
El espejismo de candidatos y elecciones «salvadoras»
Roto y partido el queque de la cacareada “unidad” (como ha sucedido y se repite sistemáticamente sin el aprendizaje histórico esperado); ahora llega el tiempo de los agoreros y videntes iluminados que con supuestos “sesudos” vaticinios, anunciarán a los predestinados de última hora que ya surgen como hongos (e inclusive se autoproclaman), dando continuidad a la farsa electorera que insiste en hacer creer que las elecciones nacionales (pero especialmente SUS candidatos, sean de oposición u oficialismo), son la solución a los problemas del país y la crisis que nos agobia y hunde irremediablemente…
Mientras tanto el país, y especialmente la mayoría nacional, se debaten en una lucha singular por aguantar y soportar tanta patraña urdida, pero sobre todo frente a la enorme crisis que se agiganta sin remedio.
Como inesperado añadido, la farsa electorera acaba de matar el espejismo de esperanza que se había inventado como ilusión para alejar los fantasmas del fracaso y la ausencia de una alternativa popular diferente que no fuese masismo o esa partidocracia reaccionaria tradicional que juntos, y muy a pesar del rechazo popular generalizado y su inocultable desprecio por las angustias que agobian al pueblo, insisten en recuperar y/o conservar el poder (que es la única y verdadera causa que motiva sus mezquinos intereses), en una disputa sin cuartel.
Cómo se explica tal espejismo de candidatos y elecciones “salvadoras”(?). Pues agrandando fantasmas y acudiendo a los peores temores de la sociedad, para inventar un derrotero acorde a los mezquinos intereses de los “salvadores”. Es decir, reforzando el criterio de que “el único enemigo y el peor riesgo para el país constituye el masismo, pero que –obviamente con su indispensable intervención “salvadora”- puede ser derrotado en las elecciones nacionales”.
Esta variopinta, dividida y enfrentada oposición que ha sido secuestrada por una partidocracia reaccionaria e incompetente, NO parece comprender, pero sobre todo NO le conviene reconocer y destacar que la gran mayoría del país ya rechazó y derrotó inapelablemente al prorroguismo masista (primero soberanamente en el referéndum vinculante de 21F de 2016, y posteriormente en las calles con la insurgencia popular del año 2019, cuando se produjo la renuncia y huida del autócrata).
Convenientemente se olvida y oculta que tan contundente e inapelable rechazo y triunfo popular ya había desalojado del poder a la autocracia prorroguista; sino especialmente que, TODOS y CADA UNO de los actuales candidatos no sólo fueron quienes contribuyeron a instalar un gobierno transitorio que los representaba, sino que inclusive fueron parte de esa repudiable gestión gubernamental que constituye una muestra clara de lo que ellos mismos pretenden reproducir (con más o menos especificidades), en caso de ganar las próximas elecciones. Es más fácil crear un enemigo peligroso que transparentar las propias debilidades y defectos.
Este afán restaurador a cuál más neo, liberal, o mal llamado “libertario” que busca instalarse como la opción “salvadora”, no sólo olvida que el pueblo ya expulsó a sus semejantes del gonismo y, además, adolece de una total falta de capacidad propositiva y de imaginación para siquiera formular medidas diferentes ante los problemas nacionales que nos aquejan; sino que al mismo tiempo de copiar y buscar reproducir medidas y políticas antipopulares de mayor sacrificio, autoritarismo, enajenación y privatización de recursos y empresas nacionales, endeudamiento multimillonario y hasta subasta anticipada del patrimonio nacional; también han provocado el gran rechazo electoral del año 2020 que tampoco quieren reconocer, siendo que constituye la prueba palmaria del rechazo y repudio que provoca esta oposición reaccionaria y partidocrática que representa al pasado.
Tal es la sordera y ceguera política imperante tanto en la oposición como en el oficialismo, que ante el generalizado (y casi airado) grito que reclama por renovación, la partidocracia enajenada escucha unidad…. porque ante la dispersión reinante y la ausencia de una alternativa popular diferenciada, intuye que es lo único que se adecúa a sus afanes de poder. Lo que no pueden controlar es que su codicia es claramente mayor que su endeble convicción, por lo que terminan rompiéndola y delatando sus más bajos y mezquinos intereses. Irónicamente, rota y partida esa “unidad” precisamente porque prevalece esa obsesión de poder, lo que se devela es ese espejismo que ellos mismos crearon y ahora se desvanece.
Por eso el país entra y es condenado a un mayor estado de zozobra, pero principalmente a una situación de derrota nacional en la que perderemos todos. Ninguno de los “salvadores” ganará las elecciones con la mayoría necesaria y la ambicionada hegemonía, porque al hacerse patente la indecisión predominante de los votantes, se impondrá la dispersión del voto, con el consecuente establecimiento de un gobierno débil, sin autoridad ni la representatividad necesaria para gobernar.
Para la gente que cree que bastaría con recuperar la institucionalidad democrática alejando al MAS del gobierno, debería saber que ello también constituye una falsa ilusión, en vista de la profundidad de las crisis y la creciente agudización de los problemas que ya se encuentran en punto de ebullición, puesto que ello muy previsiblemente se traducirá en conflictos y movilizaciones que precisamente chocarán contra la institucionalidad y el gobierno débil.
Consiguientemente y muy en contrario de pretender unificar el voto frente a la dispersión vilmente impuesta que prevalece, parece que lo que queda es construir un programa mínimo desde la sociedad, de modo que NO sea un libreto discrecional facilitado (y peor rogado) a algún candidato, sino una responsabilidad vinculante para la Asamblea Legislativa y cualquiera sea el gobierno elegido.
(*) Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Abril 10 de 2025.