rusos y ucranianos (él hablaba esas lenguas y era partidario de un solo Estado que una a todos) y ello al servicio de la OTAN, a la cual él siempre rechazó.