¡Unidad para luchar, unidad para vencer! ¡Palmas compañeros
La izquierda en el Perú. Mi experiencia y apuntes para el debate
“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar”.
Antonio Machado
I
Hace mucho tiempo que tenía la idea: escribir sobre mi experiencia en la izquierda, empecé en la juventud de Izquierda Unida (1983), tenía entonces 20 años y cursaba el primer año de Sociología en la Universidad Nacional de Cajamarca – Perú.
La finalidad es compartir ideas que permitan reconstruir y fortalecer la izquierda con la perspectiva de ser una alternativa sostenible en el largo plazo, superando el canibalismo electoral y su visión cortoplacista (actitudes recurrentes y muy generalizadas en el quehacer político peruano).
Bueno, aprovechando el tiempo que nos da este encierro forzado por el antipatiquísimo COVID-19, me dije: empieza.
Creo sinceramente que la izquierda contribuyó a la democratización de la sociedad peruana, acompañando la organización y lucha permanente para ampliar los derechos económicos, sociales, culturales del pueblo peruano en el área rural y urbana.
Creo también que muchos militantes de izquierda contribuimos al aislamiento social y la derrota política del terrorismo demencial iniciado por Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Ambos movimientos vinieron acompañados de la respuesta enloquecida del terrorismo de Estado y sus grupos paramilitares (Rodrigo Franco en el gobierno de Alan García líder del Partido Aprista Peruano) y el grupo paramilitar Colina en la era del gobierno primitivo liderado por el presidente Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos. El resultado fue terrorífico: miles de peruanos inocentes injustamente apresados o asesinados por los disparos de ambos lados.
El trabajo intenso de líderes y organizaciones de izquierda en el movimiento campesino, estudiantil, barrial, sindical, fue fundamental para el aislamiento del extremismo aventurero, estos sectores sociales eran considerados estratégicos por ambos movimientos terroristas para crecer orgánicamente, no lo lograron; buscaban base social para tratar de legitimar su propuesta criminal, si alguien se interponía en su camino era eliminado. El rol de las rondas campesinas (fundada en diciembre de 1976 en la estancia de Cuyumalca (provincia de Chota, departamento de Cajamarca) fue decisivo para evitar el avance del terrorismo en el área rural.
Líderes sociales que trabajaron apasionadamente en el campo y la ciudad, organizaciones populares urbanas y rurales, contribuyeron a la derrota política y social de estas bandas terroristas desalmadas. Elena Moyano fue asesinada en Villa el Salvador y Pascuala Rosado en Huaycán, ambas líderes populares odiadas por las huestes terroristas. El líder sindical Pedro Huillca, directivo de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) fue asesinado por el grupo paramilitar denominado “Grupo Colina”.
Es admirable el esfuerzo del Grupo Especial de Inteligencia de la Policía Nacional (GEIN), a pesar del poco apoyo del gobierno Fujimori-Montesinos, logró la captura de los principales líderes terroristas. Quienes pensaron que el problema se resolvía con detenciones arbitrarias y a balazos (fuerzas paramilitares) se equivocaron; este valeroso equipo de policías inteligentes priorizó el seso, la labor de inteligencia antes que la bala disparada por uno y otro lado en forma anárquica.
En este contexto terrorífico, la derecha residente en el Perú (bruta y achorada, según los precisos términos del periodista Juan Carlos Tafur) se dedicó a contemplar la historia desde el balcón, con vaso de whisky en la mano, corridas de toros y eso sí, cómplice de los grandes saqueos y negocios sucios que emputecían la política y las instituciones de nuestro alicaído país; no tuvieron vergüenza alguna en ser los aliados incondicionales de la mafia gobernante, liderada por Fujimori-Montesinos.
A esta derecha cavernícola, Sendero Luminoso y el MRTA les dio el regalo de su vida: contribuir a la debacle de Izquierda Unida como opción de gobierno y poder, debilitar al movimiento social (toda protesta es tachada de terrorista y sus líderes son perseguidos, encarcelados o eliminados en masivas protestas).
Precisamente, producto de la demencia, corrupción, la crisis económica y política, apareció el esperpento de gobierno liderado por Vladimiro Montesinos, maestro y guía del presidente Alberto Fujimori (1990-2000).
La izquierda desunida, irresponsable, entrampada en sus eternos y -genéticos al parecer- líos internos y divisiones, quedó reducida a su mínima expresión. Anteriormente, Ricardo Letts (fue diputado de Izquierda Unida) publicó en el año 1981 el libro: “La izquierda peruana. Organizaciones y tendencias”, identificó ¡20 organizaciones políticas de izquierda!, 9 años después, no se aprendió la lección.
Prevaleció en mi modesto parecer, la batalla de egos desenfrenados antes que la Misión, la Visión y compromiso práctico en llevar adelante un Proyecto Nacional que impulse el desarrollo integral y bienestar sostenible para las mayorías excluidas históricamente.
¿Quién pagó pato en toda esta crisis? pues como siempre: el pueblo.
II
Es muy recurrente en el debate de la izquierda peruana, el tema y eterna búsqueda de la ¡Unidad, Unidad!, sospecho que si se realiza un análisis de contenido sobre la palabra más repetida en eventos y documentos de izquierda, UNIDAD debe ser la utilizada con mayor frecuencia y paralelamente la menos concretizada en agendas de trabajo integral, alternativo, operativo; o para decirlo más claro: siempre noté una falta de voluntad real para el trabajo unitario, los niveles de empatía eran muy bajos, las discrepancias internas altisonantes, sumamente intolerantes a la diversidad de opiniones.
- Es muy difícil que compañeros de las altas direcciones partidarias se reúnan a tomar un café en casa de alguno de ellos, para conversar con la franqueza del cas; priorizan sus discrepancias y broncas en forma extrema – me comentó a mediados de los años 80, un experimentado líder de izquierda.
Escuché y leí comunicados en infinitas oportunidades con el mismo discurso: trabajemos en las bases compañeros, fortalezcamos nuestra chamba abajo, en el movimiento social. El discurso se repite rutinariamente, pero en la práctica no se aprecia el trabajo unitario real, sostenido, con perspectiva de corto, mediano y largo plazo. El problema viene desde la prematura muerte del ilustre intelectual socialista peruano José Carlos Mariátegui, quien murió muy joven en 1930. Su partida prematura ocasionó un período de oscurantismo lleno de dogmatismo y sectarismo que fue fatal para la izquierda peruana y para el Perú.
