Significados de lo insólito
Significados de lo insólito
Raúl Prada Alcoreza
¿Qué señales nos mandan los hechos insólitos? Los hechos, que al parecer no tienen lógica; acaecen como desafiando toda lógica, toda vinculación o conexión coherente. Ocurren como rayos en cielo despejado. Lo extraño, lo absurdo, lo sorprendente, inviste al hecho insólito. Le otorgan un sentido o sin-sentido como evento irracional. Por ahí iría una explicación del hecho insólito; su sentido estaría en el sinsentido. Pero esta explicación es abstracta, solo toca generalidades; lo que falta explicar es cómo se expresa y cómo ocurre lo absurdo. Sin necesidad de buscarle una lógica, una causalidad, un hecho como tal, cualquiera sea éste, se da porque se efectúa en un contexto dado y en determinadas condiciones que, si bien no lo sostienen, le permiten efectuarse. Hay que concentrarse en este contexto singular y en las condiciones de posibilidad.
Por ejemplo, los insólitos casos de matanzas perpetradas por francotiradores, que decidieron asesinar a sus congéneres, en algunas universidades o academias, incluso plazas o avenidas, así como también en eventos de espectáculos o de fiesta, en Estados Unidos de Norte América, ¿qué sentido o sin-sentido tienen? ¿Qué señales emiten estos hechos sangrientos? ¿Qué nos dicen de la sociedad, de las instituciones y del Estado? A no ser que se suponga que se trata solo de personas “anormales” y psicóticas, con lo que se deslindarían responsabilidades de la sociedad, de las instituciones y el Estado. No se trata ahora de pretender responder a estas preguntas, de por sí difíciles, aunque ya se cuente con hipótesis y tesis de distintas corrientes teóricas y de las ciencias sociales y humanas. Sino de mostrar que los hechos insólitos no son hechos aislado, que se dan como “anomalías” singulares desconectadas. En primer lugar, los hechos insólitos forman parte de los mismos tejidos sociales, de las mismas mallas institucionales, del mismo Estado. Los hechos absurdos forman parte de los mismos contextos donde se dan los hechos comprensibles racionalmente.
Ciertamente, hay hechos insólitos que dejan de ser inexplicables, porque son asumidos por los perpetradores, como es el caso del denominado “terrorismo” religioso o político. En este caso, a pesar de la desmesura descomunal de la violencia, parte de los significados que emiten estos hechos son transmitidos por los mismos grupos fundamentalistas. Otros significados pueden ser interpretados, en el contexto de lo que consideran “guerra santa”, por los que se atribuyen dicha acción. Otra parte de los significados emitidos pueden ser conseguidos en el análisis crítico del sistema-mundo capitalista. En este caso, lo insólito adquiere como una presencia en el mundo de lo habitual. En el caso del terrorismo de Estado, el Estado de excepción al que se llega como situación de emergencia, que, en todo caso, o resulta intermitentemente recurrente o se vuelve constante, el hecho de la violencia descomunal del Estado se interpreta por la razón de Estado.
Pero, ¿qué pasa, en algunos casos, cuando nadie se atribuye un atentado? Cuando se dan en contextos donde parecen no tener cabida y en circunstancias donde no encuadran. Lo insólito adquiere una connotación alarmante. Entonces lo insólito alumbra sobre lo que no se sabe, sobre lo oculto, lo no visible; lo que no toma en cuenta la mirada citadina, la mirada mediática, las miradas del sentido común, también las miradas del sentido “analítico”. El atentado no es un hecho aislado de entramados no visibles. El problema radica en llegar a estos entramados.
Algunas preguntas preliminares. ¿En qué clase de “guerra” están metidos los que perpetraron el atentado? Porque un atentado es un acto de guerra. ¿Qué es lo que se ataca? ¿Quiénes son a los que se atacan? ¿Qué es lo que se defiende, a quienes se defiende? ¿Qué es lo que se persigue, cuáles son los objetivos o si se quiere el proyecto en cuestión? Si no lo dicen es que no les interesa decirlo; el móvil no parece radicar aquí. Entonces, no parece tratarse ni de móvil religioso, ni de móvil político, a no ser que sean estos móviles velados. Donde no aparece, por lo menos explícitamente y al público, el interés por decir lo que se busca y por lo que se pelea, es en las “guerras” de control territorial, sobre todo, de las formas paralelas de poder, como de los llamados Cárteles. Por otra parte, las teorías de la conspiración, han aludido a procedimientos y maniobras de simulación y amedrentamiento, que encubren lo que se busca y lo que se persigue. Hemos dado a conocer nuestra opinión sobre estas teorías de la conspiración, a las que consideramos especulativas; sin embargo, dijimos, que independientemente de la validez de las teorías de la conspiración, puede que haya conspiradores, que crean que pueden manipular a la gente, a pueblos y a sociedades, como si manejaran todas las variables en juego de la realidad efectiva. En este caso, la conspiración es un dato más en el conjunto de datos que describen un contexto y una coyuntura. Una conspiración no prospera si no tiene a su favor las condiciones que definen el curso de los procesos; si la conspiración coincide, no es porque está en lo cierto, que el mundo se reduce a tramas conspirativas, sino porque la correlación de fuerzas y los entrelazamientos de los procesos deriva en desenlaces. Sin embargo, tomemos como dato, en esta lista de posibilidades, a la teoría de la conspiración.
