¡Ay que se quema Erquis!
¡Ay que se quema Erquis! ¡Ay que se quema Sama!
¿Se habrán quemado mis huellas por donde andaba y andaba?
Reviven aquellos días cuando vagabundeaba por Erquis
Buscando gemas, delicias, maravillas simples, las cosas sencillas
Como el agua de los arroyos, como a las piedras
Como esos tapiales derruidos de la casa del poeta
Yo andaba feliz respirando todo ese sol de fervores
Impregnando a los cerros de tanta dicha y no sólo en abril
Todo el tiempo me andaba por ahí, por La Victoria y por Erquis
Sintiendo que todo era efímero y a la vez era eterno
Que mis huellas en la arena, en las playas, en las sendas
Jamás se borrarían, resistirían, cantarían siempre
Cómo sólo saben cantar los pájaros o los churquis o los molles
Que se aferran y aferran en la claridad de mi recuerdo, nunca en el olvido.
El fuego, ese fuego de duendes malheridos, ese fuego de hambres y alaridos
Está quemando esos montes, está incendiando a las tapias y a los molles
¿Acaso volverá ceniza también estas memorias?
¿Acaso las hará llorar entre las llamas que arrasan talas y rocas?
¿Acaso mis huellas desaparecerán?
Ni todo el dolor del universo podrá ocultarlas, arrancarlas de mi lado
Por más hachazos de fuego y de tiempo que las acosen
Esas huellas, esos churquis, esas piedras seguirán latiendo, seguirán cantando
Esas huellas están seguras. Están presentes siempre. Están tatuadas en mi corazón.
Río Abajo, 11 de agosto de 2017