Perú: El nuevo Humana
Cuando se produjo el golpe parlamentario del 7 de diciembre, Antauro Humala se pronunció a favor de condenar a muerte al detenido depuesto presidente Pedro Castillo, a quien tildó de ser otro «presidelincuente» y tildó a su reemplazante como a la «compatriota Presidenta». No solo reconocía a Dina Boluarte como la legítima nueva mandataria constitucional, sino que le pedía que adelante elecciones y cambie la carta magna.
Tras esas declaraciones hechas en un predio que da a la plaza San Martín, mucha gente que estaba allí abajo le gritaba «traidor». Su esposa, pese a insultar con sus manos a los manifestantes, no los logró calmar. Antauro Humala llamó a sus bases a no participar en las marchas contra el golpe y buena parte de su popularidad inicial se ha ido disipando como el humo.
Mientras tanto, él asegura que él va a arrasar en la primera vuelta en caso de que se convoquen a elecciones generales. Si bien en el Perú, y especialmente en un clima tan inestable, todo puede ser posible, es altamente improbable que él logre su cometido.
En este texto escrito a fines de octubre se analiza el carácter tan contradictorio del nuevo humalismo. Ya antes vimos el primero, el de Ollanta, el cual debutó como chavista y acabó como vargasllosista. Hoy estamos viendo el segundo, el de alguien quien funge de radical, pero concilia con el golpe de Boluarte y su ideología es una inconsistente mezcla de xenofobia, racismo, fascismo, radicalismo, antiimperialismo y nacionalismo.
A.N.T.A.U.R.O. Y el etnocacerismo
A un siglo de la marcha de las legiones de Mussolini para capturar Roma, Antauro piensa hacer algo similar con sus reservistas para tomar Lima. En este trabajo analizaremos las similitudes y diferencias que tiene el etnocacerismo con el facsismo.
A.N.T.A.U.R.O.
Las democracias avanzadas del mundo se caracterizan por tener partidos relativamente sólidos, basados en principios claves donde sus líderes pueden rotar y ellos no son, necesariamente, la base de la unidad organizativa.
En el Perú la tendencia a ir en esta dirección se ha revertido. Hasta antes del fujimorismo, las grandes fuerzas políticas del país eran el APRA, Acción Popular, el Partido Popular Cristiano, la Izquierda Unida o los Partidos Comunistas. Con la dictadura unipersonal de Alberto Fujimori y su choque con el mesianismo del «Presidente Gonzalo» vinieron la ola de partidos basados en el culto a la personalidad.
Las fuerzas electorales que hoy dominan al congreso tienen como símbolo a la inicial de quien le controla: la de K de Keiko, la A de Acuña y la R de Rafael. Estos, a su vez, toman como ejemplo a los partidos de 2 expresidentes: la T de Toledo y la O de Ollanta.
Pedro Pablo Kuczynski llegó incluso a bautizar a su propio partido con la sigla de su nombre completo (PPK). Uno de los sectores magisteriales que quiso inscribir a un partido incondicional de Pedro Castillo Terrones (PCT) también buscó registrarse como Peruanos Como Tú (PCT).
Antauro Humala ahora pide registrar a la Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Reservistas y Obreros (A.N.T.A.U.R.O.), el primer partido que tendría nuestra actual democracia en tener exactamente el mismo nombre que el de su jefe. Este mismo nombre ha sido previamente el del periódico de dicho movimiento.
Su hermano Ollanta bautizó a su partido como «nacionalista». Toledo registró al suyo como «Perú Posible», Acuña como «Alianza Para el Progreso» y Rafael López como «Renovación Popular». El fujimorismo tuvo muchos nombres, desde «Cambio 90» a «Fuerza Popular», pero sin integrar jamás el nombre o apellido de sus caudillos.
Si bien, en el apelativo oficial de la nueva sigla figura una «Alianza Nacional» de sectores sociales, en los hechos esta ha de ser propiedad de quien detenta dicho nombre. A sus militantes se les conocerá con el único apelativo de «antauristas».
