La producción de gas en Bolivia y el eufemismo del despojo y la enajenación por sobreexplotación y extractivismo salvaje

Arturo D. Villanueva Imaña

Foto: ABI

Si alguna característica distingue al S.XXI es el de la posverdad (y con ella la incertidumbre, la desorientación y el desasosiego). Es decir, de la práctica cada vez más generalizada por la que se distorsiona y manipula deliberadamente los hechos y la realidad, con tal de influir e inclusive recrear la opinión pública, al punto de hacer prevalecer un imaginario social diferente.

Dicen que “las mentiras tienen patas cortas” y que “tarde o temprano sale a relucir la verdad o la razón”; sin embargo, también sabemos que “miente, miente que algo quedará”, con lo cual aquel interregno en el que prevalece la mentira (o inclusive cuando logra generar dudas sin constituirse como certeza); esa posverdad (falsedad) estará logrando regular (consciente o involuntariamente), acciones, respuestas, e inclusive actitudes (individuales y/o colectivas) que responden y tienen asidero en una mentira o falsedad. Cuántos de nosotros no hemos quedado estupefactos y como colgados de un hilo al descubrirlo (¡).

Por esa razón (que suele estar asociada a la flojera intelectual, la astucia e ingenuidad, o la falta de voluntad para verificar e investigar), la incertidumbre y el desconcierto generalizado que predomina en estas épocas, tiende a agudizarse. Así, la mentira o la posverdad se imponen, distorsionando la realidad y el sentido común.

En el asunto relacionado con la denominada “producción de gas en Bolivia”, se puede sostener que ha sucedido un fenómeno similar. Determinados intereses se han empeñado en crear y deslizar una idea en el imaginario nacional, que oculta y distorsiona una comprensión más cabal y verdadera de lo sucedido en los últimos 20 años de explotación hidrocarburífera.

La idea consiste en sostener y afirmar que la producción de gas en el país ha tenido un crecimiento inusitado (habiendo llegado a un tope de 59,6 millones de metros cúbicos/día el año 2014), y que ahora se encuentra en una franca declinación desde ese mismo año. La forma de proporcionar la información y los datos parecen corroborarlo, tal como se muestra en el artículo de prensa insertado más abajo.

Al respecto, lo que NO se dice (allí está la posverdad), es cómo se explica razonablemente que: sin producirse alteración alguna en el proceso productivo, e inmediatamente después de haberse roto y cambiado las reglas y condiciones para la explotación de hidrocarburos por medio de unas medidas de nacionalización que, lo menos que debería haber provocado es un airado rechazo y un eventual abandono de actividades o su ralentización; resulte nada menos que no sólo NO se haya producido una reducción (menos abandono), sino todo lo contrario, que se tradujo en un inusitado como increíble “crecimiento de la producción” de hidrocarburos en Bolivia (¿?). Las cifras muestran un incremento de 27, 1 millones de metros cúbicos/día en el año 2004, que pasa a 43,5 millones el 2011, hasta alcanzar un tope 59,6 el año 2014, cuando empezó a bajar. (Ver: artículo infra).

No hay que olvidar que con la llamada “nacionalización” de hidrocarburos en Bolivia, la proporción de los beneficios emergentes de la explotación, prácticamente se invirtieron: 87% queda para Bolivia y sólo un 13% fue reconocido para las empresas y corporaciones transnacionales que se encargaron de la explotación. El desincentivo y claro vuelco de condiciones no podía ser más drástico.

Lo extraño y sorprendente es que muy a pesar de semejante vuelco, las empresas se quedaron y la explotación de hidrocarburos (que no es lo mismo que producción), se multiplicó en su crecimiento raudamente, tal como se puede comprobar en los datos anteriormente mencionados.

