Navidad y destrucción del medio ambiente

Gustavo Portocarrero

La crisis que vive nuestra Tierra va llegando a tan alto grado de gravedad que ya  ningún acto en la economía de la denominada libre empresa, puede considerarse inofensivo al planeta y, menos, ser pasado por alto. Es tiempo de reflexionar con responsabilidad, ya que cualquier cosa que se haga puede afectar a nuestra casa común terrestre, donde los peligros que se le avecinan se ven llegar aún peores.

Muchísima gente desconoce que uno de aquellos se denomina: Navidad. Naturalmente su celebración es derecho del ser humano para manifestar sus creencias mediante actos sociales y/o expresar libremente sentimientos y deseos de paz y bienestar para familiares como amigos. Infelizmente todas las enseñanzas de modestia, humildad y desapego por los bienes materiales, que fueron legado moral por siglos del fundador del cristianismo, no significan otra cosa  –en estos tiempos–   que un recurso hábil del sistema económico para incrementar  –en forma astronómica–  sus ganancias, aprovechando la festividad religiosa y aún degenerando su original contenido histórico.

Claro está que, en ese afán  –poderoso aluvión provocado por la economía dominante–   no se puede remar contra la corriente y, guste o no, acaba arrastrando y arrasando con todo lo que ofrezca resistencia. Bien parece que se han hecho realidad los principios de la filosofía estoica griega antigua, en cuando sostienen que ante un fenómeno poderoso inevitable, el Destino, es preferible dejarse llevar por aquél. Resistirlo es vano e imposible.

De esta manera lo anormal es ahora lo normal. Cualquier criterio imparcial aprecia que la celebración navideña se manifiesta apenas en cortos lapsos de oraciones o concurrencia a un templo. Empero, la mayor parte del festejo guarda una prolongada duración por haber consumo de comidas, bebidas, regalos, utilería, transportes e infinitas formas de productos generados por la industria y distribuidos por el comercio. Todo lo anterior genera efectos de crisis aterradora para el medio ambiente, como se verá más adelante.

El fenómeno más importante de la crisis se denomina: incremento de la producción, porque todo lo que se puede ser objeto de negocio se concentra para el mes de diciembre, donde las ventas avanzan en forma desproporcionada. El mercado exhibe un  muestrario  mundial donde todo aparece multiplicado: desde elegantes automóviles hasta innumerables papeles de infinitas variedades (incluyendo el papel higiénico); desde una millonada de creaciones e inventos para regalos ornamentales (tanto personales como para la casa) hasta alimentos (animales y vegetales) con infinitas variaciones de sabor, color, forma, envase y tamaño. Bebidas, incluyendo las alcohólicas, es lo que más se consume por su fácil acceso.  Si hablamos de vestimenta, uno puede ahogarse con ofertas de ropa interior, exterior, sombreros, gorras, zapatos, con no sólo una infinitud de modelos, colores, combinaciones, grosores, tramas de tejido, sino también de marcas. Se destaca que la materia prima para todo aquello ya se contrata o adquiere con muchísima anticipación para evitar desfases.

No olvidemos tampoco, que en los países del norte del mundo, dado el frío invernal, se emplea la calefacción eléctrica para el disfrute y gozo del sagrado festín, aún desde días anteriores. Si hablamos del transporte, es alarmante el elevado consumo de gasolina por su enorme demanda en estas fiestas. Todos se desplazan localmente en vehículo, aunque también, viajan.

Los defensores a ultranza del “crecimiento económico”, decoran su afán lucrativo (por  no decir su angurria lucrativa) destacando que, gracias a su actividad creadora y productora, la economía se mueve en forma positiva, al generarse una mayor ocupación laboral como el incremento de los impuestos. Claro está que no mencionan  –ni en lo mínimo–  la tremenda carga que pesa sobre el Paneta Tierra. El costo ecológico que aquello importa será destacado con tres problemas importantes: abuso de la energía, efectos físicos de la iluminación nocturna y, contaminación lumínica. Vamos ahora al grano.

1. ABUSO DE LA ENERGIA. Para producir bienes se emplea la energía eléctrica y para generar ésta existen cuatro fuentes, ya habituales, que aún no han cambiado: el carbón, el petróleo, las turbinas propulsadas por agua y finalmente, la energía nuclear. Las dos primeras producen dióxido de carbono (CO2) y otros químicos, que ascienden al espacio aéreo de nuestro planeta para incrementar el calentamiento terrestre. La tercera, provoca la desertificación de las tierras al privarlas del agua y el refrigerio natural que producen las corrientes de los ríos. Dicho de otra forma, sus aguas acaban aprisionadas e inmovilizadas en represas; además se destruye el clima aledaño. Finalmente, la cuarta, produce la inevitable basura radioactiva y se halla expuesta al albur o riesgo de explosión nuclear, por cualquier accidente externo. Recordemos la tragedia japonesa de Fukushima.

