Argentina: ¡Chau Macri!
Jorge Falcone.- Ya no resulta novedoso afirmar que – habiendo cumplido su ciclo histórico los dos grandes movimientos nacionales del Siglo XX (radicalismo y peronismo) – Argentina ha dejado de contar con electorados cautivos. Y es de suponer que así seguirá siendo hasta el advenimiento de una nueva identidad que coaligue a las grandes mayorías, aún referenciadas en el eco aggiornado de la que les dio respuestas concretas durante los años 50.
El contundente resultado de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias – amén de constituirse en veredicto colectivo – restituye la confianza en el sentido común de buena parte de la sociedad que oportunamente extendiera un voto de confianza a la promesa de un cambio capaz de respetar logros y saldar asignaturas pendientes. Y así ha ocurrido, porque el único recurso del votante maniatado, aún carente de proyecto, es librarse de su depredador. Pero la situación de fragilidad institucional que atraviesa nuestro país a partir de dicha circunstancia parecería responder a la convicción de que la irreversibilidad de la tendencia determinada por el voto popular – hoy avalada como tal por impensables comunicadores sociales hasta hace poco furibundamente oficialistas – inéditamente ha convertido dicha instancia en una virtual primera vuelta electoral, despojando al gobierno de toda legitimidad, aunque conserve los resortes de su legalidad. En efecto, desde la aciaga jornada bursátil posterior al comicio hasta el dilatado recambio del ministro de economía que se ufanó de que ningún ajuste como el que produjo se pudo aplicar sin que cayera el gobierno, pasando por el alto cuestionamiento al otrora mimado secretario de gobierno, hasta la prácticamente huída del gurú Durán Barba, difícilmente otro panorama ilustraría mejor la noción de que “cuando el barco se hunde los ratones huyen”. Al punto de que hoy Argentina es un país con dos presidentes, uno formal y otro real.
En tal contexto, el gobierno de Cambiemos agoniza cocinado en su propia salsa de desatinos y despropósitos, toda vez que desde diversos ángulos de la vida política se viene plebiscitando de hecho la necesidad de acelerar la transición, cuando no exigiendo sin cortapisas el reclamo de adelantamiento de las elecciones. En cualquier caso, poco falta para que el nombre de Mauricio Macri pase a integrar – junto con el de Carlos Menem y Fernando De la Rúa – el panteón de los mandatarios que perpetraron un verdadero genocidio social bajo la vigencia del orden constitucional. Semejante trípode, que hace referencia a una fuerza política sin tradición alguna, a otra que mantiene su vigencia desde hace más de 70 años, y a una última que ha superado el siglo de existencia, nos habla a las claras del agotamiento de esta democracia representativa cuyo elenco estable sigue girando inercialmente como en el Juego de la Silla.
Recuerdos del futuro
Consecuentemente con un peronismo que ha ido tomando distancia de sus momentos más épicos para transformarse en garante de la gobernabilidad burguesa, el candidato a presidente por el Frente de Todos, a contramano del clamor colectivo, se apega a un cronograma electoral que, en caso de mantenerse inalterado, seguramente insumirá más bajas por hambre o por frío a un pueblo ya bastante castigado. Tiene lógica: En sintonía con su beneplácito por la cotización de un dólar a 60$, y como animal político que es, el hombre procura que las peores consecuencias del modelo ocurran antes de diciembre, a los efectos de garantizarse el cócktail que debería resultar de la combinación de la enorme expectativa popular que despierta su figura y la previsible nueva cuota de paciencia colectiva que precisará demandar a la sociedad hasta encontrar algún paliativo a las penurias del presente.
Desde que asumió este gobierno, vastos sectores del arco militante coincidieron en afirmar que su modelo económico no cerraría sin represión. A la luz de las circunstancias, podemos concluir que aquel diagnóstico se ha ido cumpliendo con creces, tanto en escenarios donde se obstruye la circulación vehicular mediante protestas como cuando se intenta abortar alguna iniciativa popular (como los “feriazos” de la UTT, desalojados con un salvajismo mayor que el que suele desplegarse cuando un puñado de encapuchad@s rompe una vidriera o blande una molotov… pertrecho popular que a los represores parece preocuparle bastante menos que una berenjena repartida sin costo alguno) El clima de tensión social generalizada, alimentado desde el Ministerio de Seguridad, ha colocado a las «fuerzas del orden» en un rol más intranquilizador que el que suelen jugar los delincuentes comunes. Pruebas al canto: A partir de las PASO tuvieron lugar un puñado de incidentes que, superando la violencia exhibida en el filme “Relatos Salvajes”, confirman nuestra apreciación. Como se sabe, en C.A.B.A. un trabajador santiagueño que deambulaba con alguna copa de más fue prácticamente ejecutado de una patada en el pecho por un guardián del orden; un jubilado con demencia senil que intentaba paliar su hambruna escamoteando algunos alimentos en la sucursal San Telmo del supermercado Coto fue pateado hasta morir por la custodia del local; en la provincia de Chaco, durante una jornada de protesta de las organizaciones sociales, una mujer embistió con su coche a los manifestantes hiriendo por lo menos a cinco, la multitud reaccionó destruyéndole el vehículo. Si “para muestra basta un botón”, los hechos referidos dan cuenta de adónde condujo la Doctrina Bullrich, convirtiendo a cualquier ciudadanx en blanco móvil y a la Argentina en un país caníbal. Este panorama refuerza la genuina preocupación de muchxs compatriotas en relación a los riesgos que habremos de correr durante la cuenta regresiva abierta hasta un eventual cambio de gobierno, cuyas posibles consecuencias no caerán exclusivamente sobre los viejos sino también sobre los nuevos inquilinxs de la Casa Rosada, hoy demasiado predispuestxs a transitar el período en curso balconeando tan afligente situación, como si el posible recambio institucional fuera a concretarse en algún país de Escandinavia.
Mientras, la reacción de lxs excluídxs sociales – siempre más propensxs a mostrar los dientes que el sindicalismo tradicional – no se ha hecho esperar, redoblando una lucha que no dio tregua al gobierno, y hasta desbordando con la exigencia de las bases a sus propios representantes.
Pero lo cierto es que desde el combate de Plaza Congreso, en oportunidad de debatirse la Reforma Previsional, la calle no ha vuelto a actuar en sintonía con el palacio para revertir el padecimiento de lxs argentinxs. Los días que corren ofrecen un inmejorable escenario para ensayar dicha gimnasia. Parte de la militancia parece advertirlo, disponiéndose a abreviar la sangría de lxs más humildes.
La taba está en el aire. Y no es un hecho menor que el damero de la realidad nacional se haya reacomodado en sentido contrario al augurio de la mayor parte de las encuestadoras, demostrando – para bien de Nuestra América – que el Cono Sur sigue siendo un hueso duro de roer para los Trump y Bolsonaro.