Mesas observadas, conteo rápido pero insuficiente, TSE cuestionado por intransparencia
La guerra no acabó la noche del después
La guerra política por la continuidad el presidente Evo Morales o su alejamiento del poder no concluyó el domingo, pese a su eventual victoria en los comicios generales intensificándose, desde la misma noche, la batalla de mesas observadas, el conteo rápido parcial e insuficiente y las impugnaciones a su candidatura, que sus opositores consideran ilegal.
Los sondeos previos favorecían a Evo pero la batalla de encuestas durante el proselitismo ha tendido un manto de poca credibilidad sobre ellas, que podría extenderse al TREP, el gran protagonista de la noche del sufragio, y su restante e inquietante 16% que quedó en manos de un cuestionado Tribunal electoral.
“No me abandonen” clamó insistentemente Morales a sus electores en los últimos cierres de campaña para sumar 19 años de gobierno, aunque, contradictoriamente, anunció “una paliza” a sus contendores, que no se cumplió.
En paralelo, su principal adversario, Carlos Mesa, logró el apoyo de sectores de derecha y de izquierda, y solo la noche del domingo de Oscar Ortiz, al que un candidato sorpresivo, Chi Hyun Chung, le arrebató el tercer lugar.
El primer cómputo preliminar del Tribunal Supremo Electoral, al 84% de las mesas de votación, dio a Morales, del Movimiento al Socialismo, el 45,28% de los votos válidos, contra 38,16% de Mesa, de la alianza centroderechista Comunidad Ciudadana.
En lo que aparecía como la más difícil elección de Morales desde los comicios de 2005, 2009 y 2014, y la primera posibilidad de derrota en 15 años, diferentes protagonistas observadores y reportes de prensa consideraban, hasta un día antes de los comicios, que estaban en juego los dos tercios del control legislativo y la posibilidad de una segunda vuelta, en la que sus adversarios confiaban para desplazarlo de casi 14 años en la jefatura de Estado.
Su principal colaborador, el vicepresidente Álvaro García Linera, sostuvo que la principal incógnita era «saber si vamos a tener dos tercios como en 2014 o vamos a reeditar un sistema de gobierno dividido, con alguna de las cámaras bajo control de la oposición”, como en 2005.
Al terminar ese año surgió el gobierno de Morales, que quiere prolongarlo por dos décadas, acusado de un autoritarismo tendiente en los hechos a la dictadura –según sus adversarios, por el control de los demás poderes, incluido el Tribunal Supremo Electoral–, no obstante sus logros económicos por el alza de los precios de las materias primas en un país extractivista que comienza a sentir, en sus finanzas y el endeudamiento interno y externo, el peso de su decaimiento, con números rojos desde 2014 en su macroeconomía.
IMPUGNACIONES TEMPRANAS
También conocido como TSE, este organismo, que insistió en la anulación, de acuerdo a norma, de la preferencia ciudadana si estaba mellada por borrones y otras alteraciones que darían lugar a la observación de las más de 12.100 mesas en que se depositan los votos, dio lugar a la susceptibilidad negativa de captar imágenes de las actas ciudadanas a difundirse mostrando el resultado en cada una de las ánforas para el conteo rápido.
El sistema oficial de Transmisión Rápida de los Resultados Electorales Preliminares se mostraba insuficiente y parcial ‒anunció sólo llegar a un 90% de la votación a las 20:00 de este domingo‒ mientras los gestionados por otras organizaciones, entre ellas la fundación católica Jubileo y partidos políticos, se esmeraban por acercarse al 100% para no dar paso a la eventual manipulación del recuento estatal y ofrecer una versión más real que la del TREP.
El presunto manejo oficial del 10% de los resultados perteneciente a determinadas ánforas, o de hasta un 7%, impulsaba distintas versiones sobre el recuento postelectoral, abriéndose, por otra parte, un vacío legal en torno la diferencia del 10% sobre el segundo, toda vez que el artículo 52 en su inciso b) no precisaba si tal porcentaje se aplicaba al total de los votos emitidos o a los válidos.
El caso podría demandar su interpretación por el cuestionado TSE, o eventualmente por el Tribunal Constitucional que habilitó la candidatura de Morales o del Órgano Legislativo, de arrasante mayoría oficialista, con consecuencias de debate y polémica a partir de las respectivas objeciones en el mismo lugar del sufragio y su consideración por los tribunales departamentales y el OEP.
Así, las versiones opositoras de fraude informático en el OEP/TSE designado por la mayoría gobernante, más la denunciada manipulación del voto en el exterior, ensombrecían el proceso electoral con anticipados desconocimientos del ganador si se consumaba la estafa electoral.
“Yo no reconozco la candidatura ilegal de Morales, pero participo de las elecciones porque no voy a regalarle la elección como los venezolanos se la regalaron al chavismo. ¿Vas a jugar con estas reglas injustas y la cancha inclinada? Sí, voy a jugar y le voy a ganar, porque si no lo hago este señor se va a quedar indefinidamente en el poder”, le dijo Carlos Mesa a la DW alemana en torno a la impugnada habilitación de Morales
La postulación para un cuarto mandato hasta 2025, detalló la agencia española EFE, despierta en parte de los bolivianos los miedos de una «venezuelización» del país, por el temor a que haya fraude electoral, se eternice en el poder y Bolivia acabe padeciendo la reciente violencia en Ecuador o una crisis social, sin final a la vista como en Venezuela.