Allí nadie querrá disputar el nombre del nuevo movimiento, pues este automáticamente será identificado con el de su caudillo.
El fenómeno Antauro
A fines de Agosto, Antauro Humalo fue excarcelado tras más de 17 anhos de cuativerio por haber liderado el levantamiento armado de Andahuaylas de inicios del 2005. Su reciente liberación ha alterado el juego político. Él quiere aparecer como más radical y consecuente que el desacreditado Pedro Castillo, a quien le acusa de haber renegado de sus promesas, de no haber cumplido con su ofrecimiento de indultarlo y de ser un «ladrón de gallinas».
La congresista morada Susel Paredes advierte de que en caso de adelantarse las elecciones generales, él podría vencerlas. El castigado Castillo ha dicho que un reservista pudiese remplazar a un maestro en palacio, como queriendo decir a la ultraderecha, «déjenme tranquilo, pues puede venir algo peor que yo.»
Desde Adolfo Hitler a Hugo Chávez se han visto ejemplos de golpistas frustrados de distintas ideologías que luego de salir de las cárceles pueden terminar ganando comicios. Ollanta llegó a la presidencia con la aureola de haber hecho un cuartelazo fallido contra Fujimori. Su hermano Antauro, además de haber estado en esa experiencia, hizo un segundo levantamiento militar con el Andahuaylazo.
Si antes los etnocaceristas ayudaron a levantar a la Unión Por el Perú en las legislativas del 2020 y contribuyeron al triunfo del lápiz en 2021, en el 2022 han logrado que Antauro tenga un recibimiento popular al retornar a Andahuaylas.
Allí, Antauro hizo 2 planteamientos claves, ninguno de los cuales es de izquierda (corriente a la cual él rechaza) y puede conducir a una dictadura xenofóbica que también golpee a los trabajadores. Pidió fusilar a corruptos y «presidelincuentes» (aplicando una pena retroactiva, lo cual va contra cualquier sistema legal, y también pueda ser redirigida contra millares, incluyendo periodistas, demócratas y sindicalistas).
También llamó a no permitir que ningún extranjero pueda trabajar hasta que haya pleno empleo a los nacionales. En Perú hay más de un millón de inmigrantes que vienen de países hermanos del continente o de naciones que antes fueron parte del virreinato del Perú, desde los cuales llegaron las tropas que lograron nuestra independencia o que antes estuvieron unidos a nuestro territorio (en la colonia o el incario). Una economía de mercado (como la que los Humala apuntalan) requiere de que siempre haya un ejército de desocupados de reserva para ocupar puestos vacantes o presionar para que bajen los salarios.
En su reciente discurso en Cañete, Antauro calificó al millón de venezolanos en Perú como si todos fuesen delincuentes, pidió que a los extranjeros se les eche de sus empleos (pues solo debieran tener visas de turistas), se incentivase el sobornar a presidentes chilenos para debilitar a ese país y así recuperar Arica, que todas las empresas estratégicas estén en manos de empresas privadas o estatales peruanas, y ensalzó al golpe militar de octubre 1968. Todo ello es una ataque al estado de derecho y a las relaciones internacionales que conduciría a guerras entre países, masivos atentados contra los inmigrantes y al racismo. Como alguien quien tiene sangre y ascendencia cañetana no puedo aceptar que se fomente la fobia contra los «extranjeros», pues esa provincia (así como todo el Perú) se ha hecho tal debido al mestizaje y al flujo masivo de inmigrantes que vinieron del África y Europa.
Acusar a todo el millón de venezolanos de ser «criminales» es un racismo al cual nunca han llegado los xenófobos del hemisferio norte (desde Donald Trump hasta Marine Le Pen). Además de ser una acusación discriminatoria, es falsa, pues la mayor parte de esos inmigrantes trata de trabajar legalmente (algunos de sol a sol). Si bien hay muchos delincuentes inescrupulosos dentro de ellos (como también los hay dentro de los peruanos del exterior y en buena parte de las diásporas del mundo) eso no significa que todos ellos sean malhechores. Porque dentro de los miles de especies de peces hay algunas pocas de tiburones asesinos, ello no implica que todos los animales acuáticos devoran humanos.
