La apelación a lo Alto

Alberto Buela

Acaba de asumir Milei como presidente de Argentina y tuvimos ocasión de escuchar el Te Deum ecuménico donde peroraron seis representantes de distintas religiones.

Por la cristiana hablaron: 1) los católicos a través del obispo de Buenos Aires, 2) por los ortodoxos un sacerdote, 3) por la anglicana un pastor y 4) por los evangélicos otro pastor. Por la musulmana un religioso y por el judaísmo un rabino. Es decir, cuatro tendrían que haber hablado desde Cristo, uno desde Jehová y otro desde Alá, pero eso no sucedió.

El católico habló desde la sociología, el ortodoxo desde la democracia al igual que el anglicano, mientras que el evangélico desde las cosas materiales. El musulmán se limitó al Corán y solo el rabino le habló personalmente al presidente e hizo mención a la ayuda que pidió desde el cielo para él.

¿Cuál es la consecuencia de estos seis discursos? Que el cristianismo se ha reducido a un discurso sociológico que tiene a Dios como excusa. Que el islamismo está centrado en sí mismo sin ninguna apertura a los otros y que el judaísmo está en plena forma como fuente espiritual.

No tengo autoridad para hacer una crítica al cristianismo en su totalidad porque excedería mi propio egoísmo, sino que me voy a limitar a decir que el cristianismo católico se encuentra vaciado de contenido (el obispo citó a un autor de origen judío, como si no hubiera católicos para ello). El cristianismo ortodoxo, a pesar de la opinión de Dugin, es una pura formalidad ritual. El cristianismo anglicano como el evangélico está limitado a las ocurrencias y arbitrariedades de sus pastores.

Me viene a la memoria aquella observación de Aristóteles al comienzo de su Metafísica: La filosofía comenzó en aquellos lugares donde primero reinó el ocio”. ¿Quienes son hoy los dueños del ocio? En general, aquellos que tienen dinero y tienen tiempo para ociarse.

Estamos hablando del ocio griego entendido como scolh= scholé = scola = escuela. Escuela no quiere decir sino ocio. En lugar donde no se hace nada Así, es necesario para la perfección de la comunidad política que haya hombres (como los sacerdotes de Egipto donde nació el ocio) que se consagren a la vida no útil de la contemplación. En definitiva, a formar hombres libres de cualquier fin utilitario.

El problema es que nuestra sociedad de consumo tiene todavía una inmensa y descomunal cantidad de inútiles que dicen dedicarse a la contemplación, cuando eso es solo una excusa para vivir consumiendo cómodamente sin trabajar. Esto se aplica no sólo a los curas sino también a tanto investigador rentado por el Estado, cuyas investigaciones son estériles.

Donde lo religioso no puede crecer, donde lo sagrado se ha fugado, donde no hay lugar para la creación artística y la búsqueda de la belleza, donde la muerte pierde su profundidad de sentido y el amor se banaliza, allí no pueden crecer ni la filosofía ni la contemplación religiosa.

La invocación a las fuerzas del cielo no es una simple imprecación, no es un flatus voci, es el reconocimiento por parte del poder político, social y doméstico de una subordinación a Lo Alto.

Esta subordinación se puede realizar de dos maneras, a través de la religión (Milei eligió la judía) o de la filosofía.

Cuando Platón habla de los antiguos usa la expresión palaios legetai= decían los antiguos, así en infinidad de diálogos los señala: 1) lo verdadero que los antiguos saben se refiere a la totalidad del mundo y del destino humano.[1]Por eso va a decir que filósofo es el que ve el todo y el que no, no lo es.[2] 2) Que el alma es inmortal.[3] Después de la muerte los buenos esperan vivir mejor que  los malos.[4] Dios tiene en sus manos el principio, medio y fin de las cosas.[5] A los antiguos se les ha concedido el sentarse más cerca de los dioses y ser mejores que nosotros.[6]

Ante un mundo como el actual desacralizado por los cuatro costados, donde el cristianismo ha defeccionado en su ascesis y contemplación para ser absorbido por la sociología, la economía y la ideología, la apelación a “los antiguos”, puede ser una opción filosófica ante la propuesta por el sionismo cristiano, tan afín a Milei.

 

 

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