Reino Unido: la debacle de los gobiernos de Londres y Edimburgo
El 4 de julio fueron las elecciones generales británicas, en las cuales cayó el partido conservador, tras haber tenido 5 mandatarios diferentes durante 14 años continuos. Desde el viernes 5, el laborista Sir Keir Starmer es el nuevo primer ministro. Pasamos a analizar en detalle los resultados electorales.
Desproporcionalidad electoral.
Este Estado tiene un sistema tan especial que hasta la propia BBC (la cadena pública) reconoce la extrema disparidad entre la votación popular y el número de parlamentarios asignados a cada fuerza. El laborismo, que solo obtuvo un tercio de los votos en todo el Reino Unido, se ha llevado dos tercios de la cámara de los comunes, con lo cual tiene una supermayoría parlamentaria.
En estas islas nunca se ha electo al jefe de Estado (el rey Carlos III nació sabiendo que iba a tener tal puesto, el cual lo hereda y se lo ejerce hasta que muera o abdique) como tampoco a la cámara alta (cuyos 783 lores y baronesas son designados por la corona). El jefe de gobierno (primer ministro) no es electo directamente por la población. El monarca llama al líder o lideresa del partido que comanda una mayoría absoluta en la casa de los comunes para que conforme su gobierno.
El electorado vota solamente por el parlamentario de su respectivo distrito. Quien allí gana, aunque sea por un solo voto, se queda con esa representación. El objetivo de cualquier partido que quiera llegar al poder no es ganar un mayor porcentaje de votos a nivel nacional, sino ganar la mayor cantidad posible de los 650 distritos para lograr más del 50% de la cámara de los comunes.
Según el porcentaje electoral, el laborismo venció con 33.7% de los votos, seguido por el conservadurismo (23.7%), el ultraderechista Reforma (14.3%), el centrista Liberalismo Democrático (12.2%) y los verdes (6.7%). Sin embargo, el primero obtuvo 411 parlamentarios (más del 63% de los 650 parlamentarios), los conservadores apenas 121 escaños y el liberalismo democrático 71, mientras que los partidos verdes y Reforma apenas lograron 4 y 5 parlamentarios, respectivamente (menos del 1% de la cámara de los comunes). Estos 2 partidos casi no tienen presencia en la cámara alta y su representación parlamentaria es menor que las de otros partidos que solo operan en Escocia (como los 9 que obtuvo el Partido Nacional de allí) o Irlanda del Norte (como los 7 del Sinn Féin).
No ha sido tanto un triunfo de Starmer, como la de un agotamiento del conservadurismo.
Si bien Starmer se vanagloria de haber logrado una mejor correlación de fuerzas parlamentarias que otros anteriores líderes de su partido (incluyendo Tony Blair que logró 3 victorias consecutivas electorales), su victoria se ha dado sin despertar mucho entusiasmo popular y con un relativamente bajo porcentaje. Sacar un tercio de los votos es algo excepcional para quien llega al premierato. Su carrera partidaria la hizo atacando a su predecesor Jeremy Corbyn por haber sido derrotado por Boris Johnson en 2019. Empero, en 2017, Corbyn hizo que el laborismo obtuviese 10,269,051 votos (más que los 9,704,655 que los «rojos» sacaron con Starmer). Si bien en ese año el porcentaje del laborismo fue un punto menor al actual, en 2017, en la primera elección que Corbyn lideró al laborismo, él consiguió que su partido obtuviese 12,877,918 votos (40%), lo que implica 3 millones más de sufragios y 6 a 7 puntos por encima que lo que en 2024 este mismo partido consiguiese para llegar al gobierno.
Más que una gran victoria laborista, lo que se ha dado es un desplome de los gobiernos británico y escocés. Los conservadores a nivel del Reino Unido y los nacionales en Escocia han sufrido los efectos de un gran desgaste. Nunca antes los tories han obtenido un porcentaje tan magro (menos del 24%) y esa caída abismal ha ayudado a que los verdes cuadripliquen su cantidad de parlamentarios (de 1 pasaron a 4), que Farage meta a 5 parlamentarios, que el liberalismo democrático logre por primera vez tener más de 70 parlamentarios y que el Partido de Gales duplique su representación (pase de 2 a 4 parlamentarios). Varias importantes figuras tories perdieron sus escaños, incluyendo la anterior primera ministra Liz Truss.