La idea de buscar un «chivo expiatorio» interno contra el cual dirigir todo el odio nacional es una práctica típica del fascismo. Hitler arremetió contra las «razas inferiores» que vivían en Alemania (judíos y gitanos) y luego buscó reconstruir el gran imperio germano desencadenando la peor guerra de todos los tiempos.
Antauro genera el odio interno contra los «extranjeros» (en particular contra venezolanos a quienes tilda de «invasores») y contra Chile, contra el cual amenaza lanzar una guerra para recuperar territorios que hace 5 a 7 generaciones han sido asimilados por dicho país. De hecho, Arica y Tarapacá han pasado solo 6 décadas bajo la República del Perú, mientras que llevan 14 décadas bajo la República de Chile. Luego de la guerra del Pacífico de 1878-84, el Perú ha perdido aún más extensos territorios ante el Brasil y luego ante Colombia. Sin embargo, el etnocacerismo solo se la agarra con Chile, un país que tiene mucho menos de la mitad de los habitantes de Colombia y de la décima parte de Brasil.
Un intento de recuperar los territorios que el Perú ha perdido antes sus vecinos conllevaría a una guerra sangrienta que desestabilizaría al país y a toda la región. Todo ello en un contexto mundial y continental donde se busca evitar ese tipo de acciones.
Echar a más de un millón de no peruanos de sus empleos (y eventualmente del país) generaría una catástrofe humanitaria que repercutiría también contra el Perú. Esto, porque muchos de estos inmigrantes ya juegan un rol clave en nuestra economía (el Perú ha ganado mucho con estos nuevos trabajadores calificados en el sector salud o industrial), en nuestra sociedad y en nuestras familias (muchos de ellos ya se han hecho parientes o amigos íntimos de muchos peruanos), y porque pondría en riesgo a 3 millones de Peruanos del Exterior, quienes son la segunda fuente de divisas para el país (y la primera para muchas familias).
El etno-nacionalismo es una forma de nacional-racismo que enaltece a los cobrizos ante otras razas y que puede dar paso a una guerra fratricida. Una de sus demandas es que el poder pase a los de piel de color del cobre. Esto es muy grave, pues puede abrir una caja de pandora y revivir las viejas distinciones de raza que se crearon durante la colonia, donde la gente estaba clasificada como blanca peninsular, criolla, mestiza, negra, mulata, zamba, etc. Diversas minorías han sufrido pogroms en el Perú, como los de origen chino en la guerra con Chile, los de ancestros japoneses en medio de la II guerra mundial y los semitas a inicios del siglo XX.
Cada vez más, los científicos tienden a ver a toda la humanidad como si fuera una sola, pues las pruebas de ADN muestran que hasta en las comunidades más apartadas se han producido numerosas mezclas. De hecho, todos los 33 millones de peruanos tienen ancestros neandertales, que eran otra especia humana asentada en Europa y su periferie.
El desprecio antaurista a todo lo extranjero no tiene sentido, pues, su propio nombre (Antauro Igor Ollanta Tasso) está conformado por 4 palabras que provienen del exterior. También de otras partes del mundo ha venido el idioma en el cual él se expresa (el castellano), la ropa, el calzado o las modas con las cuales él se viste y muchas de las tecnologías con las cuales él viaja, llama por celular, navega por la Internet, se entrena militarmente o es atendido en sus consultas médicas. Una cosa es que un Estado intervenga más en la economía para garantizar una mejor producción y distribución de la riqueza, y otra es ir a la autarquía, algo que no puede darse en un mundo globalizado.