El debate se dividió durante décadas en dos grandes grupos: quienes defendían a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como la representante de la vanguardia socialista mundial y el modelo a seguir. Al otro lado del ring, los defensores del presidente Mao y el modelo de la revolución china como la única y auténtica a imitar. Pude notar en varias reuniones, compañeros militantes de izquierda que conocían más de la historia de la URSS y China que la del Perú.
Mariátegui en cambio, fue más auténtico, recomendaba siempre: NI CALCO NI COPIA sino CREACIÓN HEROICA, un líder socialista tolerante y democrático, tomando siempre el pulso a la compleja realidad peruana y el estudio del contexto internacional. La lógica me parece algo elemental: no se puede transformar una realidad que no se conoce a profundidad; estoy absolutamente convencido que Mariátegui jamás toleraría a movimientos terroristas como Sendero Luminoso (SL) y el MRTA, quienes pretendían imponer su fanatismo extremista a balazos, coches bombas y asesinatos selectivos (mayormente de líderes populares que impedían su avance en las organizaciones sindicales, gremiales, barriales, universidades, institutos).
El inicio de las acciones terroristas en el año 1980, ocasionó que dirigentes estudiantiles y populares nos encontráramos entre la espada y la lanza. Recuerdo cuando Sendero Luminoso y el MRTA nos gritaban: “lacayos del imperialismo”, “traidores del pueblo, revisionistas, electoreros”, etc. En el otro lado, para la policía y el ejército éramos “terrucos”, su lamentable y muy limitada formación académica los cegó y salieron a disparar a ciegas como si estuvieran en concurso de tiro al blanco. Felizmente el cambio de enfoque del GEIN logró la captura de las cúpulas terroristas, entendieron que el trabajo de inteligencia serio, constante, riguroso, era la salida.
En mi universidad los “servicios de inteligencia” eran un chiste, desde su notorio corte de pelo y porte militar. Fue un viejo compañero militante de izquierda que nos formaba en temas de seguridad y medidas preventivas.
- Al terruco y soplón se los descubre en su corte de pelo, su caminar, su porte, su mirada siempre insegura, desorbitada, en las reuniones y debates siempre buscan el enfrentamiento y división, y para tener más seguridad, en una gran borrachera cantan como pajaritos – nos decía.
Cosas de la vida, en una fiesta llena de música, canto y alegría, dos de ellos se pasaron de tragos y llorando nos contaron su chamba: uno llevaba información del quehacer gremial a la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y el otro al Ejército. Muchas veces tenían que mentir, porque sin informes de importancia no había paga. Al poco tiempo, se retiraron de la universidad. Me pregunté entonces: ¿cuántos ciudadanos fueron apresados, asesinados o desaparecidos por esto informes falsos?
El caso extremo fue un dirigente de la Federación Universitaria de Cajamarca cuyas actitudes eran muy sospechosas, ya teníamos noticias de su cercanía con oficiales del ejército; su actitud era claramente irresponsable: se esforzaba en dividir a la dirigencia estudiantil, generar controversia para enfrentarnos y tratar de desprestigiarnos ante la base estudiantil con calumnias mil. Divide su dirección gremial y sepáralos de su base, parecía ser la orden de sus superiores.
Causó desconcierto cuando pidió prestado un televisor para llevarlo supuestamente a su iglesia evangélica. Al hacerle seguimiento se detectó que por las noches organizó en un local, una sala de cine, para pasar películas pornográficas, cobraba entradas en dos funciones. Un estudiante, amigo del comandante del Ejército, tuvo un almuerzo y se tomaron unos tragos acompañados de un grupo de chicas; ya mareado el comandante confesó que este estudiante trabajaba para ellos. Enterado del asunto, el estudiante se retiró de las aulas universitarias por buen tiempo.
El estudio, debates, conferencias y análisis de casos en el país, me permitieron comprender que la derrota al terrorismo era con debate de ideas y sólida organización, para evitar su avance captando más jóvenes que terminarían en la cárcel o en el cementerio.
Las elecciones para Federación Universitaria, Centros Federados y Tercio Estudiantil eran plenamente democráticas, todos teníamos el derecho a expresar nuestras ideas en los debates, pizarras, volantes, periódicos murales, aula por aula, medios de comunicación. Teníamos la plena convicción que el debate de ideas era el veneno para los sectores extremistas, fanáticos, intolerantes, carentes de ideas sólidas que siempre fueron minoría absoluta; en los debates públicos que teníamos en el Aula Magna de mi universidad con motivo de eventos académicos a nivel regional, nacional, solían traer gente mayor, ajena a los claustros universitarios. No toleraban la discrepancia con fundamento, se levantaban de sus asientos vociferando y amenazándonos de muerte; no toleraron un debate donde pusimos en un lado a José Carlos Mariátegui y en el otro al líder de Sendero Luminoso Abimael Guzmán, demostrando que éste último era un dogmático terrorista que hacía el juego a los sectores del poder en el Perú, interesados también en desaparecer a la izquierda y al sólido movimiento popular de la época. Sus afiebradas y dogmáticas tesis políticas, no tenían sustento alguno en la propuesta de Mariátegui, se lo demostramos con los textos en la mano. ¡Era increíble su nivel de intolerancia, furia, ojos desorbitados, amenazas y gritos!
Nos ayudó mucho el documento del ingeniero Pedro Iberico Vela: “Combatamos el anarcopopulismo de Sendero Luminoso” (publicado el año 1981), su conclusión era clarísima: Sendero Luminoso es un movimiento terrorista, destructivo, antipopular. En el futuro dará el pretexto a la derecha para que señale toda protesta ciudadana como «terrorismo”. Por la información revisada, me parece que este documento es uno de los primeros en deslindar claramente con este movimiento fanático.
No tuvimos titubeo alguno, desde el inicio nos quedó claro el enorme reto de enfrentar a estos movimientos terroristas; nos ayudó mucho el debate y lecturas sugeridas por distinguidos compañeros de Izquierda Unida: don Alfonso Barrantes Lingán, Edmundo Murrugarra, Enrique Bernales, Carlos Tapia, Javier Diez Canseco, Pedro Iberico, Oscar Escalante, Rolando Breña, entre otros.
