70 años del Sindicato de la Prensa de La Paz
Un 23 de marzo de 1954, cuando la llama de la revolución de abril de 1952 aún no se había extinguido, nació el Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz (STPLP). Se constituyó en una de las primeras organizaciones de trabajadores de los medios de difusión en Bolivia. Fue reconocida con Personalidad Jurídica N° 66017, el 24 de febrero de 1955.
En 2002, –sobre la base de las resoluciones emitidas en el XII Congreso Nacional de Trabajadores de la Prensa de Bolivia, realizado en Quillacollo (Cochabamba), del 23 al 25 de enero, y el Congreso Departamental de los Trabajadores de la Prensa de La Paz, que se desarrolló del 19 al 21 de abril– el STPLP cambio su razón social a Federación de Trabajadores de la Prensa de La Paz (FTPLP).
Dicha institución, actualmente, está constituida por comités sindicales y sindicatos de trabajadores asalariados de diarios, revistas, periódicos impresos, radioemisoras, estaciones de televisión, periódicos, agencias digitales de noticias y comunicadores populares, comunitarios rurales, alternativos, periodistas autogestionarios, profesionales en comunicación social y otros que trabajan en medios de difusión del departamento.
La FTPLP, desde su fundación, tuvo como objetivos principales defender la libertad de expresión, precautelar el sistema democrático y salvaguardar los derechos humanos, promoviendo la unidad y luchando por un nuevo orden informativo y de comunicación acorde con los intereses del pueblo.
NACIONALISTAS
Entre 1954 y 1964, orgánicamente, el Sindicato defendió el proceso nacionalista revolucionario que fue instaurado de manera armada, el 9 de abril de 1952.
En noviembre de 1964 cuestionó al tercer mandato de Víctor Paz Estenssoro que había traicionado los postulados revolucionarios y populares.
El periodista Gerardo Irusta, en su libro Periodismo y revolución nacional, recordó que, bajo el régimen de René Barrientos (1964-1969), el STPLP acompañó las batallas de la Central Obrera Boliviana (COB) y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) contra las políticas liberales y antipopulares que estaban digitadas desde la Embajada de Estados Unidos.
RADICALES
Las masacres mineras de 1965 y 1967 y el surgimiento de la Guerrilla de Ernesto “Che” Guevara radicalizaron políticamente a los asalariados de la información y su organización sindical, junto con a otros sectores de las clases medias.
Entre 1969 y 1970, el Sindicato de la Prensa fue un actor fundamental en la historia del país. El codirector del matutino católico Presencia, Alberto Bailey Gutiérrez, explicó que la nacionalización de la Gulf, la democratización del Estado, la profundización de la libertad de expresión, la desmilitarización de las minas, la libre vigencia de los sindicatos y la lucha contra la pobreza fueron las reivindicaciones que pusieron en pie de combate a los obreros de la comunicación y a otros sectores.
En ese marco, de acuerdo al artículo El decreto del 19 de febrero, un hito del periodismo revolucionario, el régimen de Alfredo Ovando aprobó el Decreto N° 09113, donde 1) se prohibió a los dueños de los medios el despido de periodistas “a causa de sus opiniones”; 2) se concedió el descanso dominical “obligatorio”; 3) se autorizó la edición de un semanario de los periodistas (Prensa), y 4) se aprobó la columna sindical, que aún está en plena vigencia.
Todo eso generó una gran polémica nacional. Según el cronista Daniel Rodríguez, los trabajadores de la prensa, como nunca antes, publicaron centenares de columnas sindicales a favor de la clase obrera y el pueblo en todos los diarios y editaron exitosamente su semanario Prensa que, luego de cinco meses de valiente y cuestionadora existencia, fue clausurado.
DIVERGENTES
En esa misma coyuntura, bajo el gobierno de Juan José Torres (1970-1971), el Sindicato y sus afiliados coadyuvaron en la cooperativización de El Diario, ocuparon varios “medios comerciales reaccionarios” y se sumaron orgánicamente a las políticas del movimiento obrero y popular boliviano que, en mayo de 1970, había aprobado la famosa Tesis Socialista de la COB.
Frente al avance revolucionario de los trabajadores de Bolivia, el 21 de agosto de 1971, el coronel Hugo Banzer encabezó un golpe de Estado que ensangrentó al país, conculcó las libertades democráticas y cayó como una afilada guillotina sobre el “ímpetu libertario” de los periodistas de la época.
El régimen dictatorial acosó y encarceló a los caza-noticias que cometieron el “delito” de pensar diferente. A los paramilitares banzeristas no les tembló la mano para acallarlos y atemorizar a sus familiares. 68 de ellos se vieron obligados a abandonar el país y 32 fueron perseguidos, detenidos y confinados, denunció el documento El delito de ser periodista.
Después, en diciembre de 1977 y enero de 1978, el Sindicato de la Prensa coadyuvó activamente en la huelga de hambre comandada por cuatro mujeres mineras que permitió una amnistía general y el retorno de dirigentes exilados.
ANTINEOLIBERALES
En los golpes de Estado de Alberto Natusch Busch (1979) y Luis García Meza (1980) los afiliados al STPLP se alinearon militantemente con las reivindicaciones democráticas del pueblo boliviano. Toda esa lucha, coordinada con otras organizaciones sociales, permitió el retorno a la democracia en 1982.
En 1985, se alineó a la batalla contra el decreto neoliberal 21060. Así lo confirman los documentos políticos aprobados en varios congresos del STPLP. Sus afiliados acompañaron la “Marcha por la vida” que dio línea a la prolongada batalla antineoliberal, que tuvo su primera ofensiva exitosa en abril del 2000 con tres acontecimientos: La guerra del agua, los bloqueos campesinos de La Paz y Oruro y la rebelión policial.
En 2003, respaldó orgánica y militantemente las jornadas de febrero y octubre. De ese modo, el Sindicato (ahora Federación) de Trabajadores de la Prensa de La Paz fue un ente aglutinador de las demandas sociales y la defensa de los postulados del movimiento obrero y popular.
Hoy, como un quijote, la Federación continúa en la cruzada por la libertad de expresión, el sistema democrático, los derechos humanos y un nuevo orden mundial informativo y de comunicación, acorde con los intereses de los explotados, oprimidos y desplazados.