En un contexto de insatisfacción por el desempeño de las instituciones, sobre todo del ámbito judicial: juzgados, fiscalías, policía, las últimas semanas vieron el renacer del federalismo, distinto del regionalismo cruceño, federalización demandada esta semana en departamentos como Potosí y Tarija.
¿GOLPE DE ESTADO Y CONVULSIÓN SOCIAL?
Morales en cambio, advirtió que, si gana, la oposición gestará «un golpe de Estado» para que no gobierne de nuevo, mientras el grupo campesino de las «bartolinas» amenazó con tomar las armas para mantener su régimen, objetivo que, con menos agresividad, se ha constituido en meta de los movimientos sociales afines al oficialismo.
Preocupaban asimismo las amenazas de convulsión social si el Movimiento Al Socialismo es desplazado del poder, aunque en la otra orilla se debatía que es menos malo: la inestabilidad relativa, pues como demuestra Ecuador ningún mandatario se animaría a un reajuste económico importante, o el hartazgo ante el exceso de autoritarismo e impunidad
Sin embargo, las calles ya no son terreno exclusivo del masismo, como lo demostraron los cabildos realizados en seis ciudades, entre ellas las tres del eje central.
Tampoco la pasada bonanza económica ofrece suficiente garantía para su permanencia en el poder, después que lograra en 2017 una sentencia del Tribunal Constitucional para que el OEP habilite en 2018 su candidatura, pese a que la mayoría de los bolivianos le había dicho no en el referéndum de 2016, traducido en el popular 21F.
El presidente confiaba, sin embargo, en el respaldo de la iniciativa privada.
“Los empresarios cruceños me dicen que van a apoyar porque nunca ganaron así como con otros partidos… (en occidente) algunos no serán masistas, evistas, pero dicen sí: gracias al proceso de cambio estamos ganando bien”, refirió en una entrevista con La Razón.
Promoviendo la ampliación de la frontera agrícola mediante la deforestación por quema del bosque amazónico-chiquitano para favorecer a pequeños y grandes agroempresarios y facilitando otros negocios con el sector privado, convertido en uno de sus aliados, el gobierno autodenominado socialista ha merecido también la crítica especializada de los académicos.
“Se trata del proyecto capitalista más agresivo y antiindígena de la historia boliviana”, dijo hace cuatro años el investigador Luis Tapia, del postgrado de la Universidad Mayor de San Andrés, en un análisis sobre la composición de clase del Estado.
Pese a la nacionalización de los hidrocarburos, quizá la medida más publicitada por Morales, las grandes petroleras controlan el 80% de la producción nacional de hidrocarburos que, no obstante de lo explotado en más de 13 años, según especialistas, no han invertido en exploración o desarrollo de nuevos campos.
Las transnacionales de hidrocarburos, minería (y, ahora, el litio) son las grandes beneficiarias de la explotación de los recursos naturales, reportó la BBC británica la semana pasada luego de entrevistar a expertos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario.
«El ciclo de precios altos de las materias primas ha alentado la explotación acelerada y, en muchos casos, desmedida, de hidrocarburos y minerales. El resultado ha sido la elevación absoluta de ganancias para las transnacionales y, en ausencia de obligatoriedad de la exploración, la peligrosa reducción de las reservas», explicó uno de sus investigadores, Carlos Arze.
LA NOCHE DEL DESPUÉS
El sociólogo Ricardo Calla ensaya que el MAS se encuentra en la encrucijada de participar en la segunda vuelta electoral o imponer una supuesta victoria por la vía de un fraude que altere los resultados de este domingo.
Lo cierto es que, habiendo perdido hegemonía, probablemente el MAS nunca más verá el 64% obtenido en 2009, cuando obtuvo los dos tercios del Legislativo que le sirvieron para ampliar su poder a los órganos judicial y electoral.
Verificará también si es cierto el apoyo de la emergente clase media ‘chola’ como una de las columnas del país por su dominio del mercado interior, como le dijo el vicepresidente a Le Monde, aunque este sector social no comparte necesariamente los valores ideológicos del “proceso de cambio” y se construye y prospera al margen del mismo.
La noche de este domingo, a partir de las 20:00 será clave para las aspiraciones de uno y otro bando, ya de pleno sumergidos en una larga transición que va más allá de 2025, con o sin Evo Morales como presidente; el mismo que, de todas maneras, ha prometido que quiere quedarse sólo cinco añitos más, en tanto proseguía entregando obras, empleos y promesas en los días del “silencio electoral”.
Los sondeos previos le favorecían, pero tan desgastados por el exceso de puntos que le dieron algunos, terminaron por desvirtuar su uso para lograr al menos una media. Y eso es lo que puede ocurrir con el conteo rápido, sumiendo país en la desinformación y, por tanto, en la especulación que generaría más batalla desde su resonancia, la cual absorberá el interés de los bolivianos y de la región o del mundo entero, la noche del sufragio.