300 palabras, un mundo
Pinchazo de la globalización
Había una vez un globo chino que surcaba el cielo. Fue propiedad de algún niño goloso y distraído que soltó la cuerda. Cruzó desde Alaska hasta el Atlántico. Al principio, nadie se percató de su vuelo hasta que fue avistado y derribado: hace tiempo que existen linderos en los cielos.
China fue el primer país que salió de la frontera militar, cultural, ideológica denominada cortina de hierro. El mercado funcionó como operador y fue la ponzoña que envenenó al socialismo. China es una suerte de niño goloso que soltó el globo asustado porque en el mercado los roles se invirtieron: los defensores de la libertad se convirtieron a los paladines del proteccionismo y el conservadurismo. Nadie puede cruzar la frontera sin permiso. No importa que se pisoteen principios como el libre comercio, la propiedad privada y el derecho a la información que es la vaca sagrada del mundo libre.
La guerra en Ucrania marca la diferencia entre el liberalismo duro, autoritario de China y Rusia contra el proteccionismo americano y europeo. Los argumentos ideológicos no existen sino un objetivo: Putin no puede ganar. Así se desató la guerra híbrida: yo pongo las armas tú los muertos. China oficial no está apoyando la guerra, pero terminará haciéndolo, es principio de sobrevivencia.
Los globos chinos tradicionalmente fueron símbolos de buenos deseos y mensajes que los humanos enviábamos a los dioses. Pero nuestra realidad es distinta, soñamos con globos, como significado de la oportunidad perdida. La globalización se va y la idea de un mundo único desaparece.
El niño goloso sigue enamorado del globo y debe habitar en un mundo partido en dos. Dibuja una mueca de tristeza. El globo era un amigo al que no se puede sustituir. Esperará hasta que un día regrese, pueda coger la cuerda y no separarse jamás.