El presidente Rodrigo Paz abrió hoy su intervención, en la ciudad de Montero, con una frase que ya merece un lugar en el museo de las falacias presidenciales: «Yo dije, por atrevido: ya no hay plata en la gestora».
Este «atrevimiento» no es una simple confesión de un error, es una estrategia de minimización que busca reemplazar una afirmación errónea con un relato más conveniente y sensacional, donde el Paz nunca pierde.
La función principal de este atrevimiento es servir como justificación para encubrir el error inicial. En esencia, esta excusa construida después del hecho prepara el terreno para cualquier intervención futura. La imprudencia inicial se transforma, así, en una valiente primera señal de alarma necesaria para corregir el rumbo, haciendo que el error parezca un acto fundacional.
El desmentido que arruinó el cuento
El exgerente de la Gestora, Jaime Durán, respondió al Presidente con cifras que no admiten discusión: los Fondos de Capitalización Individual (FCI) sumaban 203.704 millones de bolivianos y habían experimentado un crecimiento del 23%. No solo hay plata, sino que hay más plata que antes.
Mientras los datos hablaban con precisión, el Presidente hizo lo que el análisis retórico llama desplazamiento temático: cambiar de escenario para evitar el fact-check. El punto de quiebre en el discurso de Paz es la introducción de la nueva narrativa, que se articula en esta frase clave:
«¡Oiga, si la plata está ahí!. ¿Dónde está la plata? Y si la tuviésemos, tendríamos que pagar juicios que nos han dejado por su inoperancia, por falsos bolivianos, porque eso se llama traición a la patria”. Aquí, Paz ejecuta la maniobra más visible y compleja:
- Reconoce la existencia del argumento del crítico («¡Oiga, si la plata está ahí!»)
- Inmediatamente cambia la premisa del debate. La discusión pasa de la existencia de los fondos (un hecho contable) a su disponibilidad legal y funcional. La pregunta «¿Dónde está la plata?, opera como un interrogante que siembra la duda sobre la contabilidad clara.
- El Presidente utiliza la amenaza de juicios internacionales por 77 y 94 millones de dólares como prueba de que, si bien el dinero está contablemente, ya está comprometido por la negligencia de la gestión anterior («por su inoperancia»).
Paz no refuta las cifras, sino que las vuelve irrelevantes. Si la plata está, existe un monstruo legal que amenaza con devorarla, logrando el mismo efecto, mantener en zozobra en los aportantes.
La construcción de la crisis sistémica
El Presidente no se limita a criticar a Durán, utiliza el caso Gestora para construir una narrativa de crisis moral y sistémica que justifica su intervención. Opera una acumulación estratégica al vincular el problema de la gestora con otros escándalos de corrupción (YPFB, hospital Montero).
El fin es crear una figura de «falsos bolivianos» que han cometido «traición a la patria» en múltiples áreas económicas. Este mecanismo retórico tiene dos efectos claros:
- Amplifica la carga emocional: Convierte la mala gestión en un crimen nacional.
- Justifica la intervención: Posiciona al presidente como el único líder capaz de desmantelar esta amenaza sistémica, justificando el control sobre entidades como YPFB.
La República del insulto
Mientras Durán respondió con cifras verificables, Paz respondió con insultos. El uso de calificativos como «bravucón», «no eras bravo» o «falsos bolivianos» constituye la falacia de ataque personal, en lugar de refutar sus datos.
El recurso no es nuevo: convertir una discusión técnica sobre fondos previsionales en una cruzada moral. El Paz evita debatir evidencia y prefiere narrar una batalla entre «buenos» y «malos».
El «atrevimiento» como método
El análisis final confirma que la frase «yo dije, por atrevido…» funciona como confesión y advertencia al mismo tiempo. El presidente Paz no corrigió un error: lo maquilló, lo embelleció y lo convirtió en un relato épico.
La plata existe, los fondos crecen y las cifras son públicas, pero el poder, cuando se queda sin datos, fabrica la emoción, construye villanos y vende humo como si fuera destino nacional, priorizando el espectáculo sobre la estabilidad financiera de los aportantes.