Fue una época dura, difícil, muy sacrificada, pero se logró el objetivo: el terrorismo nunca tomó hegemonía en nuestra universidad, nunca hubo atentados contra la vida de algún miembro de la comunidad universitaria; como repito, se estimulaba el debate plural, abierto, democrático. Sabíamos que no podíamos ceder al miedo paralizante, por esta razón cuando Sendero Luminoso convocaba a sus intimidantes paros armados, salimos al frente evitando suspender las labores académicas.
El desafío era enorme: la dirigencia (acompañada de su base estudiantil) debía trabajar planificadamente y organizadamente para evitar el caos y anarquía en la universidad, de lo contrario, ingresaban las fuerzas armadas y policiales como en otras universidades a “poner orden”, lo cual empeoró el problema.
El 7 de junio del año 1987, organizamos una masiva protesta estudiantil frente a la intención de autoridades universitarias de premiar a un líder del gobierno aprista otorgándole el título de Honoris Causa. La protesta se justificaba, el presidente Alan García había intervenido militarmente a varias universidades, entre ellas a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Varias autoridades locales y militantes del partido de gobierno aprista entraron pistola en mano para hacer frente a la protesta estudiantil. Estudiantes y trabajadores fueron testigos cuando un grupo de ellos pusieron una bomba en el pabellón de Ingeniería Civil. Además, golpearon brutalmente a un dirigente estudiantil que tuvo que ser evacuado de emergencia a la ciudad de Lima.
Rindo homenaje a mis compañeros, compañeras de izquierda y sectores progresistas, quienes se jugaron el pellejo en esta gran lucha por impedir que nuestra Universidad cayera en manos del terrorismo desalmado o sus cómplices que promovían el terrorismo de Estado.
III
El intento más avanzado de unidad fue IZQUIERDA UNIDA en 1980, logrando el triunfo de mi paisano cajamarquino, don Alfonso Barrantes Lingán a la Alcaldía de Lima en 1983. ¡Cómo nos emocionamos los jóvenes de izquierda, tenía 20 años y pensábamos que la revolución y el cambio de estructuras estaban a la vuelta de la esquina compañero, ¡la revolución se venía sí o sí! Era el inicio de nuestro acariciado sueño: un Perú Nuevo en un Mundo Nuevo, la izquierda avanzaría en su integración, hermanamiento continental y mundial, nada menos oiga usted.
En 1985 culmina muy mal el gobierno de Acción Popular, aliado con el Partido Popular Cristiano, recuerdo un artículo en página central del periodista Manuel D’ornellas con el título: “La derecha está históricamente enterrada en el Perú”, se equivocó obviamente.
De 1985 a 1990 (durante el gobierno desastroso y extremadamente corrupto de Alan García), Izquierda Unida era la segunda fuerza política en el Perú. Me parecía incomprensible que en una coyuntura tan complicada por la crisis económica y el terrorismo, casi todos los mejores dirigentes fueron a encerrarse en el parlamento (cámara de diputados y senadores) y su complicada burocracia, papeleo rutinario, debilitando así el trabajo de organización en la base social, pero en fin. Lo importante era el asunto de fondo: habíamos leído que el capitalismo había engendrado a su propio sepulturero (el proletariado), su colapso era inevitable, casi automático, porque el pueblo ya no podía aguantar más. Cambiaría el régimen de propiedad, las relaciones de producción, distribución y listo, el paraíso y la plenitud multicolor a la vuelta de la esquina. Nuestro romanticismo juvenil aspiraba lograr: “el hombre nuevo en un mundo nuevo”.
La tesis central de Izquierda Unida era conquistar el gobierno y el poder, se hablaba de la clase obrera, la alianza obrero-campesina, pero para mí – un neófito jovencito en política – la confusión era terrible, en las reuniones y marchas no veía proletarios por ningún lado, éramos mayoritariamente estudiantes, empleados de la burocracia administrativa, una reducida participación de campesinos, profesores, compañeras y compañeros sindicalistas que decían ser los representantes de la clase obrera, ¡somos la vanguardia compañeros!; poquísima participación femenina.
¡Esto está bien raro! – me decía para mis adentros una y otra vez. Bueno, justificaba el hecho diciéndome que la lucha por el paraíso terrenal tenía sus rarezas; la mística y emoción social nos llenaban de entusiasmo. Recuerdo una linda foto pegada en la contratapa de mi libro de Ciencias Sociales, era nada menos que la silueta de un Cristo hippie, acompañada del rostro del Che Guevara (mitad, mitad), sinceramente era una obra de arte.
En amena charla, un amigo dirigente nos explicaba que el compañero Salvador Allende decía: “Ser joven y no ser revolucionario, es hasta una contradicción biológica”, ¡Carajo, que gran frase! comentábamos un grupo de jóvenes, ¡qué profundidad! Es decir, si eres joven tenías que ser revolucionario, caso contrario estabas a un paso de convertirte en simio. Como no emocionarte al escuchar la letra de “La Internacional”, el himno mundial de los trabajadores:
“Agrupémonos todos
en la lucha final
y se alcen los pueblos con la Internacional.
El día que el triunfo alcancemos
ni esclavos ni hambrientos habrán,
la tierra será el paraíso
de toda la Humanidad”
Invité a un grupo de amigas a fin de que tuvieran mayor participación en el bloque de izquierda universitario, pues era muy notoria la escasa participación de chicas. Al culminar la primera reunión salieron corriendo, huyeron despavoridas.
- A tu partido siempre apoyaremos Iván, pero no nos obligues a ser militantes.
- ¿Pero por qué? preguntaba. En todo caso empiecen como simpatizantes.
- Son muy impacientes, todo el mundo cree tener la razón, mucho se pelean, gritan, vociferan. Las mujeres hablan con el puño en alto, gritan como hombres. Dan dolor de cabeza los oradores, hablan demasiado y repiten casi lo mismo; no se discuten propuestas técnicas, salidas concretas a problemas concretos como la crisis económica, el empleo, la salud, educación, la necesidad de una reforma universitaria, el mayor apoyo a la cultura y al deporte en el sector juvenil.
No, no, nunca más vendremos a este loquerío – me dijeron.
Qué roche, recordé cuando mi madre querida (estuvo siempre en desacuerdo que milite en la izquierda, lo sabía por mi familia, porque ella tuvo la delicadeza de nunca decírmelo). Meses atrás me había increpado:
- Este bien hijito que quieran cambiar el Perú y el mundo, pero primero tiende tu cama, limpia tu cuarto y ordena tus cosas.
