Por un proceso de cambio no capitalista, una necesaria valoración de ideas y acción política del MAS-IPSP

Jhohan Oporto

En marzo de 2021 el Movimiento al socialismo, instrumento para la soberanía de los pueblos (MAS-IPSP) conmemoró 26 años de su creación. Habiendo gobernado durante 14 años entre 2006 y 2019, y recuperado la dirección del país en octubre de 2020, este proyecto partidario de base campesina-indígena y organización no tradicional se consolidará en 2025, durante las celebraciones del bicentenario de la nación, como el gobierno democrático más longevo con un mismo partido al frente del poder.

Pero nada será fácil. El golpe de 2019, producto de la acumulación de contradicciones internas, a nivel de gobierno y como partido, estableció un primer nivel de retos por enfrentar: por un lado, los limitados avances del proceso de cambio en la última década, la construcción del estado plurinacional (reforma -o refundación- de la justicia, del aparato electoral, de los aparatos represivos: policía y Fuerzas Armadas – FFAA); por otro lado, la reforma y redefinición de su programa político en función a la autocrítica y las experiencias acumuladas en los trechos golpistas de 2008 y 2019, la centralidad de los movimientos sociales en la determinación del aparato partidario, entre otros temas.

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En un segundo nivel, se encuentra la crisis sanitaria. En perspectiva de acompañar su superación, a nivel mundial, y sentar bases para contingencias futuras, en los siguientes dos años, el reto en lo inmediato a nivel local, pasa por paliar las limitaciones de infraestructura, tecnología y recursos humanos de forma planificada y, por la consolidación de relaciones internacionales de asistencia y relaciones comerciales fluidas con aliados en oriente: China y Rusia.

En un tercer nivel, la crisis económica se presenta como un reto central. La transformación del modelo primario extractivo en un modelo basado en la industrialización no parece aún viable en el horizonte de 2025. Más aún en la perspectiva de contracción de precios de hidrocarburos y minerales desde 2015 y la tensa relación con el sector agro-industrial cruceñista. El equilibrio de las finanzas estatales va a sufrir mucho en lo siguientes años.

Un cuarto nivel se refiere a la lucha política con los opositores parapetados en los gobiernos sub nacionales y su base en la latente reconstitución de la media luna. Si la gobernabilidad pactada de 2008 permaneció casi una década hasta romperse en 2016 con el 21F, y culminar el golpe de 2019, y si la gobernabilidad resultante de las elecciones de 2020 sellan un nuevo pacto del nuevo gobierno del MAS-IPSP con la oposición, caben una serie de preguntas: ¿Qué contradicciones en el futuro inmediato pondrán en vilo esta nueva democracia pactada?¿Quién impondrá su fuerza y con cuánta ventaja contará su proyecto de país?¿Qué papel tendrán las bases sociales en estos nuevos choques en las calles? Fuera de estas dinámicas de oposición: ¿Qué condiciones revolucionarias pueden emerger en este contexto y qué posibilidades se proyectan desde ahí para la transformación estructural de Bolivia?

Estos retos en el horizonte de cinco años, aparecen como un ch’inku1 de hebras multicolores y de diversas texturas difíciles de hilar por el proyecto de poder del MAS-IPSP en este segundo ciclo en la dirección del gobierno.

Es importante señalar que, el proceso histórico y la participación del MAS-IPSP como partido representante de la población excluida del sistema político tradicional y como gobierno no se puede entender sin ubicarlo en el marco del proceso de rechazo al neoliberalismo, y por ello, como enfrentado a las fuerzas del capitalismo nacional e internacional. En tal sentido, criticar al MAS-IPSP permite establecer tácticas contextualizadas de acción en un dialéctica a favor del cambio o en contra, a favor de la reacción. Nuestra mirada es favorable a la transformación revolucionaria.

