300 palabras, un mundo
Rusia, de la izquierda con amor
Putin se morfó a la izquierda, cínica aseveración sobre el comportamiento de esta tendencia política confrontándola con sus principios ¿Cómo era posible que quienes decían enarbolar los ideales más nobles y aspirar a un mundo mejor se volvieran corifeos del Putinismo? Difícil explicar el pragmatismo de Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel que regularmente criticaban al intervencionismo y defendían la soberanía de los pueblos y ahora aprobaban una invasión: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Algunos intelectuales prefirieron esperar en silencio una victoria rusa rápida. Aunque la postura oficial de la izquierda siempre fue la mesa de negociación -Lula, Noam Chomsky- o que Ucrania se rinda. Sólo Gabriel Boric y Slavoj Žižek pidieron apoyar la OTAN y suministrar armas a Ucrania.
Volodymyr Zelensky tampoco hizo mucho para acercarse a la izquierda o no le interesó. Su partido El Servidor del Pueblo era antisistema, como el Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon o Podemos de Pablo Iglesias. Pero la izquierda se fue alejando de él desde que su nombre apareció en los Pandora Papers, el gran crítico de la corrupción convertido en corrupto.
La izquierda se enervó de la superioridad moral exhibida por occidente. López Obrador expuso esta hipocresía de EE.UU.: yo pongo las armas, Ucrania los muertos. La nostalgia juega también su rol, ver un gobierno empeñado en derribar estatuas de Lenin y al otro lado soldados rusos portando la bandera roja -la usan como símbolo de victoria no como estandarte comunista-.
Para los latinoamericanos es difícil ir en contra de Rusia por el profundo amor hacia ese país que siempre estuvo a nuestro lado. Los lazos de solidaridad son profundos. Ni en los tiempos de Banzer la URSS dejó de ayudar a Bolivia. Generaciones crecieron bebiendo de la cultura rusa. Todos tenemos algún pariente que se llama Vladimir, Pavel, Nikita. No conozco a ninguno que no tenga Tolstoi, Chejov o Dostoievski tatuado en el corazón.