El Partido Nacional de Escocia (SNP) había venido ganando la gran mayoría de las 59 bancas que su país tiene en el parlamento británico. En 2015 solo 3 parlamentarios escoceses no eran de su partido, mientras que 56 sí lo eran. Hoy han perdido 39 bancas y se han reducido a 9, lo que implica un porcentaje de desplome peor que el de los conservadores. Su eslogan fue que al votar por ellos se iba a garantizar un nuevo referéndum para que Escocia pueda optar por su independencia y regresar a la Unión Europea. El independentismo no ha calado tanto y ha retrocedido ante la propuesta de que lo central era echar a los tories del gobierno nacional y, por ende, la mejor opción, ha sido votar por el laborismo, el cual, hasta hace poco, se había reducido a una alicaída tercera fuerza en este país.
Nigel Farage ayuda a socavar a los tories.
Esto ha confirmado algo que habíamos previsto en anteriores análisis. El ascenso de Starmer, a su vez, debe agradecerle mucho a la extrema derecha. Nigel Farage, el gran aliado británico de Donald Trump quien fue el principal artífice de lograr que Reino Unido se salga de la Unión Europea, le quitó votos claves a los tories. Si se suman los electores del conservadurismo con los de su partido Reforma, la derecha llega al 38%, casi 5 puntos por encima de los «rojos».
Farage abiertamente ha querido hundir a los conservadores con la meta de reestructurar a la derecha británica en torno a sus planteos aún más hostiles a la inmigración. Antes su partido UKIP, luego rebautizado como Brexit y hoy como Reforma, ganó las 2 últimas elecciones al Parlamento Europeo en Reino Unido, pero nunca antes logró colocar una bancada en la cámara de los comunes. El mejor resultado que tuvo Farage en unas elecciones generales fue en 2015 cuando el UKIP obtuvo 3,881,099 (12.6%), pero entonces solo obtuvo uno de los 650 parlamentarios. Esta vez, logró casi lo mismo en las urnas, pero sus 4,117,221 votos le han conducido a tener 5 escaños.
Farage anda envalentonado y promete que su partido va a triturar a los conservadores para recibir luego el liderazgo de la derecha. Empero, los tories han gobernado a su país más de un siglo y medio, récord que no lo tiene ningún otro partido del planeta. Antes Boris Johnson pudo lograr que los conservadores ganasen en 2019 las penúltimas elecciones sacando el 43.6% gracias a anular electoralmente al faragismo, acercándose a varias de sus propuestas (con su eslogan «hacer el Brexit ya»).
Gales e Irlanda del Norte.
Mientras el SNP ha sido muy golpeado, sus eternos aliados del Partido de Gales («Plaid Cymru») crecieron apoyados en la costa oeste de este país donde hay muchos hablantes de su nativo idioma celta. Allí su consigna no fue la independencia, sino convertirse en una efectiva oposición al conservadurismo (pero también al gobierno laborista de Gales).
Un fenómeno interesante es lo que ha acontecido en Irlanda del Norte, el más pequeño de los 4 países que componen el Reino Unido, el cual tiene su propio sistema de partidos en el cual casi no operan los de la isla de Gran Bretaña. Esta región cuenta con 18 representantes en el parlamento (menos del 3% de este), los cuales se dividen en 2 bloques (unionistas, protestantes y monárquicos que quieren evitar unirse a la república de Irlanda y los nacionalistas, católicos o republicanos que quieren reunificarse con el resto de su isla).
En 2024, por primera vez Sinn Féin, el partido que en 1916 comandó la insurrección antibritánica y en 1918 el inicio de la independencia, ha ganado en Irlanda del Norte (tanto en número de votos como de bancas). Allí ya son la primera fuerza en la Asamblea y también a nivel distrital. En la adyacente República de Irlanda son también la primera fuerza electoral, pero no se le ha permitido formar gobierno, pues en contra suya se unieron todos sus rivales.
Hasta el acuerdo de paz de pascuas de 1997, Sinn Féin estaba ligado al Ejército Republicano Irlandés (IRA), el cual luego se ha desmovilizado y desarmado. Hoy, este sigue siendo el único partido que se niega a posesionar a sus parlamentarios electos en Londres. Desde 1918 su línea es que hacer ello es reconocer a la corona británica y el que esta siga ocupando su país. Hoy los 7 parlamentarios electos del Sinn Féin nuevamente no asistirán a ninguna sesión de la cámara de los comunes y dirán que su objetivo es que en cada elección crezca el número de representantes suyos para que así, una vez que logren la mayoría absoluta decidan proclamar su propio parlamento independiente en Belfast o reunificarse con el de Dublín.
Además de los conservadores y del SNP, el otro partido en haber sido castigado es el Demócrata Unionista (DUP), el cual se ha reducido a 5 parlamentarios (de los 10 que tuvieron en la época de Theresa May en 2017-19, sin los cuales los tories no hubiesen podido lograr una mayoría absoluta parlamentaria). Los nacionalistas moderados del Partido Social Demócrata y Laboral han retenido 2 bancas, y han sacado una banca tanto el Unionismo del Ulster, los ultras de Voz Tradicional Unionista, la Alianza de Irlanda del Norte (liberales multiétnicos) y un independiente unionista.