El siguiente texto aborda algunos elementos relevantes del proceso histórico del MAS-IPSP.  Obedece a un tratamiento no exhaustivo, y se centra en una perspectiva interpretativa enfocada en la dinámica de ideas y acciones políticas que permitieron el ascenso del MAS-IPSP, sostuvieron su gestión de gobierno, facilitaron su derrocamiento y nuevo ascenso. Se propone desde este planteamiento una crítica solidaria para enriquecer las posibilidades de todo proceso que aspire a transformar no solo las circunstancias sino esencialmente las estructuras históricas a favor de las mayorías con una dirección comunitarista.

 

Apuntes críticos al proceso histórico del MAS-IPSP

El contexto 1980-1990: El proceso de caída del bloque soviético, no solo rompe el contrapeso de lucha económica e ideológica a nivel mundial, sino que provoca que gran parte de las izquierdas se replieguen definitivamente de la dirección revolucionaria y asuman una posición favorable a la democracia liberal.

Así, la efervescencia de la ideología de la globalización allana la profundización de la dependencia y sometimiento de América Latina (AL) al imperialismo estadounidense de formas tradicionales y nuevas.

Este sometimiento estructural, es en este periodo esencialmente ideológico. Se impone desde las agencias financiadoras del desarrollo (Banco Mundial, Organización de Naciones Unidas, Banco de Desarrollo de América Latina, Fondo Monetario Internacional, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, otras) y los think tanks[i] de la academia posmoderna neoliberal, o neoconservadora, un sistema conceptual que se concreta en la agenda de políticas públicas: “fin de la historia”, “post marxismo”, “post verdad”, “democracia participativa y popular”, “descentralización”, “derechos indígenas”, “desarrollo alternativo”, “inversión privada para el crecimiento económico”, “desarrollo humano”, entre otros.

En su objetivo por redoblar su presencia económica, política y militar en AL, Estados Unidos y sus aliados oligarcas y militares en el gobierno dan continuidad a la doctrina de seguridad nacional. Desde esta perspectiva, criminalizan todo movimiento popular emergente que se oponga a la agenda de “desarrollo alternativo” y de modernización social engendrada por el Consenso de Washington[ii]. De esta manera, los campesinos de la región del Chapare que lucharan contra la DEA estadounidense (Drug Enforcement Administration: Administración para el Control de Drogas) y la policía militar nacional durante la década de 1990 en la guerra de la coca, cuyo objeto era resistir al objetivo de ONU de eliminar la coca en 25 años, serán criminalizados y etiquetados como radicales que no apoyan el desarrollo alternativo y están a favor del narcotráfico (Córdova, 2005).

El surgimiento de Evo Morales y el MAS-IPSP en esta década no estuvo relacionado con un ideario de tradición socialista ni comunista u otro tipo de posicionamiento radical de izquierda. La formalización política del MAS-IPSP en la justa electoral, en el escenario conflictivo señalado, se sostenía ideológicamente en la unidad del campesinado y los indígenas para resolver mediante la obtención democrática del poder, su exclusión del sistema político colonial republicano[iii]. A este núcleo, con posterioridad, se incorporan explícitamente las concepciones nacionalista y antiimperialista.

Durante la década de 2000, producto de la crisis económica, política y moral del neoconservadurismo estatalizado, el capitalismo en su faceta neoliberal, la consolidación del MAS-IPSP como alternativa al sistema partidario tradicional en las elecciones y luego como gobierno generó grandes expectativas de cambio. A éste se plegaron figuras de distintas vertientes de izquierdas y progresistas que parapetadas en la academia saltaron a militar en el proceso de cambio con la expectativa de avanzar en la reforma de las condiciones estructurales del desarrollo dependiente de la nación.

Sin embargo, de esta visión y suma de voluntades a favor del cambio, el MAS-IPSP apuesta por una concesión al neoconservadurismo para garantizar la gobernabilidad del aparato estatal, mediante la elaboración conceptual de la alianza de clase con la oligarquía y el empresariado nacional y transnacional.

