Falleció la Presidente de la Asamblea Constituyente de Bolivia
Las huellas históricas de Silvia Lazarte
Virginia Gonzales Salguero
Silvia Lazarte: un sendero hecho a pié con huellas de abarca y con el esfuerzo de quienes enfrentan la dureza del trabajo de la tierra desde la niñez. Situación simultánea a la carencia de recursos económicos y de toda índole; la pobreza, la siempre, la infaltable pobreza; las manos callosas y el sufrimiento hecho compañero permanente, paradójica semilla de la rebeldía, el conocimiento y la inteligencia de la mano del ingenio, ante los desafíos imposibles o casi.
Abrirse camino donde no lo hay, desear aprender, desear estudiar y no poder hacerlo, en un mundo que «la margina y la discrimina» como ella misma lo afirmó en sus discursos. Vivir, sobrevivir con una obstinación tenaz en una realidad que le niega posibilidades de existencia.
El camino que recorre Silvia Lazarte desde Capinota en Cochabamba Bolivia, en la que nació y aprendió a trabajar la tierra, hasta el Trópico cochabambino en el que aprendió el trabajo político, laborando la tierra, luchando por sobrevivir en un sendero donde no hay escapatoria para quien elige un mejor destino para su Bolivia, para su gente. Para quien, pese a las adversidades, a la escasez de recursos, a las carencias constantes y a la ausencia de posibilidades, es capaz de generar una conciencia de patria, de país y de pertenencia comunitaria en una intensa convivencia con campesinos y campesinas que multiplican y comparten saberes para lograr tozudamente sobrevivir en un mundo hostil que los ignora.
No obstante, la conexión de hermandad política entre los excluidos produce la experiencia y el conocimiento indeleble en la mente y el cuerpo de quienes en contacto con la tierra, la geografía, los vaivenes del clima, la caprichosa naturaleza del mundo rural, la vivencia de la actividad sindical, las movilizaciones políticas, los interminables debates y discusiones para trazar caminos y estrategias, las violentas confrontaciones con las fuerzas represivas de los gobiernos neoliberales de las décadas de los ochenta y noventa, las pérdidas, los compañeros caídos en la lucha. Estos los ingredientes que crean el contacto íntimo, indestructible con el profundo conocimiento de las entrañas de un país que los excluye, que los rechaza y que los criminaliza.
Esa relación de piel con su realidad permite el conocimiento que Silvia Lazarte lleva en su sangre, en su espíritu y en su mente, sobre la patria que ama, a la que la siente suya, a la que la sabe suya y a la que se entrega incansable.
Así se hizo dirigente de las mujeres en la Federación del Trópico de Cochabamba, Concejal y Presidente del Concejo Municipal de Villa Tunari en Cochabamba, dirigente de la Federación de Mujeres Bartolina Sisa. Su sendero lleno de escollos, de represiones violentas, de encarcelamiento, de persecuciones, así como de la capacidad de confrontación valiente de la mujer aguerrida de apariencia frágil y de temple de hierro, de mujer que no se rinde.
Una inundación en el Trópico que afecta su tierra y las posibilidades de subsistir la conducen, bajo el ala ancha de un sombrero blanco, hasta Santa Cruz buscando mejores días. Ya elegida dirigente nacional de las Bartolinas recorre interminables senderos por todo el país, hablando con otras mujeres, con otros hombres, sus iguales invisibles en un mundo que las ignora, que los ignora, y en el que no importan.
Lleva el trabajo político al llano, al valle y al altiplano. Un proceso que se le abrió para llegar hasta la Asamblea Constituyente para refundar un país que ella conoce desde los recovecos más profundos de los seres humanos que lo habitan. Silvia Lazarte acude a la Constituyente junto a muchos de los suyos, de los negados por una élite señorial blanca – mestiza, rica y ajena al destino del país, élite que se siente dueña y propietaria del mismo.
El año 2006 Silvia Lazarte es elegida presidente de la Asamblea Constituyente de Bolivia ante la furibunda indignación de los sectores racistas y acomodados y de su prensa abyecta, ante la ira y el sabotaje de los sectores que se sienten ofendidos por el atrevimiento que pretende que la Ley Fundamental sea escrita con una india a la cabeza. Una india que ni siquiera pasó por una escuela pero que representa plenamente el alma de este país, frente a esa casta «ilustrada» que se considera, a sí misma, la única llamada a gobernar y a decidir en “su país – hacienda».
En las nuevas condiciones políticas que vive Bolivia desde que Evo Morales llega a la presidencia del país con el 54 % de los votos en las elecciones de 2005, hecho inédito en la historia boliviana, Bolivia se indianiza, la plebe conquista los espacios institucionales, esos que por siglos estaban reservados a los señoritos blancoides arrogantes por demás y por demás decididos a vender su patria antes que a defenderla. Aquellos que siempre fueron dueños de las instancias institucionales y decisionales del gobierno del país indígena.
La presidencia de Evo Morales dio un vuelco de campana al destino del país manejado por las élites mineras, agropecuarias y financieras marcadas por un liberalismo de cuño entreguista, cipayo, antinacional y sometido servilmente a las imposiciones imperiales del Norte. Cuando Silvia Lazarte preside la Asamblea Constituyente, por primera vez conformada por indios, campesinos, trabajadores, intelectuales de izquierda y también algunos representantes de la derecha neoliberal, se transforma el andamiaje social, político y cultural de Bolivia.
Silvia nos ha dejado y nos ha dejado en un momento histórico trágico, en un momento de destrucción nacional. Pero están presentes su ejemplo, su temple férreo de la mujer guerrera que jamás se rindió para defender a su patria de los colmillos de la antipatria y de los cipayos internos. Viene al caso la frase del nicaragüense Carlos Mejía Godoy «la muerte es semilla cuando hay un pueblo detrás».