Oposición electorera: Ni una pizca de imaginación ni desprendimiento
El país ya conoce el carácter señorial, conservador y hasta racista de los partidos neoliberales tradicionales, así como de su consabido desprecio contra los sectores populares y sus causas de lucha que siempre han descalificado y desconocido; incluidas las nuevas siglas que se formaron al calor de la resistencia y las recientes luchas por la recuperación de la democracia, porque ahora también atacan y generalizan dichas causas y sectores, bajo la coartada de que todas responden al masismo conspirativo.
Por eso se explica de alguna manera su reticencia y hasta explícito rechazo a establecer mecanismos de diálogo y concertación con estos sectores del pueblo. Y es que hacerlo implicaría reconocer la necesidad de abordar y resolver históricas deudas sociales y justas causas de justicia, derechos, igualdad, libertades, etc., que continúan pendientes en la agenda nacional. Pero al mismo tiempo y al actuar de esa manera, irónicamente, también pierden y se deshacen de la única forma de competir y disputar electoralmente en condiciones de verdadera igualdad respecto de su adversario principal: el masismo. Es claro que a estas alturas, es imposible imaginar que cambien de criterio y de forma de actuar.
A este grave error que da las espaldas a la verdadera realidad del país (que no es la imaginaria de incesante progreso y crecimiento que siempre han querido hacer creer), también dan las espaldas a una oportunidad para encontrar alternativas nacional-populares a los problemas de fondo del país, incluyendo su desesperado intento por acceder y reproducirse en el poder (mismo, este último, que constituye su objetivo primordial).
Es claro que no se puede pedir peras al olmo, pero también es evidente la ceguera política y la total falta de sensibilidad social en estos candidatos y partidos políticos que conforman la oposición electorera que quiere sustituir a la autocracia fugada, nada menos que abanderando y apropiándose de la lucha del pueblo que recuperó la democracia y las libertades.
Tanta es la angurria de poder de este tipo de oposición (concentrada en el caudillo-presidencialismo y la toma del Poder Ejecutivo), que con tal de hacer prevalecer sus intereses sectarios, prefiere dividir el voto, antes que pensar en el país, la democracia y el bien común.
Aun a sabiendas de que cada vez más se acrecienta el riesgo de no ganar y perder las elecciones, ni siquiera se les ocurre pactar (que es lo que más les gusta hacer sin declinar sus penosas candidaturas), para obtener una mayoría parlamentaria en la Asamblea Legislativa, vía departamentos ganados donde se concentre el voto ciudadano en las opciones más promisorias.
No se les pasa siquiera por la imaginación que esa manera es la mejor forma que podría impedir el riesgo de retorno de la autocracia fugada (que quizás podría ganar elecciones pero nunca tener mayoría legislativa), o al menos detendría sus impulsos autoritarios y antidemocráticos (en caso de no alcanzar para ir a segunda vuelta), que con seguridad están afanosos por imponer nuevamente.
De esa forma, lo único que se anuncia es su propio fracaso y derrota, con el agravante de que podría ser también del país y su lucha por la recuperación de las libertades y la democracia.
Dada la experiencia histórica del país respecto de esta casta de politiqueros que se hacen candidatos y conforman sus partidos en base a la usurpación de las luchas y conquistas populares que terminan recurrentemente traicionando, parece que el futuro nacional no es precisamente promisorio, ni siquiera moderadamente optimista; todo lo contrario. Ojalá pudiese estar equivocado.