Tenía razón, en honor a la verdad, desde niño me educaron para ser ordenado, pero con las tareas políticas, académicas y gremiales el apuro era cada vez mayor y el desorden también.
Pero en fin, lo más importante era que en Lima ganó la Alcaldía el compañero y paisano Alfonso Barrantes (año 1983) eso era lo histórico compañero, déjate de preocuparte en cuestiones teóricas, mucha lectura no es bueno, ya en los manuales está todo, recuerda lo que dijo Lenin: el marxismo es la ciencia de las ciencias, ya todo está ahí, quien no está de acuerdo es un revisionista pequeño burgués, me comentaba un viejo militante que decía ser marxista-leninista-maoísta-mariateguista y demás relacionados.
Confieso que siempre me sorprendió esta visión tan cuadriculada y lejana de la realidad, estaba de moda considerar los manuales de marxismo como algo intocable, sagrado, tallado en piedra, dogmatismo que obviamente le hizo mucho daño a la izquierda peruana. Es decir la ruta contraria al ejemplo de José Carlos Mariátegui, siempre preocupado en estudiar a fondo los problemas de nuestra realidad en el marco del contexto internacional.
En los lugares donde perdíamos las elecciones, las explicaciones solían ser las mismas: “las masas están confundidas, no están maduras” (como si las masas fueran un mango o una papaya verde), otra común justificación era: “la conciencia de las masas está débil”.
Siempre repitiendo un error bastante común en el quehacer político peruano en general: culpar a otros, la poca disponibilidad de evaluar el propio comportamiento, la ausencia de autocrítica serena y objetiva para implementar los cambios necesarios.
Durante un evento nacional de jóvenes universitarios de izquierda (1988, si mal no recuerdo) propusimos discutir el tema sobre iniciativas de emprendimiento, gestión empresarial y desarrollo; Hernando de Soto, autor del libro: “El otro sendero”, estaba ganando terreno en el campo de los sectores populares de economía informal, por esta razón creímos conveniente discutir y proponer alternativas. Casi nos linchan.
- ¡Esa es una tesis pequeñoburguesa, revisionista compañeros! ¿Qué les pasa?, nos increpaba un viejo líder de la “vanguardia” con años en la experiencia sindical y lucha social, detenido en innumerables ocasiones, así que un grupo de chibolos universitarios, desorientados, no tenían por qué joder la reunión. ¡No faltaba más!
El dogmatismo y la intolerancia se veía por todo lado, Carlos Iván Degregori, destacado intelectual de izquierda escribió:
“Como cuenta Rafael León:
Por los setenta yo tenía una amiga, militante de Bandera Roja, que cuando ‘los de la Católica’ nos poníamos a hablar en difícil, nos cantaba una tonadita que decía así: ‘el pueblo no necesita /que le hables teorías. / Lo que tú hoy le dijiste / el pueblo ya lo sabía…” [1]
En medio de tanto debate largo, aburrido, fatigante y altisonante, mi confusión era cada vez mayor. Felizmente tenía el hábito de la lectura y el estudio, consultaba varios libros, periódicos y revistas; mi padre, que era un simpatizante de la izquierda, ya me había advertido:
- Si no quieres ser un dogmático, un marsupial (en alusión al marxismo que recitaba de memoria algunas citas de Marx) lee, estudia, procura ir a las fuentes y consulta a gente que tenga solvencia académica, que sean investigadores preparados.
Entonces me vino la idea de formar un grupo de estudio con amigos estudiantes, nos reuníamos los sábados por la tarde, consultábamos bibliografía especializada. organizábamos conferencias con docentes destacados. En este trajín me encontré con los libros del viejo Marx, José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre, Gramsci, Eduardo Galeano entre otros; Mariátegui fue un genio político, un ensayista brillante, culto y tolerante; según el maestro Estuardo Núñez, la estadía de Mariátegui en Francia contribuyó a que afinara su sentido de la tolerancia humana e intelectual[2].
A propósito de mi época de estudiante universitario, recuerdo la anécdota graciosa que nos comentaba un grupo de estudiantes en un evento nacional. El Vicerrector era un tipo bien oportunista: cuando a su oficina visitaban los dirigentes de izquierda, exhibía en su escritorio una imagen en bronce de José Carlos Mariátegui; ante la visita de dirigentes del partido aprista, cambiaba la imagen por una de Víctor Raúl Haya de la Torre.
La universidad fue el espacio de trabajo central en la juventud de izquierda. Fui testigo por hechos observados y testimonios en eventos estudiantiles, publicaciones universitarias, de actitudes inexplicables en militantes de pseudoizquierda: la actitud lumpenesca, pseudorevolucionaria, su comportamiento era delincuencial: saqueaban descaradamente los recursos de universidades con la complicidad de autoridades de turno a quienes apoyaban incondicionalmente, ayudaban en el ingreso a la docencia a gente extremadamente mediocre, cómplices en los concursos de cátedra y también en elecciones para decanos y rectores totalmente manipuladas, irregulares. Ellos decidían quien hace uso de los servicios de vivienda y comedor universitario en muchas universidades.
- ¡La revolución es lo primero compañero, tenemos que hacer ingresar a la universidad a compañeros de la vanguardia!
- ¿Cómo piensan hacer su revolución con choros y mediocres? increpábamos a estos defensores de lo indefendible.
Entonces recordé a Cortázar en su gran novela “Rayuela”, capítulo 138:
“Suelo empezar yo, acordándome con desprecio de mi antiguo culto ciego a los amigos, de lealtades mal entendidas y peor pagadas, de estandartes llevados con una humilde obstinación a las ferias políticas, a las palestras intelectuales, a los amores fervorosos. Me río de una honradez sospechosa que tantas veces sirvió para la desgracia propia o ajena, mientras por debajo las traiciones y las deshonestidades tejían sus telas de araña sin que pudiera impedirlo, simplemente consintiendo que otros, delante de mí, fueran traidores o deshonestos sin que yo hiciera nada por impedirlo, doblemente culpable”.
A quienes defendíamos la propuesta de impulsar la Reforma Académica para lograr que la Universidad sea el centro de investigación humanista, científico-tecnológica y vincularla al desarrollo regional, nacional, estos sectores radicaloides nos tachaban de reformistas pequeñoburgueses.