Aquí surge nuevamente otra pregunta: cómo debe entenderse razonablemente que, en vez de abandonar y retirarse ante semejante reversión y cambio en las condiciones de producción y beneficios vigentes previamente, las empresas y corporaciones hayan decidido no sólo quedarse, sino extremar esfuerzos y maximizar la explotación (¿?).

La respuesta nos remite a los largos años que siguieron a la “nacionalización”, cuando se fueron emitiendo sucesivamente un conjunto importante de medidas y disposiciones que se tradujeron como franquicias, “incentivos”, facilidades, perdonazos y hasta compensaciones que permitieron devolver e incrementar sustancialmente los ingresos y nada despreciables ganancias que se sumaron a los provenientes del creciente volumen de gas que se explotaba.
Como si no fuesen suficientes tales actos concesionales, no puede dejar de mencionarse la enorme estulticia, incumplimiento de responsabilidades y negligencia reinante en el régimen, al que nunca se le ocurrió siquiera exigir la obligación constitucional establecida en el capítulo II de Recursos Naturales, artículo 351, inciso II, por el que tenían la obligación de “asegurarse la reinversión de utilidades económicas en el país” y que claramente se incumplió.

Ahora bien, a la luz de los datos sobre la “evolución histórica de la producción de gas natural” de los años 2004 a 2023 que se consignan en el artículo de referencia; resulta claro que al NO haberse descubierto NINGÚN nuevo campo o pozo hidrocarburífero durante ese mismo periodo; entonces es imposible inferir que tal crecimiento de volúmenes de gas (cuyo tope alcanzó los 59,6 millones de metros cúbicos/día el año 2014), NO puede corresponder de ninguna manera a un supuesto crecimiento de la producción, sino más bien a un inaudito proceso de sobreexplotación, enajenación y despojo del gas nacional. Las medidas post nacionalizadoras solo encubren y facilitan el saqueo y sobreexplotación.

En otras palabras, el inusitado e impresionante incremento de los volúmenes de gas que se produjo entre el año 2004 y 2014, no solo no corresponde a ningún supuesto crecimiento de la producción de gas (porque nunca se tomó la previsión de compensar y sustituir los campos y pozos en explotación), sino que también explica claramente dos hechos incontrovertibles: primero, la actual situación de declinación y vaciamiento de ese recurso estratégico no renovable que está próxima a convertir y cambiar al país de próspero exportador, en miserable importador de hidrocarburos; y segundo, la poderosa razón por la cual las empresas y corporaciones transnacionales se quedaron para extraer y esquilmar, en vista de los increíbles volúmenes de extracción y explotación alcanzados, mismos que sobrada y largamente lograron cubrir y sustituir con creces los magros ingresos y beneficios que recibían antes de la “nacionalización” y el boom extractivista. De aquel boom hidrocarburífero atribuido a la “nacionalización”, solo queda vaciamiento y agotamiento de pozos.

Por muy extraño que pudiera aparecer, tal posverdad develada en el análisis, también da cuenta tanto del penoso estado de estupor y vaciamiento (figurativo y literal) en que ha quedado el país al comprobar que en vez de haberse producido un supuesto “incremento de la producción de gas en el país”, en realidad se produjo un salvaje proceso de extractivismo y sobreexplotación de los recursos gasíferos, al punto de haber llegado al extremo de agotar prácticamente aquellas reservas que constituían nuestro principal motor para mover al país y construir un futuro y destino diferentes. Y al mismo tiempo, adicionalmente pone en evidencia aquella terrible ironía por la que precisamente las medidas de “nacionalización” de hidrocarburos, en vez de recuperar soberanía y dignidad nacional, hayan actuado como velo encubridor de la verdadera trama de esa posverdad denominada como “crecimiento de la producción de hidrocarburos”. Que la tierra (no) nos trague.

https://www.vision360.bo/noticias/2024/12/09/16513-la-produccion-de-gas-ya-se-equipara-a-los-niveles-de-antes-de-la-nacionalizacion

(+) Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Diciembre de 2024.

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