El “Mallku” articula, de nuevo, la movilización social
El «cambio» frente al reto del cambio
“No soy economista, no soy experto en planificación, yo soy experto para marchar y bloquear caminos”, así se describió a sí mismo Evo Morales en un foto de desarrollo en junio pasado. Pero ahora al presidente los movimientos sociales le comenzaron a dar su propia medicina, y el gobierno del cocalero que dirige el país está respondiendo como antes lo hicieron los gobiernos a los que criticó. El proceso del «cambio», como le llaman oficialmente, está ante el recambio.
Evo Morales llegó al gobierno en 2005, pero el proceso que lo condujo al poder comenzó en 2003, cuando la Confederación Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), dirigida entonces por Felipe Quispe, el otrora líder el Ejército Guerrillero Tupak Katari, organizó un bloqueo de caminos.
En ese entonces el detonante fue la detención del dirigente Edwin Huampo, quien en ese entonces fue acusado de asesinato y luego encarcelado. «No podemos liberar a una persona de la noche a la mañana, hay competencias entre poderes», declaró en ese entonces el viceministro de Asuntos Campesinos, Javier Muñoz. Tras la ruptura de las negociaciones comenzaron las movilizaciones que se llamaron luego «la guerra del gas» en octubre de 20013 provocó con la huida del ex-presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a Estados Unidos y terminó por llevar a Morales a la presidencia.
Morales llegó con el 54 por ciento de votos, votación que matuvo en las elecciones que lo ratificaron en el mando del país. Al inicio de su gobierno insistía en «gobernar obedeciendo» e hizo suyos los principios quechuas del «no seas flojo, no mientas y no robes». Así, por lo menos en el discurso, obtuvo la fuerza con la que derrotó a los movimientos conservadores que incluso adquirió un caracter separatista en el oriente del país.
Pero desde que Morales se consolidó en el poder y se aprobó la nueva Constitución Política del Estado, el gobierno comenzó a mostrar los mismos signos que hicieron que se denoste al anterior sistema. El segundo hombre del MAS todavía está en la cárcel por cargos de corrupción y desde los sectores sociales se critica el manejo prebendal del país.
Los antiguos opositores, derrotados en las calles por el movimiento popular, hicieron propia el dicho «si no puedes con tu enemigo, únete a él». Así ferreos opositores al gobierno, como Reymi Ferreira —quien en movilizaciones calificaba al presidente venezolano Hugo Chávez de «dictadorzuelo», pasaron a las filas del oficialismo y ahora son propulsores del proceso del cambio. Y hay mucho Ferreiras hay muchos en el gobierno.
Luego el gobierno dio la sensación de gobernar atendiendo a los intereses de sus aliados y no en el país. Pasó con los cooperativistas, a quienes les dio privilegios, y sobre todo con los cocaleros. Quienes habiendo estado en el gobierno y adoptaron posiciones críticas fueron expulsados del MAS, el partido de gobierno, y luego combatidos y difamados, como el fundador del MAS Filemón Escóbar o la diputada Rebeca Delgado.
Desde el gobierno se da la sensación de que miente y varias veces. En lo formal, se descubrió que el vicepresidente Álvaro García, autodefinido como un académico, nunca terminó una carrera universitaria, aunque se hace llamar «licenciado» y hasta dio clases en una universidad. En lo político, Evo Morales declaró atender a la voluntad popular, pero ahora sus partidarios insisten en posturlarlo para una nueva elección, hecho que según la actual Constitución está prohibido. Sus partidarios llevaron el tema a un referéndum y también perdieron.
Morales se presenta al mundo como un defensor de la naturaleza, pero está empeñado en la construcción de una carretera por el Territorio Indígnena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). La carretera tendrá como principales beneficiarios a los cocaleros que ilegalmente ingresaron y se asentaron en la región y por eso hace dos años el tema provocó masivas movilizaciones populares que obligaron al gobierno a declarar la intangibilidad del TIPNIS. Pero argumentando atender a la demanda de la población el gobierno cambió su posición y a pesar de las masivas protestas hace unas semanas hizo aprobar una nueva ley que sí permite la construcción de la polémica vía.
En lo político el MAS es visto por muchos como un partido del que sus miembros tienen la impunidad casi garantizada y así actúan muchas de las nuevas autoridades. Pero se dice que los bolivianos, sobre todo los aymaras, aguantan, pero cuando se exagera comienzan la revuelta.
La «guerra del gas» comenzó en Achacachi y ahora parecen repetirse la preparación de las jornadas de protesta. Esta vez el detonante es el pedido de renuncia del alcalde de Achacachi, Edgar Ramos (MAS), acusado de corrupción y también la liberación de dirigentes sociales encarcelados después del enfrentamiento que sostuvieron con los «Ponchos Rojos» —campesinos armados— afines al partido de gobierno.
A la movilización, que comenzó en Achacachi, se sumaron dirigentes que defienden el TIPNIS —un articulador de las protestas sociales— y otros sectores sociales como la Central Obrera Departamental de La Paz y le Comité Cívico de Cochabamba.
Pero la reacción del gobierno de Morales se parece mucho a la reacción del gobierno del fugado Sánchez de Lozada: Intentan desprestigiar la movilización. «Aquí hay un afán oportunista y conspirativo con una agenda improvisada de algunos sectores que se articularon al conflicto municipal de Achacachi, en busca de desprestigiar al Gobierno», dijo el ministro de la presidencia, René Martínez.
«No es la primera vez y no será la última que con declaraciones altisonantes (Felipe Quispe) trata de recobrar vigencia. Es un político fracasado. Es una persona que hace 20 años intenta retomar palestra política”, dijo el viceministro de Coordinación con Movimientos Sociales, Alfredo Rada.
Y el «Mallku», ahora líder de la movilización, conoce de fracasos. En julio de 2003 él reconocía el fracaso de sus «plan pulga» y comenzó a ejecutar su «plan zorro».
Ahora «a la cabeza de nuestro hermano Felipe Quispe se ha diseñado el Plan Evo Morales, el Plan García Linera y el Plan Gabriela Zapata. En este momento estamos cubriendo firmes esos planes para constituirnos en un bloqueo masivo a la altura del cruce Pucarani», dijo el dirigente de la Federación de Juntas Vecinales de Achacachi, Elsnér Larrazábal.
Esta movilización está en desarrollo y por ahora —con la renuncia del alcalde y la liberación de los dirigentes vecinales detenidos— puede ser desactivada con relativa facilidad. Pero las movilizaciones ponen de manifiesto que el crédito de Morales se está acabando, ahora desde los sectores sociales —aquellos a los que Morales se preciaba representar— comenzaron a organizarse para hacerle frente. En Bolivia se hace cada vez evidente la necesidad de un cambio al «cambio».