Ultraderecha avanza en Europa
La extrema derecha ha progresado en las elecciones al décimo Parlamento Europeo. Esta espera dar sorpresas en las legislativas francesas y parlamentarias británicas de inicios de julio y lograr que en EEUU Donald Trump vuelva a la presidencia.
Del 6 al 9 de junio, 27 países fueron a votar para nominar a la Eurocámara. De todas los siete grupos parlamentarios, solo crecieron los tres de la derecha, mientras se estancaron los dos de izquierdas y retrocedieron los dos intermedios.
El «Partido Popular Europeo», compuesto por la derecha conservadora y socialcristiana, volvió a imponerse como el principal. Subió de 176 a 189 escaños de los 720 que componen al mayor parlamento supranacional de la historia. Su principal componentes, el social-cristianismo germano, quedó primero en Alemania con un 30%, sumando más votos que la suma de los 3 partidos de la gobernante coalición «semáforo» (rojos, amarillos y verdes).
La novedad es el crecimiento de las dos fuerzas que están más hacia su derecha y con posiciones euroescépticas o anti-inmigrantes. Estas son los «Conservadores y Reformistas Europeos» (CRE) que subieron de 69 a 73 curules y los aún más extremistas de «Identidad y Democracia» (ID) que escalaron de 49 a 58 curules.
Las fuerzas que se reclaman de alguna forma de izquierda se mantuvieron, pero con una leve caída. La «Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas» obtuvo 135 eurodiputados (solo 4 menos que el quinquenio anterior 2019-2024), volviendo a quedar como la segunda euro-bancada. «Izquierda» consiguió 36 eurodiputados (perdiendo solo 1), pero ello no incluye a los 6 que saco la Liga de Sahra Wagenknecht, la antigua lideresa de la izquierda germana que rompió con esta bajo un programa que combina estatismo con restricciones a la inmigración, y a los 2 del Partido Comunista Griego.
Los dos sectores que fueron castigados son los proeuropeos del medio: el centro-liberal bloque «Renovar Europa» que bajó de 192 a 79 europarlamentarios y los «Verdes y la Alianza Libre de Europa» (compuesta por ecologistas y movimientos que piden más independencia o autonomía a naciones que carecen de un Estado propio) decayeron de 71 a 53 curules.
Los dos bloques ultraderechistas no pudieron unirse. Juntos ambos podrían atraer a otras fuerzas (como el «Fidezs» que gobierna Hungría semi-dictatorialmente desde 2010) y devenir en la segunda euro-bancada.
Los CRE están dominados por quienes conformaron «Derecha Unida» del ex primer ministro polaco Mateusz Morawiecki, quienes llevaron casi la mitad de sus 52 euroescaños por Polonia, y por la «Hermandad Italiana» de la primera ministra italiana Georgia Meloni, herederos del fascismo de Benito Mussolini. Allí está también Vox de España, conformada por admiradores del Generalísimo Franco, el cual lidera el «Foro de Madrid» que une a la ultraderecha iberoamericana (incluyendo al grueso de la mesa directiva congresal y al alcalde capitalino del Perú).
ID es liderado por la «Agrupación Nacional» de Marine Le Pen, cuyas raíces parten de los franceses que colaboraron con la ocupación nazi. Esta ha sido la sensación en estos comicios, pues ha sobrepasado, por primera vez en la historia francesa, el 31% de los votos más que duplicando a los de «Necesidad de Europa» del presidente Emmanuel Macron.
También figura allí la «Liga» del vice-premier italiano Matteo Salvini y otras formaciones extremistas menores. Como asociados se encuentran el isalamofóbico Geert Wilders, quien quedó primero en las recientes elecciones holandesas y quien denomina a su partido (al igual que el ultraderechista presidente argentino Javier Milei) con la palabra «Libertad», y «Alternativa por Alemania» (AfD), el cual, por primera vez, quedó segundo, superando el 15% de los votos y relegando al gobernante Partido Socialdemócrata al tercer puesto. AfD fue suspendida de este bloque cuando uno de sus principales líderes dijo que no todos los nazis fueron criminales de guerra.
