COVID-19, ¿y después qué?
Imposible sustraerse de lo que algunos sociólogos califican como un auténtico “hecho social total”. La pandemia de una nueva variedad de coronavirus, bautizado como COVID-19, es un fenómeno planetario, abarca todos los países, atraviesa todas las actividades y manifestaciones culturales del género humano: comercio, industria, transporte de personas y mercancías, sistemas educativos, viajes de turismo y de negocios, espectáculos y deportes y, en fin, nadie puede eludir el asunto que ha alterado la vida de todos y todas.
Los adultos mayores y personas con enfermedades crónicas o con deficiencias inmunológicas son las franjas más vulnerables a los ataques mortales de la enfermedad. Para evitar la propagación del mal, las autoridades ordenan restringir al mínimo el contactoentre seres humanos, confinando a la gente a sus recintos domiciliarios, y se exhorta al lavado frecuente de manos. Se impone una virtual cuarentena con diversos grados de rigurosidad. Son medidas correctas desde el punto de vista sanitario, pero que en ciertos casos chocan con tremendas realidades sociales, como la actividad informal callejera que genera ingresos diarios de sobrevivencia a cientos de miles de personas (falta saber si el llamado Bono Familia ofrecido alivia por lo menos en algo esta situación).
En cuanto al aparentemente sencillo recurso de lavarse las manos, hay que recordar que los servicios básicos como la provisión de agua potable no cubren la totalidad del territorio; carecen de acceso especialmente las áreas rurales e incluso en áreas urbanas, como la zona Sur de la ciudad de Cochabamba, donde el servicio es deficiente y a veces caro.
A estas alturas resulta difícil valorar lo que se está haciendo o dejando de hacer en el país en relación al tema coronavirus, y si el fenómeno está o no siendo usado para fines políticos de propaganda electorera. Llegará el momento de hacer ese balance, sobre todo en función de los resultados y a la luz de las experiencias internacionales. Entretanto, desechando la abrumadora circulación de material tóxico que expanden las redes sociales, verificando hasta donde sea posible la confiabilidad, seriedad e identidad de las fuentes, podemos hallar un torrente de consejos útiles y algunas reflexiones interesantes, las cuales son pródigas sobre todo en preguntas. En tal sentido, compartimos algunas de esas interrogantes.
¿Cuánto tiempo más se extenderá la crisis? ¿Se puede pensar que descubriendo una vacuna y generalizando las mejores prácticas en el tratamiento y medicación de la enfermedad la emergencia podría ser levantada? ¿Se están haciendo esfuerzos conjuntos y coordinados entre diversos países y entidades multilaterales para alcanzar esos objetivos? ¿Cómo se aprecia, tentativamente claro, el daño ya causado por el coronavirus a la economía mundial? ¿Qué regiones o países serán los más afectados en materia económica? ¿Es posible descartar terminante, contundente y definitivamente la teoría de una conspiración o prolongación de las guerras comerciales o hegemónicas en la aparición del COVID- 19? ¿Suponiendo que en algún momento termine la crisis, volver a la normalidad significará volver a la misma situación anterior? ¿Se impondrán razonamientos humanitarios y del bien común o primarán una vez más los fines de lucro de quienes quieren pescar en río revuelto? ¿Organismos mundiales, regiones, países, comunidades, familias y personas aprenderemos las lecciones? ¿Seremos más solidarios y unidos, o retrocederemos hacia comportamientos individualistas, egoístas proclamando el sálvese quien pueda? ¿Habrá para la especie humana un antes y un después de esta crisis? Como estamos de lejos en la franja de inseguridad, si sobrevivimos trataremos, en lo sucesivo, de contestar éstas y otras interrogantes que el problema nos plantea.