Nacionalismo inca
Antauro propone el etno-nacionalismo tahuantinsuyano. Empero, el Tahuantinsuyo no puede ser ya reconstituido, pues la población ya no habla en su mayoría quechua, aymara u otras lenguas nativas (ya nadie sabe hablar varios de los idiomas regionales, incluido el originario de los incas, que es el puquina, ni puede leer su escritura con nudos, que son los quipus). En el último medio milenio se ha dado un colosal mestizaje, importación de nuevos alimentos y una colosal modernización. Todo peruano que consume a diario arroz, trigo, cebada, pan, cerveza, leche, queso, naranja, limones, cebollas, zanahorias, aceitunas, mantequilla, carne de res, de pollo, de puerco o de cordero, y otros productos agropecuarios importados por los europeos. Tanto estos como los caballos y burros, la pólvora de los fusiles humalistas, la rueda y la metalurgia avanzada, provienen del Viejo Mundo.
Un problema que el etnocecacerismo no quiere reconocer es que el imperio inca no cayó por la destreza de unos cuantos conquistadores europeos, sino como resultado de una guerra civil generalizada en la cual buena parte de las etnias andinas se rebelaron contra la tiranía inca. Los chachapoyas de San Martín, los tallanes de Piura y Tumbes, los huancas de Junín, varios pueblos de las regiones de Lima y Áncash, los chimúes del norte y los cañaris del Ecuador se alzaron contra Atahualpa porque no querían seguirle dándole tributos en mano de obra, soldados y productos.
Una de las razones para tal descontento es que varias anexiones incas se dieron con brutales masacres y limpiezas étnicas. Una práctica común era deportar comunidades enteras a otras regiones («mitimaes»). Todos esos pueblos que hemos hablado mantuvieron sus propias costumbres, instituciones y lenguas diferenciadas, así como un resentimiento contra la conquista cuzqueña.
El imperio inca, según la mayoría de los historiadores, duró menos de un siglo. Esto es la tercera parte del tiempo que tuvo el virreinato del Perú (palabra que, además, fue importada por los castellanos) y menos de la mitad del tiempo de nuestra bi-centenaria república. El tercio oriental y amazónico del actual Perú nunca estuvo en el Tahuantinsuyo, y el resto de nuestra actual república llegó a ser parte de él por relativamente poco tiempo. Hoy en el Perú hay medio centenar de lenguas originarias vivas, pero solo las de las familias idiomáticas quechua y aymara llegaron a ser totalmente conquistados por los incas.
La etnia inca probablemente ni siquiera era originaria del actual territorio de la República del Perú. Según las leyendas de Manco Cápac, ellos provenían del lago Titicaca, donde su mayor civilización (la que hoy se conoce como Tiahuanaco) estaba en el lado boliviano. Analizando los nombres de personas y lugares, el gran lingüista peruano Rodolfo Cerrón Palomino concluye que los incas hablaban el puquina (una lengua que se extendía desde Moquegua, Tacna y el sur de Puno al norte de Chile, pero cuyo corazón fue el altiplano boliviano).
Esta etnia, además, era muy chica, posiblemente compuesta por algunas decenas de miles de personas, pero nunca llegó a contar con cientos de miles o millones de almas. Los incas se impusieron sobre un imperio que tenía CIENTOS de idiomas y etnias. El Tahuantinsuyo ha sido el imperio terrestre que ha tenido más familias lingüísticas en la historia universal.
Hoy solo se conocen algunos vocablos de la lengua inca (el puquina). Una buena parte de la casta dominante inca se mestizó con los conquistadores.
Los incas cuando llegaron de la cuenca del Titicaca al Cuzco encontraron una población aymara-hablante. A medida que ellos se fueron expandiendo hacia el norte, fueron adoptando la lengua quechua que hablaban los chinchas y otros pueblos.
No puede haber un etnonacionalismo inca, pues nadie habla la lengua originaria inca (no se conoce mucho del idioma puquina, aunque se sospecha que está ligado a las lenguas arahuacas que se hablaban desde el Caribe, la Amazonía y el norte de Argentina) y tampoco muy pocos tienen sangre que provenga de dicha etnia.
La inmensa mayoría de quienes tienen piel cobriza tienen ancestros en etnias que se enfrentaron a los incas, que no llegaron a ser conquistados por ellos o que fueron subyugados de manera pacífica o violenta por el Cuzco.
La gente de Andahuaylas y Apurímac provienen de los chancas, los tradicionales enemigos de los incas. Según los cronistas, la muy sangrienta victoria de Pachacútec sobre ellos inició la expansión del imperio.