No se trata solo de descifrar quiénes, de dar con los autores, de esclarecer el o los atentados, sino de interpretar el hecho insólito; de explicarlo, en lo posible, por los órdenes de relaciones que lo hacen emerger y darse, por las relaciones y juegos de poder que lo atraviesan. También por concomitancias o pertenencias con el lado oscuro del poder. De lo que se trata es de tomar al hecho insólito como síntoma de la crisis estructural de la sociedad institucionalizada y del Estado; evaluar el alcance, la irradiación y el grado de intensidad al que se ha llegado. Los hechos insólitos muestran que son tales, insólitos, para una mirada restringida a la racionalidad institucionalizada, a los esquemas acostumbrados en uso del sentido común, a los moldes en uso de los medios de comunicación, incluso en uso de los paradigmas teóricos fosilizados. Sin embargo, en tanto hechos, como tales, al formar parte de la realidad efectiva, son hechos que se dan porque las condiciones de posibilidad han cambiado o, si se quiere, se han deteriorado, como para que aparezcan estos hechos que parecen insólitos. Entonces, desde esta perspectiva, se trata no tanto de entender o descifrar los hechos insólitos, sino de desentrañar los cambios, mutaciones y transformaciones de las estructuras de la realidad efectiva, por lo menos, de la realidad efectiva social, a partir precisamente de los llamados hechos insólitos.
Lo primero que parecen señalar los hechos insólitos es que las composiciones de relaciones sociales han variado, cambiado, mutado; que la jerarquía o si se quiere, la dominancia entre los órdenes de relaciones ha cambiado. Que estamos ante una sociedad que no es la misma, a la que estábamos acostumbrados; que, aunque la sociedad institucionalizada no se haya dado cuenta, no sea consciente, de estas variaciones y mutaciones, se asiste a mutaciones o desplazamientos que la convierten en otra sociedad. ¿Cuáles son los cambios que afectan al conjunto? ¿Cuáles son los órdenes de relación y las nuevas jerarquías que cambian la composición inherente a la sociedad? En lo que respecta a lo que hablamos, parecen tener que ver con las irrupciones del lado oscuro del poder en los espacios del lado luminoso del poder, con el atravesamiento de las formas paralelas de poder no institucionalizadas sobre las formas institucionalizadas del poder. El mundo conocido ya no es el mismo mundo, regido, por lo menos aparentemente o por lo menos institucionalmente, por las reglas de juego establecidas formalmente, sino que es otro mundo, regido, mas bien, por otras reglas de juego, las que impone el lado oscuro del poder. En el caso de las matanzas insólitas, las que impone las reglas del juego macabro de la violencia encriptada en sujetos desolados, sujetos constituidos en la misma sociedad donde se constituyen las muchedumbres de sujetos “normales”. Se trata de la emergencia de la desolación subjetiva más des-constituida, se trata del espíritu de venganza más atroz y sin perspectivas.
Frente a este cambio, que parece subterráneo, la pose institucional de pretender volver a la “normalidad” es vana o impotente, fuera de ser una muestra patética de inocencia. La emergencia de lo subterráneo, de los cambios, en principio imperceptibles, después perceptibles, empero, que aparecen como insólitos y circunstanciales, para seguidamente empezar preocupantemente a convertirse en intermitentes, anunciando como un futuro inmediato constante, es la emergencia de lo que contenía la misma sociedad institucionalizada, que ocultó e inhibió este mundo subterráneo, que lo desterró a las sombras. Si este mundo subterráneo, ahora, aparece en las superficies, quiere decir que la relación entre lo institucional y lo no institucional, entre lo “normal” y lo “patológico” ha cambiado. Se han borrado las fronteras entre lo institucional y lo no-institucional, así mismo ya no se distingue entre lo denominado formalmente “normal” y “patológico”. A esta situación confusa la hemos denominado decadencia. Frente a la decadencia no hay vuelta a lo “normal”. La situación es otra. El dilema no se encuentra entre lo “normal” y lo “patológico”, sino entre la decadencia o la alteridad, que abre senderos a mundos alternativos.