Dime a quién no puedes criticar y te diré de quién eres esclavo
Este es el primer efato que produce la pseudo cultura mass mediática, donde se puede hablar de todo y criticar a todos. Sin embargo, a poco que uno se detenga en leer los miles y miles de comentarios y juicios diarios que aparecen publicados, las críticas giran siempre sobre los mismos personajes y los mismos asuntos.
El lugar común de la crítica es amplio pero no pasa de los mismos temas: Trump, los terroristas musulmanes, los curas pedófilos, los gobiernos que están en contra de los gay y el aborto, los que narcotraficantes, al imperialismo y un largo etcétera.
Pero, ¿qué es aquello que no critican? A Obama que fue premio Nobel de la paz apenas asumió y que terminó sus ocho años de gobierno con el record de ser el presidente que más bombas lazó y que dejó como regalo al mundo la creación del Estado Islámico, Isis, o mejor, Daech.
La inmigración masiva e irrestricta de los terroristas islámicos portadores de una falaz ciudadanía europea, cuando uno, no es ciudadano de un país por el documento sino porque participa del ethos nacional del mismo. No existió ni puede existir inmigración sin integración.
Mucho menos aun critican a los cientos de rabinos pedófilos que andan sueltos por las grandes ciudades de Occidente. En Nueva York acaban de ser condenados a cadena perpetua cuarenta y cinco de entre ellos.
A los gobiernos, sobre todo europeos, que con la exaltación del mundo gay y el aborto están produciendo la tasa de natalidad más negativa de su historia y dejando a sus países sin población autóctona. Francia, España y Alemania son los ejemplos más graves.
Se critica a los narcotraficantes pero no el consumo de drogas y al imperialismo de las transnacionales, pero no el imperialismo internacional del dinero. Pues nadie va preso por criticar a Coca Cola o a Ford, pero puede ir, si critica a los banqueros judíos que manejan gran parte del mundo a su antojo.
La pseudo cultura mediática ha consolidado en estos últimos treinta años un pensamiento único que se impuso monolíticamente, donde no hay tema que no tenga ya una receta o un relato que lo explique y sea adoptado por todos. El ejemplo clásico es hoy la defensa de la democracia y los derechos humanos, tema sobre el cual nadie puede estar en contra a santo de ser tomado como un totalitario o “reducirlo a Hitler”. Sin embargo, la mayoría de las democracias occidentales son solo democracias formales o procedimentales. A Maduro no se lo critica por los 150 jóvenes que mató en dos meses de manifestaciones sino porque anuló el Congreso.
En cuanto a los derechos humanos, a esta pseudo cultura mediática no le interesa tanto resaltar la falta de derechos sociales a que están sometidos muchos pueblos como lo son el derecho al trabajo, educación, justicia, vacaciones, salud, sino mas bien los derechos subjetivos de las minorías: el matrimonio gay, los hijos por encargo, la comunión de los divorciados y las mil demandas del mundo burgués.
Dos yihadistas musulmanes acaban de hacer saltar a pedazos la Rambla de Barcelona y el presidente Rajoy habló de defender la democracia y los derechos humanos. ¿ y a quien carajo le importa eso, ahora? Lo que quieren las víctimas que quedaron con vida, sus familiares y los españoles todos es que encuentren a los culpables los castiguen y prevean otro atentado. Y eso solo se hace si el gobierno español toma el toro por las astas y expulsa a los dos mil terroristas y sus familiares que ya conoce y tiene sindicados. Claro está, esto es políticamente incorrecto y no lo va hacer. Y si lo intentara hacer el País, el Mundo, ABC, la Razón y la televisión española se le pondrían en contra. Si hasta el mismísimo Papa Francisco compró el mensaje mass mediático sosteniendo el lunes 21/8 que “la seguridad personal de los inmigrantes musulmanes, que están invadiendo Europa, está por delante de la seguridad nacional de los Estados que los reciben. Solo falta que terminen echando la culpa a los cristianos por los atentados.
Se cumple el adagio: Dime a quien no puedes criticar y te diré de quien eres esclavo.