La conclusión de lo expuesto no se hace esperar: “la producción de bienes para Navidad, (que  incluye los servicios),  por ser mayor que la el resto del año, ocasiona mayor calentamiento terrestre y mayor destrucción adicional”

Me produce un sentimiento de temor cuando toco el tema de la basura navideña, porque no se trata solo de examinar los volúmenes acumulados de papel y otros residuos de basura regular de la temporada. Lo que debería causar toda preocupación y acción consiguiente es aquello que la mayoría desconoce; se trata de los efectos de buena parte de la basura productiva. A esta última le he dedicado un semestre en una universidad norteamericana, para entender lo gravísimo que  aquella guarda, denominada y catalogada por sus códigos ambientales, como: “basura peligrosa” (basura biológica, basura química, basura radioactiva), cuyo articulado  regulatorio en los EE:UU, supera los cinco dígitos.

No se hace esperar, en consecuencia, otra conclusión: “La producción de bienes para Navidad,  –sin perjuicio de su considerable basura regular–  acelera   también la producción de la basura peligrosa

2. EFECTOS FÍSICOS DE LA ILUMINACIÓN NOCTURNA. La iluminación nocturna, que provoca consumo exagerado de electricidad, ocasiona otro extraordinario capítulo de consumo mundial que, cuantificado para la información estadística, resulta tan aterrador por el elevado número de unidades de consumo (vatios) Si se sumara el consumo solo con esta unidad, faltaría espacio en la línea del papel para anotarlo; aún escribiendo con sus múltiplos para facilitar el entendimiento (kilovatios, megavatios, o giga vatios) el resultado es de todas maneras de difícil comprensión para el hombre común, que desconoce la materia.

Olvidando, por el momento, el uso de la calefacción   –ya enunciada más atrás–  debe destacarse el uso de aparatos electro domésticos: cocinas, batidoras, licuadoras, lavadoras, secadoras, cafeteras a energía, refrigeradores, transmisores y receptores de radio y televisión, teléfonos eléctricos,  microondas, aspiradoras, computadoras  –¡basta, ya!–  que se añade al consumo. Sumémosle la iluminación comercial callejera y las cosas empeoran; añadamos a esto la iluminación particular y resulta que desde cualquier satélite en el espacio se percibe que el planeta Tierra presenta fuegos encendidos. Así se ha informado.

Y a propósito de la iluminación particular nocturna, ésta ya no es sólo interna, sino también crecientemente externa. Aquí, en los EE.UU, parece un acto de competencia el embellecer, durante las  noches, los perfiles de las viviendas con luces de variados tamaños y colores (desde el techo hasta el suelo, sin excluir jardín y cerco) a los cuales hay que añadirle letras y letreros, dibujos y temas navideños,  trineos con paquetes de regalo e, incluso, figuras en movimiento dinámico inteligente. Esta situación permanece todo el mes de diciembre y se prolonga hasta los primeros días de enero)

No se necesita de estadísticas para darse cuenta que las utilidades de las empresas generadoras de electricidad, son astronómicas. “A mayor ganancia por el  incremento de la electricidad, mayor daño contra el medio ambiente”, es otra ley de verdad irrefutable.

La entidad combativa española “Ecologistas en Acción” que, dicho sea de paso, no le cede un milímetro a los destructores de la Tierra, hace ya cinco años hizo su denuncia:

España es actualmente el país de la UE que más se aleja de su objetivo de Kyoto. Las emisiones de CO2 se han incrementado en 2004 en un 47,87% y en 2005 en 52,88% respecto a las de 1990, a pesar de que el compromiso español es de no aumentar en más de un 15% para el año 2012.

Multipliquemos ahora o, para no ser exagerados, sumemos el consumo global de más de diez mil ciudades del mundo para conocer el impacto ambiental,  –cosa que aunque nadie lo ha hecho todavía–  y sobrarán lectores que sufrirán un “shock” eléctrico en su organismo.

