Libro de Jorge Beinstein
Orígenes y auge del poder mafioso en Argentina
Este libro reúne una serie de textos producto de la reflexión acerca de la prolongada degradación de la sociedad argentina. Nos encontramos ante una situación que escapa a los viejos paradigmas aunque las cabezas de muchos argentinos no perciben esa nueva realidad, en especial las de su clase política.
No es la primera vez que eso sucede, la derecha pero también la izquierda (salvo unas pocas excepciones) no supieron entender la naturaleza de los cambios que se habían producido en los años 1940; la industrialización, la emergencia de las masas obreras y de formas culturales nuevas descolocaron a quienes seguían pensando en términos de una realidad superada. El ascenso peronista quebró prejuicios, hizo obsoletas interpretaciones que formaban parte del llamado sentido común. El fenómeno se produjo en un contexto internacional signado por la declinación de la superpotencia imperial dominante: Inglaterra, que entre las dos guerras mundiales fue perdiendo fuerza acosada por candidatos a la primacía que fracasaron como Japón o Alemania y de otros que desde 1945 pasaron a dominar el escenario global: los Estados Unidos y la Unión Soviética.
La mutación industrial con fuerte contenido nacionalista con sus sindicatos obreros, las masas populares peronistas, los discursos encendidos de Evita, la llegada del voto femenino… aparecían ante los ojos y oídos de los grupos sociales tradicionales como una aberración destinada a evaporarse como un mal sueño o como una desviación demagógica pasajera. No se daban cuenta que, más allá de la duración de la presidencia de Perón, se habían producido cambios estructurales y culturales profundos enlazados a nivel global con el ascenso del keynesianismo, de la intervención del estado en la economía, la promoción del mercado interno, la integración de las clases bajas y la ampliación del espacio de los “países socialistas” desplegado por Eurasia desde Alemania oriental hasta China.
Como sabemos, la dictadura militar instaurada en 1955 no pudo retrotraer al país al mundo anterior al aluvión peronista. La república oligárquica agroexportadora había quedado enterrada en el pasado aunque muchos de sus mitos persistieron en extendidos grupos de las clases medias y altas nutriendo al régimen dictatorial iniciado en 1976 y reapareciendo triunfalistas en el golpe blando de 2015.
Nos encontramos ahora ante una transformación completamente opuesta a la de los años 1940. No se trata de una mutación industrial integradora sino por el contrario de una degeneración parasitaria del sistema que ha llegado a un punto de inflexión caracterizado por el rápido ascenso hacia el poder total de una élite mafiosa con aspiraciones dictatoriales. No se trata de un fenómeno inesperado sino del resultado de un largo proceso de envilecimiento social motorizado por las clases altas, expandiéndose hacia abajo, zigzagueante, pudriendo estructuras estatales, sindicales, políticas y formas culturales.
El primer salto cualitativo se produjo en 1976 cuando la cúpula del capitalismo, devenido lumpenburguesía, se adueñó del poder bajo la forma de dictadura militar. Tomé nota del hecho en un texto publicado en el exilio hacia 1981 reproducido ahora en este libro (ver Capítulo 10, “La instalación hegemónica del parasitismo argentino” ). Se trató de una arremetida sangrienta cuyo nivel de criminalidad es solo comparable al exterminio de los pueblos originarios y al aplastamiento de las resistencias criollas del interior del país, ocurridos aproximadamente una siglo antes.
La democracia condicionada establecida en 1983 no erradicó el mal, por el contrario se adaptó a las imposiciones de las élites que siguieron con sus depredaciones amparadas en el sometimiento colonial hasta llegar al desastre de 2001. En esos años se iba imponiendo (recesión mediante) la dinámica de una economía de penuria para las mayorías populares funcionando a baja intensidad, destruyendo (devorando) segmentos enteros del tejido productivo. Ello fue descripto en un artículo que publiqué en Agosto de 2001 (ver el Capítulo 9, “Economía de penuria y revuelta popular”) donde señalaba que la reproducción del capitalismo colonial-parasitario que venía de obtener victorias decisivas en los años 1990 llevaba a la conformación de un sistema caracterizado por bajas, nulas o negativas tasas de crecimiento económico, afectado por la rapiña incesante de las élites dirigentes ampliando el espacio social de la pobreza y la indigencia. Esa trayectoria fue cortada por la rebelión popular de 2001 y la llegada del kirchnerismo en 2003 que revirtió el proceso de desindustrialización y concentración de ingresos, aunque no lo hizo destruyendo al sistema heredado, sino integrando de manera provisoria e inestable a la población saqueada. Lo logró combinando formas keynesianas mercado-internistas suaves con el aprovechamiento de una coyuntura económica y política regional y global favorable. Más adelante la profundización de la crisis mundial a partir de 2008-2009, que se aceleró en 2014, sumada al agotamiento de la ampliación indolora del mercado interno sentaron las bases para la derrota del entreacto progresista y la reinstalación de la derecha. No se trató de la simple repetición de las viejas políticas neoliberales sino del despliegue de una contrarrevolución cuya originalidad y magnitud ha sorprendido a sus víctimas que no esperaban semejante avalancha de atropellos (ver el capítulo 3, “Argentina en contrarrevolución accidentada”). Durante 2016 se produjeron enormes transferencias de ingresos hacia las clases altas, especialmente hacia un reducido núcleo de intereses convertido en una articulación de bandas saqueadoras que se apropiaron velozmente de ingresos fiscales, masas salariales y beneficios comerciales e industriales y que pusieron en marcha mecanismos de endeudamiento público y evasión de capitales hacia el exterior. La depredación quedó bajo el triple paraguas protector de la corrupción parlamentaria, la complicidad judicial y sobre todo de la manipulación mediática. En 2017 se prolonga el saqueo y la intoxicación mediática comienza a mostrar signos de saturación, persiste y se amplía el descontento popular y en consecuencia va emergiendo la marea represiva. La fuerza bruta y la intimidación física apuntan a bloquear las protestas que ya no pueden amortiguar los medios de comunicación.
