Mauricio Medinaceli/
¿Violencia?… No gracias. Soy un hombre de demanda
Imagen:Tashkent, capital de Uzbekistán, Ciudad de piedra, en turcomano,
El otro día un amigo (a quien tengo mucha admiración y respeto) “colgó” una noticia en el Facebook. En ella, se enumeran las empresas que más contaminan en el mundo, dejo el link por aquí para que lo revisen. Semejante título hizo que vaya a la noticia y la lea con avidez… fue triste mi sorpresa cuando me di cuenta de que, la persona que escribió dicho artículo es una persona de oferta, y yo, como muchos ya lo saben, soy una persona de demanda.
El artículo menciona que las empresas que más contaminan el mundo (digamos, las culpables, el diablo mismo) son, casi todas, empresas petroleras. El cálculo de la persona que escribió el artículo fue muy sencillo, la producción multiplicada por el factor de contaminación. Es claro, una empresa que produce tomates contamina menos que una productora de petróleo.
¿O no? En realidad, para mí no es necesariamente así. Porque soy una persona de demanda.
¿Qué quiere decir eso? Y aquí acudo a uno de los programas de otra persona a quien también admiro mucho, María Galindo (de Mujeres Creando). Ella tiene un programa radial que se llama “Barricada”. En él, María Galindo no entrevista… repito, no entrevista a los invitados; lo que hace es, interpelarlos. Dicho de otra manera, los sacude como a tambor.
A mi juicio, el programa no trata de escuchar al entrevistado; si no, trata de que María cuestione todo lo que el entrevistado hizo, hace y hará en su vida. Cuando leo los comentarios en el Facebook, acerca de que “no deja hablar a la persona”, “eso no es una entrevista”, “qué barbaridad” … no dejo de esbozar una sonrisa, quien va allá sabe (o debería saberlo) que no es un espacio para justificarse, al contrario, es un espacio para escuchar.
En una de las barricadas, María Galindo interpeló a un funcionario de la alcaldía con relación al maltrato a las trabajadoras sexuales. En pocas palabras, la queja de María Galindo era el castigo a estas trabajadoras por las condiciones en las que ejercen su trabajo, ciertamente no son el Hilton de Nueva York. El tema es que el funcionario público defendió su trabajo indicando que su tarea era (y es) defender al consumidor… sí, al consumidor. En el audio (porque este programa no tiene video) se advierte la indignación de María al escuchar ello. Es decir, en un afán de cuidar al consumidor de servicios sexuales, es necesario castigar a las trabajadoras que ofrecen dichos servicios en ambientes “que no cumplen la norma”. ¿Es que acaso la sensatez está ausente aquí?
¿No sería más sensato educar a la demanda que castigar a la oferta?
Vamos al caso del narcotráfico. Éste, como cualquier mercado, es una situación de oferta y demanda. La oferta generalmente viene del sur y la demanda usualmente viene del norte. Entonces, como las sociedades del norte consideran que el consumo de este bien “no es correcto” se dedican a recortar la oferta, es decir, controles, permisos, redadas… todo para restringir la oferta. Ello genera niveles de violencia inconcebibles… y, como lo insinuó Milton Friedman, genera un precio tan elevado (por el riesgo asociado) que paga cualquier nivel de violencia.
Es como un círculo vicioso. Los narcotraficantes compran armas. La policía compra más armas. Los narcotraficantes compran misiles, la policía restringe la oferta de misiles. Los narcos (ya los llamaré así) compran submarinos, la policía controla submarinos. Los narcos tienen satélites, la policía controla los satélites… y así, hasta que el costo de comercializar droga sea menor a su beneficio.
¿No sería más sensato educar a la demanda que castigar a la oferta?
Ahora vamos al caso de la contaminación. El artículo al que me referí al inicio “echa” toda la culpa a los productores de petróleo… a las empresas productoras de petróleo. Sin embargo, deja a un lado a todo el tropel de consumidores que: a) prefieren comprar un auto a utilizar el transporte público; b) que tiene hasta 4 autos en casa (uno por cada familiar); c) para un recorrido de pocos metros utilizan un taxi; d) son devoradores de bolsas plásticas; e) tienen 3 televisiones de plasma en casa, 1 celular por cada persona, horno microondas, refrigerador, aire acondicionado… es decir, la cantidad de electricidad que consumen es mortal y, lo que es peor aún, consumen de forma muy, pero muy ineficiente.
¿No sería más sensato educar a la demanda que castigar a la oferta?
Mi respuesta es: realmente es menos costoso educar a la demanda, pero es más rentable castigar a la oferta.
Desde un punto de vista político es más rentable (en términos de aplausos de la gente) castigar a las trabajadoras sexuales que a los consumidores. Es más rentable perseguir, comprar armas, recibir coimas, crear departamentos de búsqueda contra el narcotráfico, que educar a la demanda. Es más rentable (socialmente) castigar a las empresas que “contaminan” que educar a las personas para que alcancen una mayor eficiencia energética.
Parece que al ser humano, a este ser que se autodenomina “homo sapiens”, le gusta más la violencia que la educación. Por ello, regreso al título: “¿Violencia? No, gracias. Soy un hombre de demanda”.
S. Mauricio Medinaceli Monrroy
Tashkent, 13 de octubre de 2019