Antauro dice que su padre fue militante comunista y su madre trotskista, pero que él rechaza a la izquierda y a la derecha. Para él ambas corrientes son exactamente lo mismo y las compara a los bandos de Almagro y Pizarro, quienes libraron la primera guerra civil entre españoles en el Perú. Uno de sus planteos es que ante la derecha pizarrista y la izquierda almagrista, él retoma el estandarte de la resistencia de los incas de Vilcabamba.
Sin embargo, los incas que se refugiaron en la zona oriental de la región del Cuzco eran reducidos y a veces negociaban con los conquistadores. Durante su menos de medio siglo de existencia no lograron crear otras «zonas liberadas» en lo que fuera el vasto imperio del Tahuantinsuyo. Esto, debido, entre otras razones, a que antes de los europeos no hubo una identidad tahuantinsuyana (por eso, también, fue posible popularizar la nueva palabra importada de «Perú» para referirse al país) y a que la realeza inca no era muy popular.
Aunque esto no le guste a los Humala, pero la verdad es que en la sangre de la mayoría de los peruanos hay más antepasados europeos que de la antigua etnia inca.
En su libro «De la guerra etnosanta a la iglesia Tawantinsuyana», Antauro antepone la religión precolombina a la cristiana. Esto último conduce a un enfrentamiento contra la inmensa mayoría de los peruanos (incluyendo de su tan reverenciada tez cobriza) quienes son católicos o evangélicos.
El «etnonacionalismo tahuantinsuyano», si fuera consecuente, debiera incluso negar la propia palabra Perú (vocablo importado por los conquistadores europeos) y echar no solo a los venezolanos, chilenos y extranjeros, sino a todos los que hablan lenguas europeas (como el castellano) o creen en Jesús o cualquier credo monoteísta.
La II República
Antauro reivindica a la dictadura militar nacionalista de Juan Velasco (1968-75) y sostiene que antes que él todos fueron traidores. Al decir ello, aunque no lo quiera reconocer, incluye a Cáceres, cuyo nombre toma su movimiento.
Velasco nacionalizó el petróleo, el cobre y muchas empresas estratégicos, redistribuyó la tierra haciendo la reforma agraria, le dio a los trabajadores participación en la gestión y utilidades de varias empresas y oficializó el quechua. Velasco también dijo que su revolución era socialista y se acercó a los soviéticos y a Cuba.
Antauro rechaza emplear la definición «socialista» de Velasco. También, a diferencia de dicho General, él azuza la xenofobia contra los extranjeros y el poder para los cobrizos. Esto último sería impensable para la junta nacionalista de 1968-75 (en la cual había muchos ministros, generales y contralmirantes de tez blanca y ascendencia europea), la cual jamás promovió el racismo o el maltrato a los inmigrantes. En vez de fusilar a sus opositores les deportaba.
A pesar de que Antauro reivindica a los generales Cáceres y Velasco, en los hechos, los desprecia con su planteo de ir hacia una II República. Esto debido a que para él todos ellos fueron parte de la vieja «república criolla».
De otro lado, una república es una forma de Estado diametralmente contrapuesta a la de una monarquía hereditaria, vitalicia y totalitaria como la de los incas. En el Tahuantinsuyo al inca supremo nadie podía ver a sus ojos, era polígamo, su poder era ilimitado y combinaba el ser tanto jefe político como militar y religioso.
La lucha de lo «cobrizo» contra lo «criollo» conduce a un racismo muy peligroso, pues todos los peruanos tienen algo de inga o de mandinga y nuestra sociedad, cultura y población es fruto del mestizaje.
Todo nacionalismo, como fueron los de Víctor Raúl Haya de la Torre, la junta militar (1968-80) y Ollanta, acabaron congraciándose con la derecha. Lo mismo ha ocurrido con quienes debutaron como muy antiimperialistas; como el peronismo argentino (del cual luego salió Carlos Menem, autor de duros ajustes sociales, durante los noventas) o el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), cuyo líder Víctor Paz Estenssoro en 1952 encabezó la revolución más radical que haya tenido Sudamérica y un tercio de siglo después retornó a Palacio para aplicar un supershock monetarista. Esto es algo que podrá pasar con el de Antauro.