Convergen hechos que van conformando el último tramo del camino que conduce hacia la dictadura mafiosa. La desaparición de Santiago Maldonado inmersa en una escalada represiva coincide con la criminalización mediática de opositores reales mezclados con enemigos imaginarios convertidos en enemigos absolutos, apestados a exterminar, masa “subversiva” confusa señalada en las operaciones arbitrarias del Poder. A ello se suma el fraude comunicacional (o probablemente algo peor) en las elecciones primarias de agosto marcando un antes y un después en el proceso reaccionario en curso.
La ola contrarrevolucionaria de 1976 contó con la intermediación militar; la de los años 1990 empleando principalmente a la clase política, pero la de 2015 es protagonizada de manera directa por la cúpula mafiosa prescindiendo de intermediarios significativos, rodeada por una corte sumisa de comunicadores, jueces, sindicalistas, gendarmes y policías. Esta hiperconcentración de poder es no solo peligrosa para las víctimas sino también para la propia mafia dirigente, ahora visible para todos, sin chivos expiatorios ante eventuales rebeliones de los de abajo.
Este libro se refiere a Macri pero no se limita a él sino que trata de insertarlo dentro de una historia más amplia de la que emerge el personaje, señala indicios de la trama mafiosa de su clan familiar pero no busca colocarlo en el centro de la escena.
La historia nos enseña acerca del rol de los eunucos en la decadencia del imperio romano, perros fieles del emperador, incapaces de usurpar su poder y al mismo tiempo ejecutores de sus decisiones por encima de aristócratas y plebeyos. De tanto en tanto cuando el descontento de los súbditos amenazaba convertirse en huracán o cuando el gran chambelán eunuco adquiría demasiada independencia respecto de su amo, este último lo liquidaba o lo entregaba a la venganza de los descontentos. La ceocracia macrista parece señalar la superación burguesa-mafiosa del eunuquismo tanto político como militar, resultado de la acumulación de poder directo por parte de la élite y tal vez también de la ineficacia operativa de esos sirvientes ante un sistema que para reproducirse necesita de la mano política dura y despiadada, y de la inteligencia saqueadora de la alta lumpenburguesía. El fenómeno también aparece como la resultante de un complejo proceso de degradación de las mediaciones políticas y militares expresión de la decadencia general del sistema. La que forma parte de la crisis global -marcada entre otros aspectos por el enfriamiento económico y en consecuencia de las oportunidades comerciales y financieras internacionales de la élite local y de los capitales transnacionales instalados en la colonia argentina- acentuando la rapiña del mercado interno comprimido más y más por los sucesivos saqueos. La debilidad estratégica de los integrantes de la actual oposición, su incapacidad para superar los límites de un sistema decadente, permitió antes de diciembre de 2015 que las fuerzas reaccionarias ampliaran su capacidad operativa, agruparan clases medias, penetraran ideológicamente en las clases bajas aprovechando su fragmentación y facilita ahora la instalación dictatorial del poder mafioso. El realismo mediocre del progresismo y de la pequeña izquierda herbívora aferrados a los resquicios formales del sistema, a sus ficciones institucionales, ha formado y forma parte del proceso de degradación de la sociedad argentina. Su negativa delirante a reconocer la magnitud del desastre, a llamar al poder dictatorial en desarrollo por su nombre, ayuda a la legitimación de este último, entorpece el necesario despliegue de la resistencia popular. Navega en fantasías justificadoras de su impotencia acerca de un gobierno cuyo origen electoral (evidentemente tramposo) le otorgaría credenciales democráticas. Algunos aspirantes a eunucos han llegado a referirse a la existencia de una “ derecha democrática ” gobernante, autoritaria pero constitucional, salvaje pero civilizada, depredadora pero en última instancia responsable. El culto “progresista” al oxímoron convierte a su mamarracho discursivo en una suerte de pensamiento confuso, ni siquiera ideológico, resultado de una grave crisis de percepción de la realidad, tal vez desbordado por ella, tal vez como forma de adaptación al infierno mafioso. Como la dictadura mafiosa no está todavía completamente instalada sino en proceso de instalación afirman sabiamente que “ esto no es una dictadura”… ¿entonces estamos en democracia?, tampoco o si pero no del todo.