Este proyecto estatal que García Linera (2006) denominó como capitalismo andino-amazónico, tenía el objeto de distribuir riqueza sin efectuar reformas profundas en la estructura del estado, sino hasta crear condiciones objetivas favorables para ello.

Siguiendo esta explicación, la distribución de recursos, capturados por la reforma de relacionamiento con las transnacionales en el sector de hidrocarburos, tenía la intención de fortalecer las micro-comunidades, para sobre ellas en dos a tres décadas aspirar a un proceso de reforma socialista.

Como convención, más amplia en el ámbito del lenguaje académico que la acción política, este planteamiento estableció, siguiendo elucubraciones etno históricas, indígenas campesinas, la imagen y consigna del horizonte societal del Vivir bien, una alternativa discursiva a los conceptos de progreso y desarrollo.

Esta elaboración inicial careció de operacionalización intelectual y política y al cabo de varios años fue reemplazada por el concepto socialismo comunitario, que hacía referencia más directa a la necesidad de establecer un horizonte societal sobre el potencial comunitario nacional, esto es la crítica formal del capitalismo y la revaloración de procesos originarios.

Pero ¿Cómo desplegar potenciales comunitarios en un esquema estatal burocrático y escindido entre intereses reformistas y tradición neoconservadora?

Esta contradicción: àreforma ßà esquema tradicional ßà transformación revolucionariaß, se expresó como irresoluble con el abandono de varios componentes de la deconstrucción objetiva del proyecto estatal plurinacional: autonomías; planificación integral (no sectorial, no territorial aisladas, radicalmente participativa de abajo hacia arriba), descolonización formal y moral del estado (como refundación de la estructura organizacional sobre ideologías progresista); entre otros. Y a nivel del ajuste del mismo MAS-IPSP como: partido orgánico de democracia integradora de todo el territorio nacional; articulador de partidos, intelectuales, y cuadros heterodoxos emergentes de izquierdas; en proceso de descolonización y despatriarcalización; afirmador de la formación de cuadros partidarios o intelectuales orgánicos; entre otras.

Cierto idealismo y voluntarismo de intelectuales y dirigentes del MAS-IPSP, combinado con las limitaciones académicas, ideológicas y experiencia en dirección institucional del campesinado, se materializó en la confianza excesiva y autosuficiente de que su hegemonía electoral bastaría para que los aparatos de gestión/administración técnica y política del estado, los aparatos represivos y los aparatos de comunicación, asumirían una posición progresista y serían funcionales al gobierno, al proceso de cambio y la constitución del socialismo comunitario o vivir bien.

A la par de este proceso de gestión del aparato estatal, la conflictiva realización de la Asamblea Constituyente y la aprobación de la NCPE en el marco de un proceso desestabilizador y separatista entre 2005 y 2008, fue superada mediante un neo-pacto democrático entre el MAS-IPSP y la oligarquía y burguesía nacional liderada por las lógicas dirigentes del movimiento cívico y los gobiernos sub nacionales de la media luna con su punta de lanza: Santa Cruz (Argirakis, 2021).

Este pacto se sostenía en un neodesarrollismo que no trastocaba las condiciones estructurales de ventaja de las élites nacionales y los intereses de los capitales transnacionales, y abordaba superficial y coyunturalmente el bienestar popular.

Los artífices de este nacionalismo neodesarrollista, de 20 o 30 años, tampoco pensaron que sus aliados de la oligarquía/burguesía local podrían romper el pacto por la democracia en su versión siglo XXI.

El discurso académico de las tensiones creativas de construcción del estado plurinacional (García Linera, 2011) señalaba que la hegemonía de la democracia de movimientos sociales y su presencia en las calles serían fuerza suficiente para dar largo aliento al proceso de cambio.

