A Guillermo Aguirre,

<" />

Si el viento no me mirase al rostro

Pablo Cingolani

A Guillermo Aguirre,

in memoriam

El contenido de estas páginas no refleja necesariamente la opinión de Bolpress

 

Si el viento dejase de ampararnos, si su voz dejase de acariciarnos con esas palabras que sólo él conoce, si dejase de escribir en nuestra piel todas las huellas de todos los caminos de todos los desiertos de todos los mundos que ha recorrido, ¿a dónde iríamos?

 

Si el viento dejase de abrazarnos con sus abrazos de arena, con sus abrazos de cielo, con sus abrazos, esos tan suyos, de puro viento, quien, dime quien, ¿quién celebraría nuestros pasos?  ¿Quién recordaría nuestros nombres en medio de la tormenta? ¿Quién danzaría con nosotros si la tempestad acecha?

 

Si el viento se olvidase de nosotros, si el viento no nos sintiese latir, si el viento no tatuase siempre en nuestros cuerpos la marca de un destino que está escrito y, a la vez, es invisible, mora en extraños lugares y pugna siempre por decirse, por ser nombrado; si el viento no convirtiese ese destino en muelles que se suceden, se labran, se cortejan a sí mismos

 

Si el viento dejase de ser ese yacimiento de pequeñas dichas que nos permiten respirar, creer, crear, vivir

 

Si el viento, ese que vuela, baila, caracolea las punas

Si el viento, ese que viste, relumbra, deslumbra, a todas las montañas

Si el viento, mi amado viento, que bajas de las cordilleras o llegas altivo desde todos los sures del mundo, nuestros sures

Si el viento, si ese viento, no fuera mi espejo

 

Si el viento, no me mirase al rostro y yo fuera incapaz de reflejarme en él –si yo no fuera capaz de hablar con vos, de hablar con él

Si el viento no fueran guitarras, tambores, músicas, que me incitan

Si el viento no me brindara un hogar, una familia, una certeza

Estaría amarrado a los ciegos pulpos que también me habitan

Los moluscos del desasosiego, la ceguera, la infertilidad

Estaría atado a mares de desencanto y ceniza: moriría lento, ausente de felicidad

 

El viento existe para que no me muera

 

El viento está, sucede, para que vos tampoco te mueras

El viento es tuyo: corre con vos, te besa

 

Son cien mil corceles buscando saltar abismos

Romper el cerco de lo absurdo

El viento es coraje, ansia, pasión, poema

 

Son cien mil jinetes luchando por su libertad

Son cien mil jinetes que te acompañan

Son cien mil jinetes guiados por la fe.

 

Pablo Cingolani

Río Abajo, 16 de enero de 2018

Pablo Cingolani

Historiador, periodista, explorador. Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1963. Reside en La Paz, Bolivia, desde 1987.Como historiador, realizó estudios sobre los derechos argentinos sobre las islas Malvinas y los problemas de tierras en la puna de Jujuy, la explotación cauchera en la Amazonía y la historia minera de Los Lípez potosinos.
Trabajó como redactor y colaborador en una docena de medios gráficos de La Paz y sus artículos también se publican en medios de Argentina, Chile, Ecuador y España. En video, dirigió con Gastón Ugalde ?Imagina Bolivia? y la primera serie de documentales sobre áreas protegidas. Encabezó expediciones ecohistóricas desde 1980, explorando, entre otras, la región de Iruya-Baritú, Cumbres Calchaquíes y la puna jujeña en Argentina, el desierto de Atacama en Chile y casi todos los parques nacionales de Bolivia, en especial en Lípez, Chaco y Amazonía.
Creador de la Expedición Madidi que ya realizó 4 versiones a distintos sectores poco explorados del parque del mismo nombre y declarada de ?interés nacional? por el congreso boliviano.

Atrás