Entre la sed de venganza y el odio que conduce a instrumentalizar el poder para escarmentar e imponer un régimen del mi" />

Derrotero de la violencia, el engaño y la impunidad: No nos llamemos a engaño

Arturo D. Villanueva Imaña

Entre la sed de venganza y el odio que conduce a instrumentalizar el poder para escarmentar e imponer un régimen del miedo y terror; y la decisión de establecer un sistema dictatorial y fascista que hace uso sistemático de la fuerza y la violencia, NO hay ninguna distancia ni diferencia; solo es un asunto de gravedad y tiempo.

La máscara populista y seudo izquierdista del régimen sólo contribuye a encubrir y ocultar su verdadero rostro. Lo que importa no son sus declaraciones de fe, ni sus discursos; sino sus actos que los delatan claramente.

El país no se encuentra únicamente amenazado por una perversa intención de vengarse y resguardar la impunidad de sus propios militantes y ex autoridades que a su turno cometieron actos de violencia extrema y delitos de lesa humanidad; también se encuentra ante la inminente imposición de un régimen de fuerza violento que cercenará libertades, derechos, democracia y estado de derecho, porque existen demasiados intereses económicos y políticos en juego.

A la luz de los hechos podemos comprobarlo claramente, cuando observamos la amenaza y proliferación de armas artesanales que bandas de masistas utilizaron en la plaza de Cochabamba hace pocos días para expulsar mujeres que protestaban contra el abuso de poder; cuando en altas horas de la noche y protegidos por la oscuridad se producen allanamientos de moradas con civiles encapuchados; cuando el ministro de gobierno se encarga personalmente de presentar públicamente el resultado de sus operativos represivos y violentos; cuando a espaldas del país y el conocimiento debido de la oposición sobre propuestas legislativas, el oficialismo pretende modificar nada menos que la ley de juicio de responsabilidades; o cuando de forma por demás arbitraria y fuera de los procedimientos legales y correctos de tratamiento legislativo, aprueban un decreto presidencial de amnistía e indulto claramente parcializado, que suplanta y se sobrepone a competencias de otro poder, que otorga impunidad a sus propios militantes y que deja sin efecto una investigación internacional independiente propiciada por la CIDH que eventualmente podría contribuir a esclarecer TODOS los actos de violencia, delitos de lesa humanidad y otros que se produjeron en todo el periodo posterior a la crisis político democrática emergente del fraude electoral de 2019 y la posterior renuncia y huida del ex mandatario Evo Morales.

Por tanto, NO se trata únicamente de revertir las abusivas detenciones y juicios entablados para escarmentar a su oposición que les disputa el poder (así como a militares y policías para que se sometan por miedo); sino de luchar por la libertad plena para todos, y la interpelación de AMBOS enemigos íntimos que en su disputa pretenden arrastrar al país al descalabro y el imperio de la confrontación, sólo porque están ansiosos de imponer un régimen propio de autoritarismo y fuerza.

Lo que se juega por tanto, no es la libertad de algunos, sino la libertad de toda la nación frente a la violencia y el intento de someterla a la fuerza.

Finalmente, lo que corresponde en este nuevo trance que la violencia, el abuso de poder y las disputas políticas ponen al país, es que el pueblo vuelva a plantarse y movilizarse pacíficamente (porque de otra manera estaríamos haciendo el juego a la violencia y el enfrentamiento al que nos quieren inducir), para recuperar esta vez las libertades, el estado de derecho y la necesidad de realizar una investigación independiente y completa que nos permita alcanzar la justicia, y allanar el camino al reencuentro nacional y la pacificación, con base en el establecimiento de la verdad de TODOS los hechos de violencia sucedidos.

Limitarse a la sola disputa por liberar presos y detener temporalmente los juicios, solo contribuirá a alargar la agonía mientras el abuso de poder acumula fuerza por el miedo sembrado, para terminar su tarea. El país no puede volver a cometer el error de confiar y depender de la partidocracia tradicional y sus politiqueros oportunistas, porque en el fondo no les interesa lo que pueda pasar con quienes hoy sufren el abuso de poder (que ellos mismos ejercieron en su momento con sus enemigos y adversarios políticos), sino dedicarse a “administrar” las migajas del poder ganado recientemente. Si no es así, que nos digan entonces por qué en unos casos ni siquiera han abierto la boca, y en otros se han limitado a realizar declaraciones muy tibias. Por eso, nuevamente y como ha sucedido tantas veces en la historia nacional, el pueblo vuelve a depender únicamente de lo que decida y haga.

(*) Sociólogo, boliviano: Cochabamba, Marzo 19 de 2021.

Atrás