Sin embargo, aprovechando la acumulación de contradicciones de un proceso de cambio con limitaciones en la autocrítica, y particularmente la ambición del ejecutivo del MAS-IPSP en sus intenciones de reelección, la inconforme oligarquía y la burguesía cruceñista -aliada con el capital transnacional, agroindustrial- rompe este pacto poco funcional a sus intereses en 2016, asestando a Morales, una derrota política y moral en el referéndum del 21 de febrero (21F).

La arremetida de este bloque de civismo neoconservador, se incrementó desde entonces, más aún después que el tribunal constitucional aprobase la reelección indefinida en 2017, ignorando de facto la vitoria de 21F. El consecuente cuestionamiento al aparato de justicia y el aparato electoral, por su funcionalidad a los intereses del ejecutivo, la denuncia al autoritarismo anti democrático de éste, la sanción de prorroguismo, y la noción de moral fraudulenta se implantaron en la opinión pública, especialmente la urbana.

Es cierto que el proceso de desestabilización que devino en golpe de estado en 2019 fue producto de una empresa coordinada de esfuerzos, acciones, recursos, ajustados temporalmente, con fuentes de apoyo logístico y económico desde fuera del país. Pero también es cierto que el MAS-IPSP no tenía argumentos para contener la opinión pública opositora ni los instrumentos al interior de los aparatos estatales, principalmente los vinculados a la inteligencia y represión.

Por ingenuidad o por soberbia del liderazgo, particularidad orgánica, desgaste, u otros factores al interior del MAS-IPSP y del gobierno mismo, y fuera de la consideración de las condiciones objetivas y subjetivas construidas en 14 años de gobierno, estas contradicciones ideológicas y políticas establecieron las motivaciones base del golpe: i) restauración de privilegios de la oligarquía y la burguesía local, y de ii) una re-articulación de Bolivia a la pugna geopolítica y económica entre el languideciente imperialismo estadounidense y el ascendente imperialismo chino y ruso.

El gobierno irregular y la dominación política resultante del golpe no pudo capitalizar estas intenciones de manera óptima, puesto que no pudo mediar entre los intereses locales inmediatos y los mayores y estratégicos. Tampoco fue capaz de articular un bloque unificado de oposición que sume a los ideólogos de la fractura institucional y constitucional (Jorge Quiroga, Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, Organización de Estados Americanos, iglesia católica), con los dirigentes (Fernando Camacho, Marco Pumari, Waldo Albarracín, maestros, universidad pública, otros) y mucho menos con las bases cívicas reaccionarias, pese a que contaba con la venia intra estatal de partidos en funciones de gobierno (Unidad Nacional, Partido Demócrata Cristiano), partidos aspirantes (Movimiento Nacionalista Revolucionario, Comunidad Ciudadana, otros) y aparatos estatales (Justicia, FFAA y policía), instituciones y empresas privadas, y otros aparatos irregulares violentos como la Juventud Cruceñista y la Resistencia Juvenil Cochala.

La limitada reacción de los 2/3 del MAS-IPSP en la asamblea plurinacional ante el golpe y durante el gobierno irregular, contrastó con el sacrificio de 10 partidarios campesinos del trópico en Huayllani, Cochabamba, y de otros 10 opositores al régimen irregular en Senkata, El Alto, La Paz, el 15 y 19 de noviembre sucesivamente.

El sacrificio de estas personas producto del terrorismo estatal, sentó un nuevo precedente en torno al uso de la violencia por gobiernos de derecha y la funcionalidad de las FFAA y la policía a estos intereses.

Esta situación, sumada al deficiente manejo del aparato estatal, y las claras actividades de desmontaje de avances del modelo socioeconómico plurinacional de manera violenta y discrecional, caducó, a la vez, las ambiciones y posibilidades de prolongar el proceso irregular a la luz de la crisis sanitaria. No solo de los proyectos político partidarios emergentes del golpismo (Creemos, Juntos) sino de los partidos que participaron en la frustrada elección de octubre de 2019 (Comunidad Ciudadana, Libre 21, los principales).