Los independientes propalestinos y la amenaza Corbyn.
Además de ese independiente hay otros 5 más, todos ellos en Inglaterra, pero centrados en defender a Gaza y denunciar a Starmer, quien inicialmente apoyaba a que Israel les prive de agua y comida. Esta cantidad de no afiliados electos, así como de parlamentarios que desbordan por la izquierda al laborismo, no tiene precedentes. El más significativo de todos ellos es Jeremy Corbyn, el único líder de un partido que, a poco de dejar su puesto, fue separado de este.
Starmer fue ministro del gabinete en la sombra de Corbyn y ganó las internas laboristas prometiendo continuar su programa y unir al partido. A medio año de ello empezó a sancionar a Corbyn hasta acabar por expulsarlo. Pese a ello, Corbyn retuvo su asiento londinense en islington Norte, el cual detenta desde 1983, casi logrando la mitad de los votos de su distrito. En otras partes, diversos candidatos casi logran ser electos contando con el apoyo de la población musulmana local o de quienes se oponen a la guerra de Gaza, pero, por poco no lo lograron (como fue el caso de George Galloway). Tan picante es ese asunto que una de las primeras cosas que ha planteado el nuevo primer ministro es imponer ya una tregua en ese conflicto.
El hecho de que Corbyn y otros 4 independientes propalestinos hayan derrotado a candidatos laboristas oficiales es una señal para Starmer. Corbyn, al igual como pasó con el primer alcalde que tuvo Londres (Ken Livingstone) podría retornar al laborismo o presionar desde fuera a este para generar una significativa ala izquierda que desafíe al nuevo premier en muchos puntos. En Reino Unido, un primer ministro puede caer si es que la mayoría de su partido y bancada lo pide, algo que eventualmente pudiese acontecer con Sir Keir Starmer.
Mientras el laborismo ha anunciado una nueva serie de políticas (incluyendo abolir ya el planteo de repatriar solicitantes de asilo a Ruanda), los conservadores van a entrar a una «guerra interna» buscando un reemplazo a Rishi Sunak, el premier tory que ha conducido a la peor derrota de su partido. Esta última pudo haber sido mass graves. Muchas encuestas le daban a los conservadores menos del 20%, que hubieran quedado tras Farage en términos de votos o del liberalismo en cuestión de escaños. La campaña de Sunak de alertar sobre el riesgo de que una victoria laborista iba a generar más impuestos e inmigrantes hizo que varios derechistas prefiriesen votar tácticamente por los tories y no por Reforma, para evitar que los rojos ganasen en sus distritos.
Perspectivas.
Un debate que ha de darse es sobre el sistema electoral. Nuevamente, han de crecer las voces de quienes piden que se establezcan elementos de elección proporcional en las elecciones parlamentarias, algo que ya existe en asambleas locales (como la de Londres).
Sunak ha quedado como el primer ministro más suicida de todos. Su apuesta de adelantar las elecciones 5 meses antes de lo que pudiese corresponder, si bien pudo sorprender, fue un tiro por la culata. Esto, aunque no ha sido tan grave como otra maniobra similar hecha en Francia por su presidente Emmanuel Macron, quien convocó a legislativas adelantadas para la misma semana que las que se daban al lado norte del canal de la Mancha. Los tories deberán escoger a un nuevo líder entre los partidarios del ala dura cercana a Farage y quienes buscan una «sola gran nación» más próximas a los liberales.
Estos últimos van a querer aprovechar la oportunidad para ir desplazando a sus rivales tories como los líderes de la oposición. Los amarillos han casi multiplicado por diez su representación parlamentaria, que hasta hace poco era de solo 8 miembros. Paradógicamente, los liberal-demócratas han sacado la mitad del porcentaje que tuvieron en las elecciones de 1983, en las cuales nacieron como fuerza. Empero, entonces sacaron muy pocas bancas. Esta vez, los amarillos decidieron concentrarse en solo ganar la mayor cantidad de distritos electorales y no dispersar sus fuerzas a nivel general, una estrategia que no les dio muchos votos, pero sí muchos parlamentarios.
El laborismo, mientras tanto, cuenta con una descomunal mayoría absoluta parlamentaria y con la alcaldía y asamblea de Londres, así como de las principales urbes de Inglaterra. Ha ganado en los 3 países británicos (Inglaterra, Escocia y Gales) y ha arrinconado al independentismo escocés. Ahora va a buscar tender puentes a la Unión Europea, sin buscar entrar en esta.
Entramos a un nuevo quinquenio laborista y a una nueva época en el Reino Unido.