Jiwasa

El racismo y la memoria familiar en Brasil (y más allá)

Chryslen M. Barbosa G.

Lo personal es político y qué más personal que nuestra piel, y su color, o nuestros rasgos. Una revisión a los orígenes familiares nos lleva a problematizar las relaciones sociales.

 

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Genealogía familiar

Cuando era niña, en una pequeña ciudad rural del sureste brasileño a las orillas del río Paraná, escuchaba siempre las historias familiares que mi abuela paterna y tías contaban: la historia de la bisabuela Dolores que migró a Brasil desde España cuando era muy pequeña; la posibilidad de tener “documentos españoles”, el apellido Arouca y el acento castellano (palabras como cuchara y huevo, por ejemplo, eran muy presentes) mezclado con el portugués campesino… eran la genealogía familiar que yo conocía.

En esta genealogía heredada de mi abuela paterna algo no cuadraba: mi color de piel, mi pelo, mis rasgos, todo eso era una discontinuidad del discurso emblanquecido de la migración española. Al lado de mi abuela paterna estaba mi abuelo, hombre negro; yo sólo supe que en su historia había una figura indígena (la abuela Naninha) cuando empezaron a comparar a mi y a mis hermanas (las nietas racializadas de la familia) con la personalidad dura de esta mujer, el estereotipo es lo único que conozco de ella.

El racismo era una de las prácticas comunes de mi cotidiano familiar, mi color de piel era asociado a la suciedad, mientras las primas blancas eran aceptadas de forma diferente, como parte de aquél colectivo que obviaba a mí y a mis hermanas. Me preguntaban sobre el color de mi piel (encardido, una palabra para mugriento), me incitaban a planchar el pelo, a negar mis rasgos. Pasé parte substancial de mi vida sin conocer las referencias de la familia de mi madre, quien migró desde el departamento más negro de Brasil – Bahía, el lugar más negro fuera de África. El racismo y el regionalismo que mi mamá sufría impedía un traspaso de la genealogía de su familia hacia nosotras, ella también era una víctima de eso.

Con el tiempo y la pedagogía del movimiento negro de Brasil, me fui entendiendo como parte de una comunidad más amplia, una comunidad que tuvo sus raíces negadas en las genealogías familiares de Brasil, pero también en el mismo proyecto de país que se estaba conformando. En este momento empecé a buscar las otras genealogías de mi familia y me deparé con una diversidad de raíces que explicaba, mucho más que la migración española, la marcación de diferencias que había en nuestros cuerpos: la diáspora negra. 

Archivo familiar: mis abuelos Sinhana y Marcionilio, y mi madrina Laurinda en Bahia (1986)

 

 El mito de la democracia racial

Es muy común que las familias brasileñas busquen en su genealogía la referencia migrante europea. Si preguntan sobre sus antepasados es cotidiano escuchar: ¡Soy descendiente de portugueses! ¡Soy descendiente de españoles! Mi familia es italiana. Discursos que vienen adornados con ejemplos de prácticas y de acentos familiares que los sitúan codo a codo con estos espacios. En tales arqueologías familiares no es común hacer referencia a las raíces indígenas y negras, eso porque la idea de mestizaje brasileña, o el llamado mito de la “democracia racial”, se formó con la negación de los rasgos, las historias y los aportes de estos pueblos a la sociedad brasileña.

Aunque es muy común escuchar un “no soy racista, mi bisabuela era negra” cuando una persona blanca es acusada de racismo. Ese tipo de narrativa no es una identificación con sus raíces negras, sino que la instrumentalización de ellas, ya que la persona no se siente identificada por esta ancestralidad, sólo quiere huir de la posibilidad de una crítica a su postura racista.

Hubo un proceso de migración masiva de migrantes europeos (espacialmente españoles e italianos) a inicios del siglo XX a Brasil, para ocupar cargos en los trabajos del campo y con un mínimo de profesionalización, ignorando a las personas que salían recién de la esclavitud y que se convertían en una mano de obra barata en el país (personas que empezaron a ocupar los trabajos más precarios y los espacios más periféricos en los centros urbanos, de ahí la conformación de las favelas). Esta migración construyó un discurso racista en la lógica de la nación brasileña, un discurso de mestizaje hacia el emblanquecimiento de la población.

El intelectual negro de Brasil, Abdias do Nascimento, criticó la propuesta de una “Democracia Racial” del Gobierno brasileño demostrando que lo que parecía un crisol de razas, una democracia, era nada más que un discurso racista que negaba la estructura racial del país en la cual negros e indígenas ocupaban cargos del sector de servicios, mal pagados y totalmente explotados, y eran categorizados socialmente por medio de estereotipos de degradación moral, social y cultural entendidos como frutos de la esclavitud.