Así es como se pierden en un mar de conceptos rebuscados tratando de describir algo que todavía no es completamente pero que está empezando a ser, que ya ha recorrido una buena parte del camino siniestro. Se niegan a admitir la orientación del proceso, su dinámica concreta. El presunto paciente está vivo o está muerto y si está vivo no hay porque alarmarse. Razonando de esa manera enfermedades y agonías serían inventos extremistas y la ciencia médica carecería de sentido.
Este libro no pretende oponer soluciones positivas, proyectos o medidas de gobierno alternativas, solo trata de describir la realidad tal cual es, llamar a las cosas por su nombre, poner al descubierto protagonistas y fenómenos decisivos, lo que constituye una tarea muy osada apuntando a romper telarañas conservadoras, hipocresías oficialistas y opositoras. Goethe señalaba que quien en tiempos oscuros distorsiona la realidad contribuye a la confusión general pero que quien se atreve a mostrarla sin ocultamientos abre las puertas de un mundo nuevo. Nietzsche agregaba que el valor de un ser humano se mide según la cantidad de verdad que es capaz de soportar.
Estos son tiempos de dura prueba para las mayorías populares, de demostración de su nivel de compresión de la tragedia que está viviendo y por consiguiente de su capacidad de reacción.
Este libro se refiere a Macri pero no se limita a él sino que trata de insertarlo dentro de una historia más amplia de la que emerge el personaje, señala indicios de la trama mafiosa de su clan familiar pero no busca colocarlo en el centro de la escena. No busca echarle toda la culpa a una familia mafiosa pero tampoco intenta diluir sus fechorías en el océano inasible de la “burguesía” o del “capitalismo” en general. Ambos procedimientos tienden a ocultar a la élite dominante concreta con sus estructuras visibles u ocultas, donde pululan los magnetto, los rocca, los ratazzi, los benetton y también los macrì.
Macrì no es un aventurero solitario sino el engendro de la degradación estructural y cultural de la sociedad argentina, fenómeno complejo que fue madurando durante muchas décadas. Tampoco la marcha hacia el poder dictatorial es la irrupción sorpresiva de una aberración a contramano de la democracia sino la etapa presente de la degeneración de una seudo-democracia, de una “democracia” condicionada por la élite dominante con sus jueces, sus medios de comunicación, sus aparatos de inteligencia, sus capos financieros y las intrusiones imperiales de los Estados Unidos (ver el capítulo 8, “Los avatares de un sujeto casi inexistente. Democracia ilusoria y reproducción del sistema”). Quienes entendíamos eso no nos sorprendemos ahora, quienes no querían entender antes se hacen ahora los sorprendidos. Quienes entendemos el carácter profundamente decadente del capitalismo argentino no vemos otra posibilidad de regeneración social que la que pasa por la erradicación de las estructuras básicas del sistema. Quienes siguen viviendo de ilusiones, buscan y buscan resquicios, pequeñas reformas posibles que hagan soportable la degradación general.
Argentina se encuentra al borde de la instalación de un régimen dictatorial con rostro civil en cuya cúpula se encuentra una articulación de carácter mafioso donde se combinan negocios empresarios de alto vuelo con otros claramente ilegales como la trama del narcotráfico.
Conclusión: Argentina se encuentra al borde de la instalación de un régimen dictatorial con rostro civil en cuya cúpula se encuentra una articulación de carácter mafioso donde se combinan negocios empresarios de alto vuelo con otros claramente ilegales como la trama del narcotráfico. En ese sentido es posible hablar de lumpenburguesía dominante y transnacionalizada subordinada a los Estados Unidos. En la base de ese poder aparecen espacios sociales de clase media impregnadas de un neofascismo muy agresivo alimentado por una manipulación mediática abrumadora. Falta muy poco para que la dictadura se despliegue de manera integral sobre la sociedad argentina. Su destino depende de varios factores entre ellos el futuro de su amo imperial norteamericano actualmente en retroceso geopolítico a nivel global, acosado por su crisis económica y sometido a fuerzas entrópicas internas de gran envergadura. También depende de los avatares de la vorágine saqueadora en la que esta sumergida la élite dominante donde se destaca una burbuja financiera que crece en progresión geométrica y de la durabilidad del fascismo rabioso de sus apoyos de clase media a los que la degradación económica general terminará por afectar. Finalmente la gran incógnita es la futura masividad y radicalización de una resistencia popular que viene demostrando su magnitud pero que aún no ha dado el salto hacia la confrontación total desplegando todas las formas posibles de lucha contra un régimen que debe ser destruido para que el país supere su decadencia.
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El libro está disponible en https://beinstein.lahaine.org/b2-img/Beinstein_MacriMafia_edWaiwen.pdf