El tema de la Reforma Universitaria es un tema aún vigente para evaluar la calidad académica y profesional que se viene formando en nuestras universidades, sobre todo nacionales. Lamentablemente el movimiento estudiantil a nivel nacional está en crisis, la Federación de Estudiantes del Perú ha perdido legitimidad y representatividad; el 2018 pude ver su local en el centro de Lima, totalmente destartalado y cerrado, al costado, el antiguo local de los maestros (SUTEP) había sido alquilado a un restaurante.
Tengo la esperanza en los colectivos de jóvenes que se organizan espontáneamente para aportar con ideas creativas al desarrollo de sus universidades y del país. Son ellos precisamente los que participaron en las masivas movilizaciones contra la corrupción, el proyecto de ley que quitaba derechos laborales a los jóvenes, las protestas contra el golpe de Estado en noviembre del año 2020 cuando congresistas cómplices de la mafia fujimontesinista y sus aliados pretendían regresar a gobernar.
IV
La tipificación de la sociedad peruana fue un tema de discusión permanente, recuerdo una reunión con furibundos debates sobre la naturaleza de nuestra sociedad: si el Perú era una sociedad predominantemente feudal o predominantemente capitalista compañero.
Después de unas 4 horas de discusión se sometió a votación, ¿Quiénes están de acuerdo que el Perú es predominantemente feudal? ¿Quiénes están de acuerdo que el Perú es predominantemente capitalista? Ganó la propuesta del predominio capitalista felizmente, porque la otra era similar a la defendida por el fanatismo extremista que veía un Perú estancado en el tiempo, semifeudal, por lo tanto, detestaban los procesos electorales con voto universal, directo y secreto.
- ¿En qué carajo nos hemos metido? – comentábamos estudiantes entusiasmados por las grandes polémicas y debates de la época.
- Mucho debate, mucho floro compañeros, poca propuesta, sobre todo en el campo técnico, era nuestra principal preocupación compartida a los “líderes de vanguardia”, quienes obviamente no nos hacían caso.
- Lean las directivas y documentos nos decían.
En víspera de elecciones venían los clamores exaltados de la unidad. ¡Unidad para luchar, unidad para vencer! Tema uno de la agenda compañero: la situación internacional, hasta allí la reunión estaba más o menos calmada.
Tema dos, compañerito, no te vayas: el análisis de la situación nacional y las tareas. Quédate, después del debate tienes que votar; una relativa calma, sudor y cansancio.
El tema tres compañeras y compañeros, ¡Unidad para luchar, unidad para vencer, vamos a definir las candidaturas!
En realidad, ya no había nada que definir, pues todo estaba arreglado, la repartija se hacía detrás de la cortina. Venía la votación y consiguientemente las rupturas, mandadas a la mierda, frentes, fracciones, evaluaciones, volantes, comunicados, pronunciamientos, etc., etc. Pero el eco del grito seguía allí, pegado en las paredes: ¡Unidad, Unidad!
Era indignante constatar la obsesión enfermiza por la obtención de cupos para ocupar cargos en elecciones gremiales, sindicales, municipales y sobre todo congresales (los “cabezas de ánfora” se les decía en aquella época, en referencia a la desesperación por ser congresista) priorizando intereses individuales y de grupo antes que los nacionales y populares.
Ahora con más años de experiencia y estudio lo entiendo, mi hipótesis es la siguiente:
La izquierda no es ajena al problema de la política en general, las decisiones de los partidos políticos se centralizan en Lima, donde la lucha por la sobrevivencia cotidiana es caníbal y contagiante; se extiende hacia el norte, centro, sur y oriente. Excesivamente personalista en un contexto socioeconómico de crisis permanente, compleja, rutinaria; Lima piensa, la provincia acata. Me parece que esta es la consigna política partidaria y de gestión pública en general, un chip cerebral tóxico muy centralista, heredado de la época colonial, institucionalizado, arraigado por años.
Así, la lucha por el cupo electoral no sólo es la lucha por la sobrevivencia partidaria, sino también el salvavidas personal. Excepciones notables y muy respetables las había y las hay por supuesto, pero eran y son solo eso: excepciones visionarias, absolutamente minoritarias.
Una de las disciplinas que me ayuda a entender con mayor perspectiva el quehacer político, es la NEUROCIENCIA, contribuye mucho para comprender a la gente por sus actitudes más que por sus discursos. Ver la realidad no sólo desde la estructura sino también desde los individuos que construyen esas complejas estructuras sociales.
Lima con sus rezagos de pensamiento criollo y comportamiento virreinal donde prevalecen las cofradías, los pequeños grupos, las colleras en el campo político, académico, cultural, sindical, profesional, deportivo inclusive. Puedes ser muy preparado e inteligente, pero si no eres parte de estas cofradías quedarás abrazado con tu sombra, este ambiente tóxico contagiante malogra todo.
Lo noté desde mediados de los años 80 en mis frecuentes visitas al Congrezoo como dirigente estudiantil, años después en el trabajo como asesor en despacho congresal (2006 al 2011, 2016-2018), conversaciones con amigos, colegas de izquierda y de diversos partidos políticos.
Vi en la cara de congresistas el miedo a cualquier tropiezo, el temor a ser suspendidos por alguna actitud en que se pasen de la raya, situación que complicaba su economía personal, familiar, pues muchos aprovecharon la oportunidad para adquirir su casa, departamento, auto. A esto agreguemos los grandes lobbies, leyes en favor de determinados grupos que les traen suculentas ganancias.
Observaba además el irresponsable comportamiento de la alta burocracia administrativa en ministerios y oficinas centralizadas en Lima: maltrato a su personal, a humildes ciudadanos o autoridades que venían desde sus lejanos pueblos para reclamar o realizar hacer algún trámite; la actitud egocentrista de dirigentes políticos, su arrogancia y displicencia con la gente.
Este centralismo viene acompañado del malévolo pendejismo criollo, en opinión de una gran amiga poeta, esta tara social la describe con los siguientes atributos: la viveza criolla, el tipo mosca, habladorcito (a) que pretende atarantar, figuretismo y ayayerismo que busca ocupar un cargo sí o sí. Su frase favorita es la del ex presidente Alan García Pérez: “No seas cojudo hermano, la plata llega sola”. Otra: “¿Cómo es la mía hermanito? o ¿Sabes con quién estás tratando?
