José Antonio Quiroga<" />

Cuando las viejas respuestas no sirven para responder a los nuevos problemas

El MAS, el lecho de Procusto y la idiotez

Lorgio Orellana Aillón

En su momento de mayor irradiación hegemónica, uno de los rasgos de la formación del MAS fue su capacidad de articular a sectores externos al núcleo de campesinos cocaleros. Por ejemplo, su aproximación hacia «los sectores medios» en 2002, primero, mediante la figura de José Antonio Quiroga y, luego, de Álvaro García Linera, en 2005, mostró que los campesinos del trópico, y su líder Evo Morales, se constituían en una fuerza centrípeta que aglutinaba dentro de su esfera de influencia a otros sectores sociales.

Ello, claro está, sucedía en tanto los nuevos aliados no cuestionasen el liderazgo de Evo Morales. La línea política oficial del MAS, a lo largo de estas dos últimas décadas, para encarar la disidencia política interna o la posible concurrencia de corrientes externas – también definidas como «de izquierda» – se asemejó bastante a la actitud de Procusto, un personaje mitológico que hacía acostar a sus huéspedes en una cama de hierro que tenía la propiedad de cortar las extremidades de los mismos, cuando excedían el tamaño del lecho;  o, cuando eran más bien pequeños, se los descoyuntaba jalando sus extremidades para que quedasen a medida.

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Eso devino cultura política partidaria. Es larga la lista de «mutilaciones» políticas en la historia de dicho partido, táctica que fue el origen de sus adversarios.  Esto es muy conocido. El actual gobernador de Chuquisaca, Damián Condori, por ejemplo, que venció al candidato del MAS en las elecciones subnacionales de 2021, fue dirigente campesino de la CSUTCB y afín al MAS. En 2014, se alejó de dicho partido pues la dirigencia del MAS rechazó la candidatura de Condori a la gobernación, propuesta por los campesinos de Chuquisaca. Como campesino indígena, Condori podría convertirse en una competencia para Morales. De ese desgajamiento resultó una alternativa política que hoy es gobierno departamental en Chuquisaca.

Otro caso, esta vez fuera del partido, fue el tres veces elegido alcalde René Joaquino de Potosí, desaforado durante su tercer mandato mediante acusaciones de corrupción por un poder judicial entonces controlado por el MAS. De modo equivalente, cuando la dirección cívica de aquel Departamento fue asumida por gente ajena al MAS, fue igualmente desconocida como dirigencia legítima. Esto contribuyó a generar una animadversión anti-gubernamental que estalló en 2019.

La lista es larga, el MAS también perdió la Alcaldía de El Alto, precisamente porque Eva Copa, candidata preferida entre las organizaciones sociales aimaras, podía ser una posible amenaza al liderazgo de Morales, quien prefirió escoger a dedo a su propio candidato. Éste, finalmente, también resultaría perdedor en las elecciones de 2021.

Hoy, el partido se encuentra dividido en dos, entre otras cosas porque Morales ve en Luis Arce Catacora y David Choquehuanca a dos posibles contendientes con miras a las elecciones de 2025. La práctica de la «mutilación» política ha derivado en la escisión del propio MAS.

Si en su etapa de irradiación hegemónica una de las características del MAS fue la construcción de alianzas y la articulación de intereses dentro de su proyecto político; su declive se caracteriza por desgajamientos y escisiones que lo están reduciendo a lo que fue su núcleo duro, básicamente las Federaciones del Trópico de Cochabamba.

Jürgen Habermas definió una vez la irracionalidad como la incapacidad de seguir aprendiendo. La alta dirigencia del MAS padece del mismo problema que en 2003 sufrió Gonzalo Sánchez de Losada, prisionero de sus propios dogmas. Parafraseando a Sergio Almaraz, en los grandes declives de las organizaciones políticas se disemina la pereza del pensamiento, un proceso de imbecilización colectiva afecta a amplias capas de estas formaciones partidarias.

Lo que nos devuelve a la leyenda de Procusto: «Es una formidable expresión de la mentalidad idiota; palabra que viene del griego idios, que significa lo propio, es decir, idiota es todo aquel que ve sólo lo propio y nada más. El idiota desecha todo lo que no encaja con su miope visión» (Arturo Bravo Retamal). El idiota pretendería ser la medida de todas las cosas. En tanto la vocación hegemónica implica capacidad de interpelar y articular los intereses de los otros al interior de un proyecto político -es decir «ver al otro»- la egocracia caudillista de la dirigencia del MAS, por años alimentada en ese partido, lo está conduciendo a su aniquilación.

Hay una lógica subyacente en todo esto. Quienes se obstinaron dentro de ese partido en mantener la supremacía de Morales, buscaban preservar bajo su tutela la unidad de dicha formación. En aquel escenario la eliminación de otras opciones menores no planteó una división de importancia, en tanto la figura del caudillo oficial no fuese cuestionada. Otra cosa era que su principal adversario deviniese el Presidente del Estado, aquí los métodos que tuvieron cierto éxito en el pasado se están mostrando como contraproducentes, poniendo, esta vez sí, en riesgo su futuro.

Albert Einstein definió una vez la estupidez como el intento de alcanzar un resultado distinto, haciendo lo mismo que ya ha demostrado ser un verdadero fracaso. La práctica de mantener la supremacía descartando a los opositores menores, que funcionó en el pasado, hoy ya no sirve. Evo Morales cree que alcanzará el poder cortando cabezas, al estilo de la Reina Roja (Lewis Carrol, Alicia en el país de las maravillas). Eso le funciono cuando era hegemónico. Otra cosa es bregar por volver a ser hegemónico, lo que se asienta principalmente en el arte de seducir y convencer, que a su vez requiere de astucia e inteligencia.

La pérdida de la lucidez es aquí expresión de la crisis paradigmática del populismo. Las viejas respuestas no sirven para responder a los nuevos problemas; y, como decía Carlos Marx, la sociedad se plantea aquellos problemas que está a su alcance resolver. Esto acontece cuando las condiciones están maduras: el Búho de Minerva solo alza el vuelo al caer el crepúsculo. Superar el lastre ideológico populista es, sin duda, una de las tareas del pensamiento político de izquierda.

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