Poco antes de dichos comicios, Vox celebró en Madrid un evento masivo donde intervinieron jefes de ambos bloques ultraderechistas (Le Pen, Meloni y Morawiecki), así como Viktor Orbán, el autoritario premier húngaro, representantes de Donald Trump, Millei, el líder post-pinochetista chileno José Antonio Katz y el ministro israelí Amichai Chikli.
Lo que une a este arco de extremistas es su islamofobia, apoyar grandes corporaciones, anti-ecologismo, conservadurismo social, antifeminismo y xenofobia. Algunos, como Millei, son libertarios, mientras Meloni y Le Pen son proteccionistas y antiglobalistas.
Si bien muchos de ellos quisieran llegar a un acuerdo con Rusia para detener la guerra en Ucrania (que tanto afecta los precios del gas y las finanzas europeas) y otros no, algo que les une a todos es su apoyo incondicional al gobierno israelí de Benjamin Netanyahu. Chikli dijo allí: «Esta guerra no tiene solo que ver con el futuro de Gaza o del Estado de Israel. Si no que es una batalla existencial por el futuro de nuestra civilización contra el islam radical, el futuro de la civilización occidental, el futuro de la humanidad.» Todas estas ultraderechas tienen raíces en fuerzas que hace ocho décadas colaboraron con Adolfo Hitler, quien masacró a la inmensa mayoría de los judíos europeos, pero ahora proponen transformar a Israel en su nuevo cruzado anti-Islam. Si antes la xenofobia europea buscaba desterrar a su principal minoría que rezaba en una lengua semita (hebreo), ahora busca hacer lo mismo con la que hoy le ha reemplazado en tal lugar (los que recitan diariamente al Corán).
Santiago Abascal, caudillo de Vox, visitó recientemente a Netanyahu, para darle su apoyo incondicional, pese a que él avala la reconquista y conquista españolas y el franquismo antisemitas.
El mismo domingo 9 de junio, en que Macron se enteró de sus destrozos resultados electorales, él disolvió la Asamblea Nacional llamando a elecciones legislativas adelantadas. Parecería una locura que él quisiera hacer eso tras haber obtenido en las euro-elecciones apenas el 14.6% de los votos franceses, menos de la mitad del 31.4% del lepenismo. Tuvo que escoger cuál mal era el peor: si seguir gobernando teniendo a una envalentonada ultraderecha que le demandase nuevos comicios parlamentarios o tomar la iniciativa y tratar de frenar a esta de un solo golpe.
A diferencia de las euro-elecciones donde hay cierto nivel de representación proporcional, en Francia se aplica el sistema de dos vueltas. La primera ha de ser el 30 de junio y la segunda el 7 de julio. Macron espera seguir el ejemplo de Jacques Chirac en 2002, el cual, pese a su desprestigio, logró imponerse polarizando a Francia entre el antifascismo y Le Pen padre. Esta jugada, empero, es riesgosa, y es posible que el lepenismo avance y le fuerce a que se confeccione un futuro gabinete con ministros o un premier ultraderechistas.
El jueves 4 de julio, en medio de estos dos domingos, son las elecciones generales británicas. Mientras en Francia no está en juego la presidencia, en Reino Unido, el partido que obtenga mayoría absoluta de los 650 parlamentarios será invitado por el rey a gobernar.
Todo indica que la jugada del premier británico Rishi Sunak de adelantar cinco meses antes los comicios no le va a dar muchos réditos. Algo que motivó tal decisión fue evitar que la influencia del auge de Trump le afecte, pero Nigel Farage, el trumpista líder que logró sacar al Reino Unido de la Unión Europea, decidió volver a postular y su nuevo partido Reforma ha empezado a alcanzar a los conservadores en algunas encuestas. Esto debilita aún más las chances conservadoras frente a los laboristas, quienes se sienten ganadores, pero podría forzar a los «tories» a derechizarse y pactar con la ultraderecha.
Un eventual triunfo laborista haría que Londres, Berlín, Madrid y Lisboa tengan gobiernos socialdemócratas. Esto en un contexto en el que, por primera vez, la derecha fura ha terminado primera o segunda en 10 de los 27 países de la UE.