El maestro Pedro Castillo, sorpresa en un Perú fragmentado
Mariana Álvarez Orellana – CLAE (SurySur).- Las tendencias de dispersión de las preferencias, registradas en las encuestas, quedaron refrendadas en las urnas en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Perú, donde, sorpresivamente, el maestro Pedro Castillo, de Perú Libre, quedó a la cabeza, con apenas 16 por ciento de los votos.
La clara fragmentación de la intención de voto implicó que hasta cinco candidaturas llegaran al día de los comicios con similares probabilidades. La dispersión fue tal que la suma de los votos sumados de los tres primeros candidatos, no alcanzan el 50% de los votos válidos, un hecho inédito en la historia de las elecciones peruanas desde 1980.
En el segundo lugar y en empate técnico aparecen Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, Hernando de Soto, de Avanza País y Rafael López Aliaga, de Renovación Popular: uno de ellos definirá la segunda vuelta electoral junto a Catillo, a quien OtraMirada califica como un político con “un discurso radical, estatista, pero moralmente conservador”. En un contexto de crisis económica, política y moral agravada con la pandemia, (re)apareció también la extrema derecha fundamentalista con López Aliaga.
Eso sí, quedó establecida una polarización entre dos modelos de solución a la grave crisis política, económica y social que atraviesa el país, agudizada por la pandemia. Sumados los votos de Castillo a los de Yhonny Lescano, Acción Popular (9,8%) –con algunos planteos de izquierda–, y la progresista Verónika Mendoza, de Juntos Por el Perú (7,8%), muestra a un 36% del electorado favorable a cambios profundos en el manejo de la economía y el Estado. Y de la necesidad de una nueva Constitución.
Castillo, sorpresivo ganador de la primera vuelta, optó por la prudencia desde su local partidario de la norteña región de Cajamarca, donde nació y es profesor rural. Con el clásico sombrero blanco de ala ancha de esa región andina, que usó en toda la campaña, el candidato de 51 años pidió calma.
“Hoy el pueblo peruano se ha quitado la venda de los ojos. Gracias al pueblo peruano por su confianza. Mañana no es un día de cambio inmediato, sino de retorno a la lucha. No vamos a ir a tocar las puertas a quienes piensan en intereses errados”, dijo en su breve discurso de victoria, con mascarilla puesta por la pandemia del coronavirus.
Castillo tuvo un sorpresivo crecimiento en la última semana de la campaña, especialmente en las zonas andinas y rurales. Con el resto de candidatos con un bajo apoyo, no necesitó un crecimiento espectacular para meterse primero a la hora de la elección. Ha cosechado en el descontento por las profundas desigualdades agravadas por tres décadas de neoliberalismo.
La elección dejó en evidencia la falta de representatividad de todas las agrupaciones políticas, con los punteros con muy baja votación. Nunca antes alguien había ganado una elección con tan poco apoyo. Los analistas apuntan a una falta de representatividad que refleja la profunda crisis de una clase política desacreditada por sucesivos escándalos de corrupción -seis expresidentes y varios candidatos, como Keiko, tienen acusaciones de corrupción- y por su incapacidad para enfrentar los graves problemas del país.
Tras los graves escándalos de corrupción, incluidos los de la trasnacional brasileña Odebrecht, los tres candidatos plantearon la necesaria revisión de los contratos-ley y eliminar exoneraciones y privilegios, en aplicar una reforma tributaria progresiva e impulsar la diversificación productiva.
Significaría un cambio radical al modelo aplicado los últimos 30 años y que reivindican los candidatos Keiko Fujimori, Fuerza Popular (14%), Rafael López Aliaga, Renovación Popular (11,9%), y Hernando de Soto, Avanza País (10,8),e incluso George Forsyth, Victoria Nacional, que se aferran al continuismo neoliberal, a la matriz fujimorista impuesta desde 1990: continuidad del modelo extractivista, apertura comercial total, desregulación, flexibilización laboral y la mantención de los privilegios tributarios para las grandes empresas y las grandes fortunas.
La consolidación de una alternativa de izquierda podría abrir una perspectiva esperanzadora, que ha vivido más de una década de inestabilidad institucional y en la que la política ha alcanzado preocupantes cimas de descrédito. Para ello falta, desde luego, que se confirme el triunfo de Castillo y que éste logre salir adelante en una segunda vuelta que puede darse por segura.
La última crisis política, la de 2016, provocada por el enfrentamiento con la derecha del presidente Pedro Pablo Kuczinsky y con el fujimorismo que dominaba el Congreso, no termina con estas elecciones. Tampoco la crisis económica y la emergencia sanitaria, que ya ha matado a miles de peruanos, de mantenerse la política neoliberal que Perú sufre desde hace 30 años. Entonces, la salidas se buscarán fuera del molde de un estado corrupto e incapaz.