El «milagro» de Unitel: 4 ciudades son Bolivia

Juan Carlos Marañón Albarracín

La difusión por Unitel de una encuesta de Ipsos Ciesmori, presentada como si reflejara la opinión de “los bolivianos” sobre el primer mes de gobierno de Rodrigo Paz, muestra cómo un medio puede distorsionar el alcance real de un estudio de opinión.

El resultado se ha presentado al país como si reflejara la voz de «los bolivianos», cuando en realidad se trata de una cifra metodológicamente restringida y geográficamente sesgada.

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El dato de 65% de aprobación fue tratado como un indicador nacional, aunque proviene de una encuesta online aplicada solo en cuatro ciudades del eje central y basada en 400 entrevistas, realizado en cuatro ciudades del llamado eje central. Este diseño es, a todas luces, insuficiente para sostener conclusiones representativas de la diversidad de Bolivia.

«Cuando se cumple el primer mes de Rodrigo Paz como presidente de Bolivia, el 65% de los bolivianos aprueban su gestión que se inició el 8 de noviembre, según el estudio de Ipsos Ciesmori que se realizó en cuatro ciudades del eje central» (SIC), leía Unitel. En esta sola frase se condensa el error periodístico clave: confundir el pulso limitado de unas pocas áreas urbanas con una supuesta voz de la nación.

El titular borra la frontera

El periodismo tiene la obligación de trazar una línea inconfundible entre una «aprobación en cuatro ciudades» y una «aprobación nacional». Al difuminar esta distinción, no solo se degrada la calidad informativa, sino que se inyecta en el debate público una ilusión estadística. Esta práctica tiene consecuencias nocivas, deteriora la alfabetización mediática y socava la confianza ciudadana tanto en las encuestas como en los medios que las amplifican.

La omisión no es ingenua. En el frenético ecosistema de las redes sociales y la política, un «65% de aprobación» desprovisto de contexto se convierte instantáneamente en combustible para la legitimación gubernamental, pese a que la base empírica es limitada y geográficamente parcial.

400 opiniones no son la nación

El problema de fondo es metodológico. Para que cualquier estudio de opinión goce de representatividad nacional, el consenso técnico establece un piso de entre 1.000 y 1.200 entrevistas distribuidas de forma rigurosa. Este umbral es vital para garantizar un margen de error manejable y asegurar que los distintos estratos poblacionales estén reflejados.

La encuesta difundida se apoya en solo 400 casos. Con este tamaño, el margen de error teórico se dispara, rondando los ±5 puntos porcentuales. Y eso asumiendo un muestreo ideal. En un sondeo segmentado y exclusivamente por internet, la incertidumbre real es aún mayor.

La conclusión es contundente: 400 opiniones no permiten extrapolar con solvencia científica la diversidad de millones de habitantes, con sus distintas regiones, culturas y contextos socioeconómicos. Es un termómetro para un nicho urbano, jamás un retrato de «lo que piensa Bolivia».

Lo que queda fuera del mapa digital

La cobertura geográfica y el método de recolección son el tercer clavo en el ataúd de la representatividad. La muestra se concentra en La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, y solo entre quienes tienen acceso a internet. Esto tiene un efecto de exclusión masiva:

  • Se invisibilizan las zonas rurales, las ciudades intermedias y las dinámicas regionales de departamentos enteros como Potosí, Beni, Pando, Tarija, Chuquisaca y Oruro.
  • Se prioriza a hogares con mayor nivel de ingreso, educación y acceso digital, dejando a los sectores más vulnerables o desconectados fuera del cuadro.

Cuando Unitel omite sistemáticamente estas restricciones en su cobertura y usa genéricos como “los bolivianos aprueban”, está construyendo una narrativa artificial. El fallo no está en la validez del estudio urbano en sí mismo (una práctica común para captar tendencias segmentadas), sino en la decisión editorial de vestirlo con un alcance nacional que no tiene.

La buena práctica internacional exige muestras amplias, estratificación rigurosa y la publicación de fichas técnicas detalladas. El problema de Unitel es que abandona esta responsabilidad esencial del periodismo: traducir los datos técnicos sin inflar su significado para conseguir un golpe de efecto en el titular. Cuando ese rigor se pierde, la línea entre la información seria y la propaganda no se distingue.

Para robustecer la alfabetización mediática, el lector debe habituarse a preguntar: ¿A cuántos encuestaron? ¿Dónde? ¿A quiénes excluyeron? Mientras estas preguntas no sean parte del consumo diario de noticias, seguiremos comprando realidades estadísticas fabricadas, donde un puñado de ciudades conectadas habla, injustamente, en nombre de un país entero.

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