«Etnocacerismo»
Así se denomina la doctrina de Antauro. Esta es una definición altamente contradictoria y confusa. Una etnia es un grupo social que se distingue por su particular lengua, raza o credo. El cacerismo no expresó a ninguna etnia (y menos a uno indígena) sino que tuvo un partido político (el Constitucional, uno conservador de derecha), el cual defendió al gamonalismo, a la servidumbre de indios y culíes y a la república aristocrática.
Andrés Avelino Cáceres (1836-1923) fue un militar que peleó en muchas guerras externas y civiles, y que obtuvo muchos cargos públicos (incluyendo ser diputado en 1892-94, senador en 1894 y en 1901-1906, Vicepresidente en 1883 y Presidente en 1886-90 y 1894-95). Es considerado héroe nacional, pues en la guerra con Chile (1879-84) combatió en sus principales batallas y lideró la resistencia de la sierra central.
Como Presidente, Cáceres inició la entrega de los yacimientos de petróleo de Brea y Pariñas (el cual se convertiría en la principal concesión extranjera hasta su nacionalización en 1968) y firmó el contrato Grace, cediendo a los británicos (entonces el mayor imperio de nuestro hemisferio y del mundo) todos los trenes y ferrovías, muchas tierras (2 millones de hectáreas en la selva central), 2 millones de toneladas de guano (entonces, una gran fuente de divisas), libre acceso a puertos y al Titicaca y una fortuna en libras esterlinas.
Siendo ayacuchano dominaba el quechua y logró formar montoneras anti-chilenas. Sin embargo, él no quiso dar paso a un Estado plurinacional ni oficializar cualquier lengua nativa. Cuando sus antiguos guerrilleros quisieron tomar las tierras que trabajan de sol a sol para sus hacendados, Cáceres los combatió y mató a muchos. Estuvo en contra de cualquier reforma agraria y también laboral (en sus días finales apoyó a Augusto B. Leguía y a quienes reprimían el movimiento por las 8 horas de trabajo).
Cáceres abrió de par en par para la economía peruana a las corporaciones británicas y norteamericanas, y pidió la mediación de Madrid en el diferendo con Ecuador (en el cual estuvo por ceder Tumbes y partes de Maynas). Manuel González Prada (y luego José Carlos Mariátegui) fundaron movimientos para combatir al cacerismo y defender así los derechos de los trabajadores e indígenas.
Inconsistencias
La doctrina de Antauro es una combinación de inconsistencias. Habla de restaurar el Tahuantinsuyo, pero quiere expulsar a los ciudadanos de las otras 5 repúblicas que lo conformaron (Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Argentina). Llama a que todos los recursos naturales estén en manos peruanas, pero reivindica como su héroe al mayor entreguista de estos en nuestra historia (Cáceres). Habla de «invasión venezolana», a pesar de que ninguno de ellos vino con tropas y que muchos de ellos también son cobrizos. En cambio, la única militar que tuvimos fue la que vino con los libertadores caraqueños Bolívar y Sucre en 1821, los mismos quienes crearon lo que Antauro reclama como la I República. Propone un nacionalismo puramente peruano, pero su uso de uniformes y simbología copia mucho del nazi-fascismo (del cual ha heredado un culto a una raza en particular, la cual no es la aria, sino la cobriza).
Hoy plantea traer a Lima medio millón de reservistas para tomarla y cerrar el Congreso, una medida inspirada en la marcha de las legiones fascistas de Benito Mussolini sobre Roma el 27-29 de octubre 1922, con la cual él tomó el poder e implantó una dictadura guerrerista y totalitaria que duró más de dos décadas hasta su linchamiento.