Si solo pensamos en Nueva York, Tokio, Londres, París, Berlín, Ámsterdam, Roma, Madrid, Buenos Aires, Sao Paulo, México, y otras urbes monstruosas, apreciaremos que el efectivo Fin del Mundo (cuyas predicciones fracasaron en diciembre de 2012 por su mezcla con fantasías), está por llegar, sin adornos de misticismo, cábala ni imaginación. No es exagerado sostener que el calentamiento terrestre es digno de una olímpica medalla de oro.

3. CONTAMINACION LUMINICA. Independientemente del problema del calentamiento terrestre, la Navidad produce una fantasmal contaminación lumínica, que requiere de una previa explicación orientadora. Este problema se hubo generado y acelerado en el Siglo XX, primero con el descubrimiento de la electricidad y, luego, con su uso comercial y la invención de lámparas y bombillas eléctricas.

A medida que se perfeccionaba la tecnología, los artífices de los buenos negocios se dieron rápida cuenta que la noche es la mejor oportunidad para hacer llegar efectivos mensajes iluminados a las poblaciones, para embrutecerlas con propaganda comercial. Nadie se apercibía del gran daño que produciría el espectro vivo de la luz nocturna sobre el medioambiente.

Las ciudades están  saturadas de resplandor nocturno. Su esplendor urbanístico es la miseria de del Planeta Tierra y de la humanidad que vive en ella. Los halos luminosos sobre el espacio terrestre son espectros fantasmales que se pueden apreciar hasta 20 Km en el espacio aéreo. Estos halos, dejan al descubierto y delatan  –además–  el polvo que flota en el aire, la humedad y otros gases venenosos, que buscan víctimas.

Van sólo algunos ejemplos del daño que produce la contaminación lumínica:

  1. Así como el mundo vegetal precisa de la luz para realizar la fotosíntesis, igualmente precisa de la obscuridad para la absorción del dióxido de carbono (CO2) El efecto no trae lugar a dudas; al no asimilar la vegetación toda su necesidad del CO2, éste último queda en el aire y el hombre lo respira.
  2. Gran parte la alteración de las cualidades de la flora terrestre –por desajuste ambiental–  se debe a la contaminación lumínica (pérdida de hojas, frutos pobre calidad, limitación en su vida y otras frustraciones biológicas (que no precisan detallarse ahora)
  3. Los informes científicos han confirmado que la luz nocturna afecta al ciclo del plancton (que produce oxígeno para el mundo) Esto se da particularmente en las costas habitadas de los mares.
  4. Afecta, por el deslumbramiento, al gran mundo animal de las aves nocturnas, alterando sus conductas.
  5. Afecta sin duda alguna a la psique del ser humano especialmente cuando la luz de las calles no deja dormir, produce insomnio, nerviosismo y fatiga. En las carreteras es altamente peligroso para un conductor nocturno encontrarse con luz a la inversa.

La Unión Astronómica Internacional ha cuantificado en millones de dólares americanos los ingentes gastos de la iluminación hacia el cielo. Ya se ha dicho y probado que con menos luz se podría iluminar mejor.

Nadie debe perder de vista que la festividad de Navidad y especialmente la Noche Buena, es lo más pernicioso del año para el medioambiente, por los efectos ya indicados, que produce.

No pude llegar a conclusión alguna, al reflexionar si las jerarquías cristianas se han entregado, con piadosa resignación, a las excelencias paganas que brinda el sistema de la destrucción de la Tierra; o, a la inversa es éste el que las ha seducido para convertirlas en una especie de socias, aunque sin utilidades de sus ganancias.

Ante tanto interés material, o materialismo práctico de la grey, me deja estupefacto leer al filósofo alemán Nietzsche cuando afirma que: hubo un solo cristiano, y ese murió en la cruz. La navidad es una fiesta pagana, que nada tiene de humildad, contradice la sencillez de los primitivos cristianos y  nos muestra ahora un rebaño de mansas ovejas del sistema, alejado de su ejemplar Pastor. Me recuerda también tiempos, aún mucho más anteriores, cuando Moisés se fue a orar a las  montañas por prolongado tiempo; empero, al descender hacia su amado pueblo, lo encontró sumido en disfrutes materiales (culto al Becerro de Oro)

Y seguirán subiendo al espacio  –por  miles y miles–  toneladas y toneladas de dióxido de carbono y otras sustancias tóxicas. Con toda seguridad, van a producir un infierno en pleno cielo. Probablemente el buen San Pedro ya se encuentre sufriendo las primeras toses convulsivas, tipo asmáticas, resultado de tan asfixiante acumulación.

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