Estanflación en Bolivia: Realidad o percepción

Vidal Mamani Quispe

En los últimos meses, diversos analistas han señalado la posibilidad de que Bolivia esté experimentando o se aproxime a una situación de estanflación, un fenómeno económico caracterizado por una combinación de alta inflación, bajo o nulo crecimiento económico y desempleo elevado. Al analizar los indicadores económicos de los últimos años y los principales principios teóricos que definen este fenómeno, es posible argumentar que Bolivia no está viviendo una estanflación, sino que se enfrenta a desafíos propios de su recuperación económica post-pandemia y a efectos externos como los aumentos en los precios internacionales de las materias primas.

Para comprender el contexto de Bolivia y poder analizar si efectivamente está en una etapa de estanflación, es esencial comprender primero las características de este fenómeno. Según la teoría económica, la estanflación se define como una situación en la que se presentan dos condiciones contradictorias: alta inflación, que reduce el poder adquisitivo de los consumidores y eleva los costos de vida y desaceleración del crecimiento económico o incluso recesión, acompañada generalmente de desempleo elevado.

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En el caso de Bolivia, si bien la inflación ha sido un desafío en los últimos años, el país no ha presentado simultáneamente los otros dos factores característicos de la estanflación, especialmente un alto desempleo y recesión económica generalizada.

El PIB de Bolivia ha mostrado crecimientos que indican que la economía ha mantenido una senda de expansión. De acuerdo con la información publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el crecimiento económico llegó a 3,8% en el primer semestre de 2024, 3,1% en 2023, 3,6% en 2022, 6,1% en 2021, -8,7% en 2020, 2,2% en 2019; en el periodo 2010 a 2018 el mínimo crecimiento fue 4,1% y el máximo llegó a 6,8%; es así que, el país sigue experimentando crecimiento, lo cual es un elemento clave para descartar la estanflación. El PIB boliviano ha tenido una recuperación constante tras la crisis sanitaria de la pandemia.

En cuanto a la inflación, Bolivia experimentó un aumento en los precios para 2024, con una variación acumulada del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de 9,97%, debido a afectaciones climáticas sobre la producción agropecuaria y conflictos sociales, como bloqueos de carreteras, entre otros factores externos; en 2023 el IPC llegó a 2,12% y en 2022 a 3,12%. Si bien esta inflación en 2024 es elevada, no es suficiente por sí sola para concluir que Bolivia se encuentra en una estanflación, ya que la inflación no va acompañada de recesión o alto desempleo.

La tasa de desempleo en Bolivia se ha mantenido en niveles bajos; es así que, al segundo trimestre de 2024, la tasa de desocupación urbana fue de 3,7%, menor a la tasa registrada en similar periodo de 2023 (4,0%). Existe una tendencia a la baja de la tasa de desocupación desde la gestión 2020, donde se registró un valor de 10,76% producto de emergencia sanitaria. La creación de empleo y la baja tasa de desempleo son factores que descalifican la hipótesis de la estanflación, ya que uno de los pilares de este fenómeno es precisamente el aumento del desempleo, lo cual no es el caso en Bolivia.

Tras el análisis de los indicadores económicos y el contexto actual, se puede concluir que Bolivia no está en una situación de estanflación. Si bien enfrenta desafíos inflacionarios y un crecimiento moderado, el país mantiene una expansión económica constante y una tasa de desempleo baja. Los problemas inflacionarios son atribuibles principalmente a factores externos, a la recuperación post-pandemia, climáticos y conflictos sociales, más que a una combinación de estancamiento económico y altos niveles de desempleo.

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