Siempre me impresionó la obsesión y culto a las apariencias, el desfile de máscaras y disfraces reinante, explicable consecuencia de un país donde no solo reina la corrupción, el individualismo patológico, sino también el colapso de nuestro sistema educativo. En este contexto de anomia y crisis se explica la falta de respeto a normas, reglas de convivencia civilizada elemental, el quiebre de la ética profesional. Domina el clima tóxico que impone el “sálvese quien pueda” y los egos desenfrenados del poder siempre, ocasional, transitorio, temporal.
Sobre este ambiente tóxico en el quehacer político y de gestión, el periodista Herbert Mujica Rojas, en su artículo, “Lima debería implorar perdón al Perú” dice:
“El adocenamiento limeño invade cerebros, estupidiza ecuménicamente y anquilosa a partidos, instituciones de todo orden y convierte en ociosos y haraganes sempiternos a quienes se guarecen en la cosa pública y en la privada. Los primeros viven felices esperando el seguro salario; los segundos, están en puestos que no pocas veces, reposan edificados sobre licitaciones con nombre propio; contratos amañados; exacciones violentas y legales contra el país vía concesiones o privatizaciones, etc.
Castradora, frívola, mediocre y gris, escenario de las más grandes tragedias cívicas de la Nación, fábrica aviesa de figuras y figurones, falsos valores, impostores y cacos, en blanco y negro y en la televisión o radio, en el Congreso o gobierno, Lima es una olla infinita de fétidas sensaciones. Si el Perú es lo que es, en gran parte se lo debe a esta ciudad yuguladora y angurrienta de vivir rimbombante y en la impostación de ‘buenas costumbres’, voz atildada y una evidente y vergonzosa falta de pantalones y firmeza para destruir a sus sagrados íconos con apellidos ‘decentes’. Lima debería implorar perdón al Perú” [3].
En lo referente a la lucha por la sobrevivencia en un ambiente muy caníbal, me parece oportuno citar al ensayo escrito por Carlos Delgado en la década de los años 60:
“(…) Como todos quieren ‘subir’ y hay pocas posibilidades de lograrlo, el ‘ascenso’ de un individuo entraña el descenso de otro: sólo se puede ‘subir’ cuando otro ‘baja’. Pero como dentro de condiciones sociales de alta competencia, tal ‘descenso’ no puede ser resultado del deseo espontáneo de nadie, surge la necesidad de ascender derribando. En síntesis, dentro de tal contexto social, para tener éxito es preciso ‘traerse abajo’ a otros individuos.
(…) A este deseo desenfrenado por ‘subir’ se le denomina en el Perú arribismo.
(…) Desde este punto de vista, la significación del estudio del arribismo como conducta social de competencia estriba, justamente, en que las relaciones sociales están estructuradas en el Perú contemporáneo. En otras palabras, el arribismo, obedece a imperativos de carácter social generador por la propia estructura de la sociedad peruana” [4].
Nunca olvidaré esta anécdota. Estaba en la cafetería del Congrezoo con una compañera asesora, se acercó a la mesa un compañero natural del sur del país que trabajaba como asesor en un ministerio, esperaba la llegada de otro amigo para unas coordinaciones.
- Siéntate compañero, el compañero ya debe llegar en unos minutos. Cómo te va, de dónde eres, yo soy de Cajamarca.
- Soy de provincia, pero ya vivo más de 15 años en Lima por si acaso, mi pelo no era así, quedó así por el estrés, me respondió (se refería a tener el pelo muy erizado).
Al terminar la reunión comenté a mi amiga:
- Esta situación está más jodida de lo que pensaba.
- El migrante achorado compañero, me comentó, están aquí en el Congrezoo y oficinas de ministerios, los encuentras por todo lado, ¡anda ve tú como muchos de ellos tratan a la gente!
V
Caminante, son tus huellas el camino y nada más.
Sectores de la derecha y ultraderecha tratan ingenuamente de convencernos que el debate entre izquierdas y derechas ya no tiene sentido, te dicen, mira: es como si vivieras en un desierto donde todo camina en piloto automático gracias al mercado libre en favor del “Estado Derecho, la inversión, la democracia, y bla, bla, bla…”.
Para ellos no hay intereses en juego, modelo de desarrollo y acumulación, distribución de la riqueza, desigualdad. ¿Estado promotor, regulador?, no, no, no. Estás en el paraíso, el problema es que no te diste cuenta comunista, rojo, caviar, terruco, chavista…
¿No has visto las estadísticas, el auge de las clases medias, los supermercados llenos de gente?
Existe una diferencia notable, además, que me hace recordar a un combatiente republicano en la película “Soldados de Salamina”: “La derecha sabe lo que quiere. La izquierda siempre decepciona”.
Un pensar constante que noté en estos años es el creer erróneamente: toda lucha social que apoya la izquierda se corona en un futuro triunfo electoral, es decir, si tú estuviste en medio de esta lucha social y participas como candidato en lista para un gobierno municipal o regional, toda la gente reconocerá tu esfuerzo y automáticamente te dará su voto de confianza; craso error, no siempre es así.
El ejemplo dramático peruano es la masacre en Bagua (Amazonas) durante el segundo gobierno de Alan García (junio 2009). Las comunidades nativas de nuestra amazonia protestaron masivamente ante la promulgación de decretos legislativos que pretendían despojarlas de sus territorios, para entregarlos a la industria extractiva. La represión policial y reacción de protestantes ocasionó 33 ciudadanos muertos y un desaparecido.
En las elecciones para gobierno regional 2010, ganó la presidencia de la región Amazonas José Arista Arbildo, quien precisamente se desempeñó como viceministro de Economía (agosto 2006 – enero 2010). Un resultado desconcertante, el gobierno te reprime y tú eliges a uno de sus altos funcionarios; así de complejo y desconcertante es nuestro electorado.
¿QUÉ HACER?
Ay! si con sólo una gota de poesía o de amor pudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lo pueden la lucha y el corazón resuelto.
Pablo Neruda
¿Cómo construir una izquierda a la altura de los desafíos propios del contexto nacional e internacional? es el reto permanente hace décadas. Nuevamente escucho los desesperados gritos de unidad, gente sincera lo pide de alma, corazón y vida, pero también están los oportunistas de siempre, esos que se mueren por obtener su curul o un cargo en gobiernos municipales, regionales, y se pasan la vida engañando a los jóvenes que necesitan para sus campañas personales.
