La magnanimidad no evita la salida por el desastre

Carlos Echazú Cortez

Que Bolivia vive en estos días un intento de golpe de Estado, no debería ya caber duda para quienes pueden escudriñar un poco más allá de las rimbombantes declaraciones de «defensa de la democracia» que hacen algunos tradicionales políticos de derecha. Las evidencias están por todos lados, para no mencionar las innegables similitudes que se presentan con otros países donde los denominados «golpes suaves» se llevan adelante. Ya se está anunciando un Guaidó boliviano, ¿qué otra prueba hace falta?

Sin embargo, se hace imprescindible esclarecer el carácter del golpe que se está gestando, dado que pareciera haber confusión respecto a esto. Una muestra clara de esa confusión se presenta hasta en reconocidos pensadores de la izquierda Bolivia. Rafael Bautista, por ejemplo, en su artículo «Bolivia. La solución por el desastre», propone que el gobierno realice una «renuncia magnánima a un triunfo demasiado cuestionable y aceptar la segunda vuelta». Se entiende que esa sería la manera de evitar una solución por el desastre, vale decir el enfrentamiento entre las dos posturas en las que hoy se divide Bolivia. Lo primero que llama la atención es que la propuesta es la misma que hace la Comisión de Observadores de la OEA, aquella que la embajadora mexicana en esa instancia ha calificado de extremadamente parcializada, además de decir que era una aberración que se pronunciara con una sugerencia antes de que el Tribunal Supremo electoral haya concluido su trabajo. Entre otras cosas, esa intervención injerencista de la OEA es otra de las evidencias del golpe que se trama contra Bolivia.

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Ahora bien, supongamos que se cae en el extremo de la ingenuidad (para no decir, rendición ante el golpe) y se adopta la decisión «magnánima» de renunciar a la victoria electoral (Cuya «cuestionabilidad» hasta el momento no ha podido ser demostrada ni con un solo elemento de prueba de Fraude), en aras de evitar «una solución por el desastre». ¿Qué es lo que evitaría entonces que se alcen los campesinos ante un flagrante desconocimiento de su voto y de su victoria?, y además ¿qué es lo que hace pensar que Mesa y los demás golpistas aceptarían su derrota en la segunda vuelta? Acá hay que tener una cosa muy clara, el desconocimiento de la victoria de Evo no estuvo determinado por unas supuestas irregularidades que se manifestaron la noche del 20 de octubre cuando el Tribunal Supremo Electoral detuvo el cómputo preliminar. Ese desconocimiento, más bien, ya estuvo anunciado públicamente antes. Por eso es que la detención del cómputo, aquella noche, fue el pretexto ideal que encontraron los golpistas. Pero de no haber ocurrido esa detención en el cómputo, el desconocimiento ya estuvo anunciado públicamente con anterioridad.

Como se pude ver, la «renuncia magnánima» que propone Bautista no evitaría en absoluto el desastre, que efectivamente es una posibilidad cierta.

Y ¿cómo entonces se puede evitar el desastre? Para esbozar una salida que no sea por el desastre, hay que comprender el carácter del golpe que está en marcha. Se trata de un golpe fascista, y un golpe de esa naturaleza no puede ser enfrentado con «magnanimidad». Ese fue el grave error de la socialdemocracia europea, que dio paso a que el nazismo (fascismo) desatara la segunda guerra mundial, es decir, la solución por el desastre. Eso quiere decir que la «magnanimidad» conduce, ella sí, a la solución por el desastre.

Si, por el contrario, se encara el conflicto actual promoviendo una campaña en torno a que efectivamente está en curso un golpe y que detrás de ese golpe está el fascismo, entonces es posible, que muchos sectores que han caído ingenuamente en el discurso falso de la «defensa de la democracia» que hacen los fascistas, abran los ojos y, entonces dejen de prestarse a ser instrumentos de esa nefasta política. Hay que desenmascarar a las fascistas y una vez desenmascarados, se los aísla y luego se los vence. Así se los venció el 2008 cuando desataron el golpe cívico prefectural. Su racismo (que es la esencia del fascismo) fue abiertamente puesto en evidencia, entonces fue aislado y finalmente derrotado.

Existe sin embargo una dificultad para que esa campaña de desenmascaramiento del fascismo tenga éxito. Se trata del 21 de febrero que está ejerciendo una sombra muy poderosa sobre el conflicto actual. La explicación de que se está pretendiendo desconocer el voto de los indígenas, sin la menor prueba de fraude, no está haciendo mella en sectores amplios de la clase media, porque responden entonces «Ellos también desconocieron nuestro voto el 21 de febrero«. Por esta razón es necesario zanjar cuentas con el 21 de febrero en primer lugar.

Y entonces hay que demostrar el carácter completamente antidemocrático del 21 de febrero, puesto que allí se puso a votar en torno a si los indígenas podían o no podían seguir votando por su candidato. He ahí la esencia antidemocrática, de ese referéndum, puesto que nadie, ni si quiera la mayoría, ni si quiera el soberano, puede prohibirle a un sector de la población ( así sea minoritario coyunturalmente) votar por su candidato, puesto que al hacerlo se están vulnerando los derechos más básicos de la democracia, vale decir, que cada quien vote por el candidato de su preferencia.

Cuando se determina de esta manera el carácter del 21 de febrero, se tiene entonces que en ese momento se pretendía prohibirle a los indígenas votar por su candidato, ahora, el 20 de octubre, se pretende, anular sus votos. Ahí, en esas dos pretensiones está claramente expuesto el carácter racista y fascista de la derecha que hoy promueve un golpe de Estado.

Carlos Echazú Cortez

Paceño nacido en 1964. Graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Uppsala en Suecia. Se ha desempeñado como docente universitario en varias universidades públicas y privadas del País. Ha dictado cátedra en las materias de Historia de Bolivia y Ciencia Política. Es autor de dos ensayos político-históricos sobre el “Estado y dominio de clase” y “Estado y clases dominantes en Bolivia”. Ha escrito también un manual crítico en métodos de investigación denominado “Crítica al método y método crítico”.

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