La idea de mestizaje brasileño fue construida, así, en la dirección de un país más blanco, en los cuerpos y en las memorias. Un ejemplo de esto es expresado en la obra del artista español Modesto Brocos, que en 1895 publicó “La redención de Cam” en la cual aparecen un niño blanco en los brazos de su madre racializada, al lado del padre blanco y la abuela negra a la izquierda con los brazos arriba, como agradeciendo el emblanquecimiento del nieto. El nombre de la obra es una referencia a Cam, figura bíblica, hijo de Noé que en la narrativa cristiana fue condenado a ser esclavo. El pintor Modesto Brocos, mientras publicaba la obra, era profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Rio de Janeiro. La obra es una de las expresiones de un país que, mientras sostiene un discurso de democracia racial, construye una identidad nacional mestiza negando la existencia de las demás raíces no blancas.

Imagen completa de «La redención de Cam» – Modesto Brocos (1895)

 

Como crítica a este proceso racista, militantes y autores del movimiento negro de Brasil, como Lélia González, Luiza Bairros, Abdias Nascimento y Beatriz Nascimento, evidenciaron los aportes de la población negra no solo a su propia historia, sino que a la conformación de Brasil como país. Un ejemplo importante es el llamado “pretugués” de Lélia González, una referencia a la africanización de nuestro idioma. La autora adoptó este idioma en sus textos, un idioma que antes era visto como un portugués “mal hablado” (como la substitución de la “r” por la “l” en algunas palabras). Este es uno de los ejercicios políticos del movimiento negro de retomar la historia que nos fue negada, la de la genealogía silenciada.

 

Sobre migraciones y proyectos de país

Hace algunos meses estoy viviendo en el Estado Español –el territorio de la genealogía familiar de mi abuela–. En estos meses ocupé una cantidad de espacios en la academia y otras instituciones en los cuales yo era la única persona racializada. El tema de la migración fue una constante, aunque yo no lo trabaje teóricamente me vi como parte de esto. No me sirve mucho decir que mi bisabuela migró en el inicio del siglo pasado para Brasil, la marcación de diferencia racial que ocupo aquí es más intensa y violenta que en mis espacios familiares. Nosotras, las migrantas, no somos retomadas en las genealogías familiares del Estado Español. Aunque 65 millones de europeos hayan migrado a Latinoamérica entre 1492 y 1930, sólo hablan de crisis migratoria cuando se refieren a nuestra existencia como migrantas del “tercer mundo” en este espacio. Y tenemos que tragarnos con patatas – como se dice por aquí – los asesinatos en Melilla ensalzados por el presidente español.

Es necesario conocer qué papel juegan los sentidos diferentes de migración que ocuparon y ocupan nuestros subconscientes, nuestras genealogías familiares y, sobre todo, nuestra memoria. No para negar nuestro vínculo con estos territorios, más bien para entender que somos fruto de una diversidad que fue (y es) históricamente negada en la construcción de una identidad nacional nefasta, que mucho tiene que ver con el racismo, que no es un fenómeno de la historia de Brasil u otro país latinoamericano, sino que es una episteme de la historia del mundo.

Actualmente existe del movimiento Regularización Ya que busca poner en el debate parlamentario la regularización de los más de 400 mil migrantes sin papeles en el Estado Español . No se trata solamente de no ocupar las genealogías familiares, tampoco podemos ocupar la legalidad española como ciudadanas.

Este texto intenta ser un poco sobre eso, la memoria viva y presente del racismo.

 

*Texto dedicado a Sebastião Gonçalves, Ana Gonçalves, Marcionilio Arcanjo e Isaura Barbosa.

Chryslen M. Barbosa G.

Chryslen Mayra Barbosa Gonçalves es antropóloga, doctorante por la Universidad Estatal de Campinas (Brasil) e investigadora invitada en la Universitat de Barcelona (UB). Es parte del Colectivo indianista-katarista La Curva en la ciudad de El Alto. Trabaja temas de economías de mujeres indígenas, movimientos políticos andinos y teorías anticoloniales.
El nombre JIWASA, de su columna, viene del aymara, es una de las formas de decir “nosotros”, un modo que incluye al interlocutor. Este nosotros inclusivo construye puentes posibles de luchas, de conocimientos y de historias entre diferentes pueblos y territorios. El Jiwasa es un thaki (camino o ruta) posible en la diversidad de pueblos que somos.

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