La triste realidad nos demuestra que se ha debilitado la voluntad autocrítica, la mística de trabajo de antaño, el ideal, la emoción social. “El alma matinal” que inculcó José Carlos Mariátegui, ha sido reemplazada por obtener un cargo o curul parlamentaria en este ambiente tóxico del “sálvese quien pueda”.
En el mes de abril del 2021 se difundió un audio que me dejó helado, una candidata al Congrezoo, supuestamente “de izquierda” dijo lo siguiente a su equipo de trabajo:
“Yo lo tengo clarísimo, pero yo lo que necesito es que tengas voluntad, no de hacer una campaña de mierda en la que vayamos a visitar asentamientos humanos desperdigados del mundo y que la gente nos mire, sí señorita, sí señorita y luego se olvida de nosotros y vote por cualquiera que regale el taper.
Tu voto aunque no te guste está en la clase media y esa clase media que nos ha llevado a nosotros a hacer muchas cosas, como habla Castañeda, está en otros lugares”.
Es la lucha tan generalizada por la sobrevivencia compañerito. Un amigo de izquierda comentaba en su Facebook: “Las masas quieren unidad”, otro comentó: “Me parece que estás equivocado, las masas quieren chamba”.
En el año 2007 fui invitado a un debate sobre la permanente invocación a lo chamán por la unidad; sugerí un primer paso de “unidad para luchar, unidad para vencer”, la tarea era simple: en lugar de tener varias publicaciones de diversos partidos, movimientos y colectivos de izquierda, unir esfuerzos y recursos en una o dos publicaciones que tengan la mayor calidad profesional y periodística posible. Los asistentes aplaudieron, pero una iniciativa tan simple, viable y práctica, nunca se concretó. Entonces comprendí que seguía intacto el viejo problema: cada quien quiere conservar su parcelita de collera.
La unidad no es un término abstracto, debería concretarse a partir de iniciativas muy sencillas: un Programa mínimo, organización inteligente para avanzar, formación de Líderes, caso contrario las “grandes ideas” se quedan en simple floro, palabreo. El reto es llevar el marco teórico conceptual y las experiencias exitosas a la gestión política estratégica, eficaz.
Este raro comportamiento tiene viejos antecedentes comprensibles. Después de la caída del muro de Berlín, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el desmadre de Izquierda Unida en Perú, hubo una fuga mayoritaria a microrefugios de sobrevivencia: unos fueron a la administración pública, centrales, gremios sindicales, otros a universidades y ONGs.
La ofensiva neoliberal iniciada en 1990 por Vladimiro Montesinos y su pupilo el presidente Alberto Fujimori, se encontró con una izquierda desguarnecida por sus propios errores (dogmatismo, sectarismo, lucha desenfrenada por el cupo, lejana de propuestas que atiendan las necesidades cotidianas del pueblo, alejamiento del trabajo político en la esfera productiva, económica, entrampada en discursos para la reunión interna y no para los nuevos emergentes sectores sociales que luchan por la diaria sobrevivencia en una economía informal en más del 70%).
Otros asumieron roles diversos: analistas y comentaristas “liberales, modernos”; compañeros desesperados tuvieron la temeridad de estar al lado del fujimorismo o fueron a reciclarse a los nuevos movimientos y partidos “independientes”. También fueron requeridos como asesores de empresas mineras que necesitaban aliados que entiendan y sepan cómo neutralizar a líderes que reclaman y joden; “entre nosotros nos conocemos chochera”, me comentaba años atrás un funcionario minero que también militó en algún momento en la izquierda en los años 70.
Recuerdo a un militante de izquierda, de discurso radical, en su juventud usaba pantalón verde oliva, visitó Cuba y Nicaragua, se sentía guerrillero y estuvo a punto de ir al monte. Lo encontré en 1993 haciendo propaganda por la nueva Constitución Política impulsada por el régimen mafioso de Fujimori-Montesinos.
- ¿Y la revolución compañero? ¿Y la unidad para luchar, unidad para vencer?
- ¡Ja, ja, ja! fue su respuesta.
Otros tuvieron la oportunidad de ocupar cargos públicos en gobiernos regionales y municipales y ¡vaya usted a ver casos en que estuvieron cegados por la corrupción, a punto de llevarse los focos, el problema era que no los alcanzaban por la altura!
Es necesario EVALUAR el camino recorrido, el dogmatismo y sectarismo enfermizo, el conformismo y ausencia de autocrítica severa para poder avanzar, las iniciales indefiniciones programáticas y los titubeos frente al terrorismo demencial de Sendero Luminoso y el MRTA, la falta de promoción de nuevos dirigentes, la desconexión con aspiraciones del pueblo, la carencia de “Escuelas de Líderes» para formar políticos con soporte doctrinario y también técnico. Ya no basta el hablar, es también necesario el hacer eficiente, pensando siempre en la Patria y el bienestar de las mayorías. Y por supuesto, el soporte ÉTICO, no olvidemos que también hay gente inescrupulosa y corrupta disfrazada de izquierdista.
En los años 60s, militantes apasionados por el ideal (con todos sus errores y limitaciones) priorizaban lo social antes que lo personal, el sacrifico por los ideales era heroico. Con la crisis de los 90s, noto que el esquema se dio la vuelta como una tortilla, primero es el yo luego el nosotros. Como me comentó un ex militante de izquierda: “hay que sobrevivir compañero”.
Lo que me parece algo irracional y absurdo es el no entender que se pueden realizar las dos actividades en perfecta armonía: un quehacer profesional eficiente, honesto, acompañado de un quehacer político responsable y con perspectiva de metas claras para el mediano y largo plazo. Es el YO y NOSOTROS que van de la mano en la justa lucha por un país con Justicia Social, oportunidades para todos, camino al logro del desarrollo humano.
En este de contexto de ANOMIA generalizada, de un desmadre que parece imparable, insisto en la urgente necesidad de reafirmarnos permanentemente en los ideales y principios, la emoción y compromiso social. Esta es la base de un político honesto; el punto de partida es sicológico, profundamente emocional. “La intencionalidad profunda es la clave” explica el neurocientífico Mario Alonso Puig.
Entonces, con voluntad autocrítica y de cambio, las tareas de reingeniería deberían empezarse desde abajo, evaluando seriamente el camino recorrido; comparto las siguientes propuestas:
- Programa de gobierno muy didáctico, alternativo y de fácil acceso para la comprensión de las mayorías.