Esa marcha fue hecha por 30 mil uniformados con camisas negras, pero un siglo después el mayor Antauro quiere hacer lo mismo con una cifra 15 veces mayor (medio millón de reservistas vestidos de verde olivo). Así como Mussolini y Hitler postulaban el irredentismo y recuperar las viejas glorias de antiguos imperios, Antauro quiere hacer lo mismo reivindicando al incario. Si los nazis solían usar banderas rojas con águilas y círculos blancos donde estaba su esvástica, los antauristas hacen algo similar con un cóndor y la chakana o cruz precolombina.
Antauro recoge algunos elementos del fascismo y de la ultraderecha europea hostil a los inmigrantes. Sin embargo, es un movimiento contradictorio. Al mismo tiempo, este se enfrenta a las iglesias católicas y evangélicas (propone el culto tahuantisuyano), al neoliberalismo, a multinacionales, al establishment peruano, a los EEUU y a quienes han venido gobernando el Perú luego de la caída del velascato (1968-75).
Mientras el enemigo principal de Hitler y Mussolini fueron las izquierdas, Antauro concibe que es el Congreso y el fujimorismo. Empero, la situación puede cambiar.
Recordemos que antes el MNR boliviano y el peronismo argentino se inspiraron en el nazi-fascismo y hasta buscaron acercarse al eje Berlín-Roma para contraponerse al de Washington-Londres. Ambos movimientos acabaron siendo gigantescos sacos de gatos donde se incluyeron desde izquierdistas radicales y trotskistas hasta represores de ultraderecha. El propio Movimiento Al Socialismo de Bolivia fue captado por Evo Morales tras haber sido una escisión de la Falange que reivindicaba al golpista franquista Únzaga de la Vega.
El etnocacerismo no cuestiona al capitalismo ni postula el socialismo. Tampoco se empalma bien con la ola izquierdista latinoamericana, Quien tanto desprecia al criollismo es un combinado criollo de distintos potajes extraídos de las corrientes más disímiles.
El antaurismo no es una variante del fascismo, como sí lo fueron las camisas negras de la Unión Revolucionaria y el Gobierno del piurano Luis Miguel Sánchez Cerro (1930-33). Se trata de un movimiento nacionalista muy confuso y confundido que combina rasgos racistas y xenofóbicos con ideas sacadas del fascismo europeo, pero también del antiguo antiimperialismo tercermundista.
El antaurismo desprecia tanto a la derecha como a la izquierda y es capaz de ir en cualquier dirección. Los etnocaceristas hicieron un frente con el MOVADEF que sigue reivindicando al Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso y luego se integraron a la Unión Por el Perú, un partido que nació apuntalando la candidatura presidencial de Pérez de Cuéllar en 1995 y que luego en las del 2011 apoyó a Luis Castañeda Lossio y Solidaridad (el actual partido de López Aliaga). Hasta Hernando de Soto ha planteado acercamientos con el antaurismo, mientras que Avanza País, el partido que le postuló a la presidencia (y que ahora es extremista conservador), se gestó impulsando la candidatura presidencial de Ulises Humala, hermano de Antauro.
Las demandas antauristas en pro de eliminar la fuji-constitución, restablecer temporalmente la carta magna de 1979, cerra el Congreso, ir a una nueva Constituyente y renacionalizar empresas, es algo que permite hacer acciones conjuntas con las organizaciones laborales e izquierdistas. Sin embargo, se debe mantener una actitud desconfiada y crítica hacia un movimiento tan confuso, inestable y contradictorio.
Un movimiento como el de Antauro es imposible que gane a las mayorías en una competencia electoral. Por ello su hermano Ollanta, quien antes hacía eco de todas las posturas etnocaceristas de su hermano Antauro y de su padre Isaac Humala, se vio obligado a irse desprendiendo. Hizo esto, claro está, en dirección de conciliar con Vargas Llosa y el establishment.
Muchos de los seguidores etnocaceristas están descontentos con la dominación oligárquica, la pobreza y la injusticia social. Con ellos se puede y debe marchar juntos buscando demostrarles en el terreno de la lucha de que la verdadera salida no pasa por una xenofobia milenarista y racista, sino por un completo cambio social que sea protagonizado por los trabajadores mismos.