G7: Zelensky tiene que terminar la faena

La fotografía de los miembros del G7 con el fondo del monumento a las víctimas de la explosión atómica de Hiroshima trae una pregunta ineludible, ¿por qué eligieron esa ciudad para reunirse? Si para todos Hiroshima significa lo que no tiene que volver a ocurrir. Allí se acabó un punto en la historia humana: la segunda guerra mundial, y se inició uno nuevo: la confrontación del mundo bipolar. Tal confrontación no fue un apocalipsis nuclear sino un proceso de descomposición de uno de los polos.

¿Qué hacía allí Volodímir Zelensky, si él no pertenece al selecto grupo? Estuvo por las grietas que hay en el entorno geopolítico de la guerra. Él como marioneta de la ingeniería política sólo pide financiamiento y armas. Para entender su presencia, hay que entender al padrino del G7, EE.UU., quien es un peleador callejero que amenaza al contendiente con no realizar una maniobra para distraerlo -las famosas líneas rojas- sin embargo, ya lo estuvo haciendo y cuando el otro se da cuenta le salta con un mosquetazo. Primero fueron los HIMARS, luego los tanques Leopards, ahora los F16. El G7 usa la diplomacia coercitiva para sus intereses. Quieren convencerse a sí mismos de que la única vía de desarrollo es estrangular Rusia y bloquear el avance tecnológico chino.

Zelensky, conocido por su aventurerismo -descripción de la inteligencia americana-, juega sus últimas cartas en una guerra de desgaste. El G7 le pide acabar la faena este año porque su cháchara va pareciendo más promoción de tienda de ropa: ofensiva de primavera, ahora ofensiva de verano.

La fotografía del G7 en Hiroshima parece una postal de niños malcriados en un sandbak con misiles y F16 en lugar de palomas. Quieren bloquear el plan de paz chino con una escalada armamentística sin precedentes. Si vivimos en la época de desgaste del unipolarismo y ascenso del multipolarismo, ¿no será tiempo de pedir a los niños que paren de botar tanta arena?