- Formación permanente de nuevos Líderes con soporte ético, político y técnico, de allí la importancia de formar una Escuela de Líderes descentralizada, trabajando propuestas para ámbitos específicos: local y regional fundamentalmente, impulsando proyectos piloto, experiencias exitosas que se puedan mostrar al país.
Hemos tenido experiencias en gobiernos de izquierda locales y regionales, muchos de ellos desastrosos, lo que demuestra que no basta ganar, es imprescindible estar preparado para gobernar honesta y eficientemente. Urge entender que la gestión en espacios de gobierno tiene que unir la gestión política, técnica y social, la dimensión ética es su pedestal.
A lo largo de estos años noté una gran deficiencia en los eventos nacionales, regionales y locales: nuestro déficit en temas técnicos y expertos profesionales vinculados por ejemplo a la política energética, infraestructura, política industrial, agroindustrial, ciencia y tecnología, comercio exterior, por citar algunos rubros especializados.
Asimismo, uno de los errores que percibo es el titubeo en los análisis de contexto realizado por algunos académicos de izquierda o progresistas, el temor absurdo de decir las cosas como son, de ver la realidad desde lo más profundo y no sólo de lo superficial; ese raro hábito del enredo semántico, abstracto, ese pasar en puntillas para incomodar menos o no incomodar a las élites del poder que pretenden controlar hasta nuestro horóscopo.
Lo advirtió el destacado investigador académico y político de izquierda, Carlos Iván Degregori:
“Por alguna razón que no logro comprender bien, la ciencia política en el Perú tiene un estilo algo conservador, premeditadamente despolitizado. Sus referentes en el Perú dicen casi con orgullo, sin matices, que se asumen como los portadores de una nueva verdad científica desideologizada, y ya sabemos a estas alturas cuán ilusa es esa pretensión” [5].
El destacado periodista César Hildebrandt en su artículo publicado en el diario “La Primera” (31 mayo 2008) comentó al respecto:
“La ambigüedad es en el Perú un mecanismo de defensa, una chamba del derecho de no enemistarse con nadie que puede ser útil, un ejercicio de la diplomacia defensiva (que es el talento afelpado de la mayor parte del Perú). Si Marx hubiese sido peruano, ‘El Manifiesto Comunista’ se habría convertido en algo así como: propuestas para empezar a resolver las tensiones sociales más apremiantes”.
Iousu Perales, Sociólogo y Politólogo español, en su artículo: “La cuestión de la izquierda” dice:
“Siempre me ha llamado la atención que la reacción de la izquierda ante sus derrotas transmita un estado de perplejidad, de orfandad, de pérdida del sentido de su razón de ser. Sin embargo, debe dejar el pesimismo para tiempos mejores. La izquierda sigue estando ahí para recordar al mundo que la gente, y no la producción es lo primero. La gente no debe ser sacrificada como víctima del crecimiento.
Es verdad que ahora estamos jodidos. Pero los malos momentos pueden ser fecundos para aprender, un estímulo para renovar el pensamiento crítico, para enriquecer la conciencia de transformación social. Creo que una síntesis de los males de la izquierda es: desconexión con la realidad social; desnaturalización de su proyecto y de sus valores; pereza intelectual para investigar nuevos caminos; soberbia que se resiste a la autocrítica; tendencia a la fragmentación. Pero, aún y así, no debemos abandonar una inspiración del socialismo más puro que sigue proclamando una transformación general de la vida social” [6].
- Organización inteligente y de alto rendimiento, democrática, descentralizada, que trabaje en los diversos espacios de la sociedad civil: trabajadores del campo y la ciudad, sector empresarial, enfocándose en los pequeños y medianos empresarios que son la mayoría, organizaciones sociales de base, universidades, institutos, colectivos juveniles diversos, técnicos y profesionales progresistas con voluntad de cambio, etc.
Las derechas quisieran una izquierda simplemente contestataria, por los siglos de los siglos (el infantilismo extremista es su cómplice), no permitamos su peligroso avance. José Carlos Mariátegui escribió en el número 17 de la prestigiosa revista “Amauta” (setiembre 1928):
“La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco, vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, didáctica, operante, rica en potencia y capaz de movilizar”
Las tareas para lograr grandes reformas y cambios sustanciales exigen voluntad muy amplia de convocatoria y concertación de la izquierda con los sectores progresistas, patrióticos, para aislar social y políticamente a sectores de la ultraderecha fascista, tanática, que ya mostró al mundo su rostro con sus dos más destacados representantes orates, irresponsables, desalmados: Donald Trump en los Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil.
- Equipos de comunicación estratégica didáctica, convincente. Uno de los errores de la izquierda que pude notar en todos estos años, es la preferencia por elaborar contenidos de comunicación para debatir, entendernos y convencernos solo entre nosotros, como si fuéramos los únicos en el escenario político social; contenidos abstractos, nebulosos, de difícil comprensión para las mayorías.
El periodista Aram Aharonian (cofundador de Telesur) hizo una severa crítica a la izquierda en el terreno comunicacional. “No sabe vender esperanza” manifestó. La izquierda se ha quedado en el lloriqueo y la denunciología, actitudes reactivas y repetición de consignas.
Superar estas limitaciones implica un mayor nivel de creatividad en el diseño de contenidos y obviamente optimizando el uso de la tecnología disponible.
Todo proceso autocrítico de reconstrucción y cambio sustancial es posible, sólo requiere auténtico compromiso social, voluntad real de mostrar al país un nuevo estilo de trabajo político: ejemplar, decente, solidario, responsable, alternativo, creativo, innovador y con alto nivel profesional. ¡Bon voyage!
NOTAS
[1] Carlos Iván Degregori. “Qué difícil es ser Dios. El Partido comunista del Perú – Sendero Luminoso y el conflicto armado interno en el Perú: 1980-1999”: Lima. Instituto de Estudios Peruanos, 2011, pág.175.
[2] Estuardo Núñez. “La experiencia europea de Mariátegui”. Lima: Empresa Editora amauta, 1994, pág. 46
[3] https://www.voltairenet.org/article144706.html
[4] Carlos Delgado Olivera. “Ensayo sociológico sobre el arribismo en el Perú”. En: “Dominación y subdesarrollo”. Lima: Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo de la Educación (INIDE),1975, págs.109,110.
[5] Pablo Sandoval y José Carlos Agüero. “Aprendiendo a vivir se va la vida. Conversaciones con Carlos Iván Degregori”. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2015, págs. 194, 195.