La candidatura de Añez y el retorno del separatismo fascista
A no dudarlo, la candidatura de Jeanine Añez es totalmente reprochable y cuestionable desde el punto de vista ético y de principios, porque los rompe para favorecer mezquinos como inadmisibles intereses personales y político-empresariales que desean continuar medrando de su alianza con el poder circunstancial, sólo que esta vez no con el masismo.
Al mismo tiempo, la candidatura oportunista trae otros bemoles no despreciables desde el punto de vista político. Por una parte logra desgajar, provocar un vacío y poner en serios aprietos a la alianza de Carlos Mesa; que a su turno pierde importantes aliados que lo acusan de inviabilizar su candidatura, por negarse a incorporar alianzas con los sectores populares del país. Craso error y muy reveladora obcecación. Se trata pues de un efecto por demás desesperanzador para aquellos sectores moderados que aun soñaban ilusamente que podían hacer frente al masismo, sin darse cuenta que con las nuevas candidaturas presentadas, inclusive han perdido también el respaldo de Santa Cruz, que fue su más importante plaza electoral en las elecciones anuladas.
Sin embargo ello no es todo, ni lo peor. Sucede que la candidatura de J. Añez está poniendo en evidencia un grave peligro para el futuro nacional, que la generalidad de la población no parece advertir. Y se trata de que dicha candidatura ha despertado la más furibunda reacción de otros candidatos y alianzas que hasta ahora se encontraban muy cómodamente instalados en el espectro electoral, aprovechando inescrupulosamente de una simpatía lograda como consecuencia de su destacado rol en la resistencia, porque se atreve a disputar sus mismas bases de apoyo social y electoral. Es decir, que está atrayendo y haciendo temblar los cimientos y las bases de apoyo social de las candidaturas más reaccionarias, separatistas y fascistas (como la de Camacho/Pumari y de Chi por ejemplo), que hasta ahora insensiblemente habían logrado captar importantes muestras de respaldo, encubiertos por la desesperación generalizada por deshacerse del masismo.
No hay que olvidar que paralelamente a esta sorpresiva como decepcionante configuración de candidaturas y alianzas, también se ha producido el retorno de antiguos y connotados personajes de aquella corriente fascista y separatista que había escapado del país (caso Marinkovic o Reyes Villa por ejemplo); pero que extraña y desmemoriadamente fue auspiciosamente recibida, nada menos que bajo el argumento de paz y unidad, de la que los mismos nunca ejercieron ni propiciaron cuando tuvieron la ocasión de gobernar y/o dirigir organizaciones cívicas, que más bien se dieron a la tarea de convulsionar y pretender dividir al país.
Desordenado y pateado el tablero electoral de esta manera, la población y la ciudadanía tienden a entrar en la desesperación y el pánico, porque se percibe que a este paso la autocracia podría reinstalarse y volver sin mayor esfuerzo.
Tanta es la desesperación y el pánico, a pesar de ser la peor y más pésima consejera, que sin percatarse del gravísimo peligro que significaría restaurar y reponer tan nefastas como ultraconservadoras corrientes; existen cada vez más voces ciudadanas y sociales, que se están dando a la tarea de exigir y reclamar unidad de candidaturas para hacer frente a la autocracia expulsada, sin detenerse a meditar que en sustitución, no solo nos devolverían al más oscuro pasado del país, sino que bien podrían reponer los más extremos riesgos de separatismo, reacción y fascismo.
Ante la inexistencia de una alternativa nacional-popular independiente y alternativa frente al masismo y el neoliberalismo reaccionario que pretenden retornar al poder, la unidad del país NO es una consigna para reclamar y exigir a los candidatos y las alianzas opositoras, sino una responsabilidad y una obligación del pueblo y la ciudadanía para evitar que ambos riesgos y peligros inminentes para el destino y el futuro del país vuelvan a reproducirse en el poder (si mínimamente se quiere conservar libertad, democracia y derechos).
(*) Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia. Enero 30 de 2020.