Las elecciones de octubre de 2020, resultantes de un nuevo pacto entre los actores políticos del último año y medio -oposición y oficialismo- ha otorgado condiciones de gobernabilidad para la segunda etapa del MAS-IPSP al frente del gobierno.

La adopción de la opción tecnocrática de gobierno se justifica como medida para enfrentar la crisis económica y sanitaria para, con resultados inmediatos, darle aliento a su agenda 2025 en los siguientes años. Sin embargo, esta dirección no es suficiente para lidiar con la crisis política por venir, según la reconfiguración de las fuerzas nacionales y sub nacionales en un símil del periodo 2005-2008.

Si acaso el liderazgo del MAS-IPSP no ha aprendido que todo proceso de transformación se encuentra sostenido en la lucha de posiciones y horizontes de sociedad, sintetizados en la idea de lucha de clases, y que la retórica de la unidad de clases y la rutinaria democracia parlamentaria no hace “más que nublar la vista, ofuscar la conciencia, dar un nuevo aliento al secular atraso, a la inercia y a la rutina del capitalismo” (Lenin, 1960), o que en este nuevo ciclo se opte solo por la gestión del estado en lugar de su desmontaje, queda claro que: con la mirada en una nueva oportunidad para asaltar el poder, o mediante la demostración de competencias de gobierno en sus respectivas jurisdicciones con miras a las elecciones de 2025, la activación del bloque neoconservador es impredecible pero segura.

También conviene entender que, la recuperación del proceso democrático no fue producto de una reconstitución de fuerzas orgánicas del MAS-IPSP. Ha sido, como en 2005, efecto de la heterogeneidad convergente de movimientos indígenas y campesinos y de clase popular combinada con estratos pequeño burgueses urbanos. Que, si bien recuperan la historia de luchas históricas profundas e inmediatas por el sentido de justicia y la aspiración de condiciones favorables para vivir, y pueden alinearse circunstancialmente con el MAS-IPSP, también lo pueden hacer con alternativas de configuración similar pero orientados por el nacionalismo conservador y restaurador.

La posibilidad de un proceso de cambio orientado a la trasformación de las condiciones estructurales más allá del 2025, dependerá, por un lado, de si el MAS-IPSP aprende de sus errores y de las circunstancias históricas recientes. Reto difícil y poco probable de conseguir.

Esto se sostiene en la lógica constitutiva del MAS-IPSP como unidad de diversidad de intereses y dinámicas, y en la consideración de que este proceso necesita de un tiempo prolongado que no cuadra con la gestión de las crisis actuales y las del aparato estatal. Además, de la reorganización partidaria sostenida en cierta madurez para transparentar la historia reciente (papel del MAS-IPSP y de sus operadores en la pérdida del horizonte de cambio, así como en la gestión deficiente de la democracia plurinacional: reformas constitucionales y procesos electorales de 2018, 2020 y 2021, entre otras cuestiones que se aprecian desde afuera de su dinámica).

 

Mirar más allá

 

En este contexto de incertidumbre política, económica y sanitaria, allende los procesos internos a este partido y su coyuntural ciclo de gobierno, corresponde apuntalar toda iniciativa de apoyo a las fuerzas sociales que encarnarán, más allá de las ilusiones democráticas burguesas, los caminos de resistencia a los embates por venir del neoconservadurismo.

Seguir ejercitando una crítica militante, desde la praxis transformadora, contra los agentes del post neoliberalismo capitalista, los locales y los internacionales, tengan estos las formas tradicionales o travestidas del imperialismo estadounidense o las de otros imperialismos emergentes (chino, ruso, indio, brasileño, otros).

Seguir con la mirada y el horizonte de cambio transformacional a favor de las organizaciones de trabajadores informales autoexplotados, dependientes explotados, campesinos e indígenas excluidos, mujeres, ancianos y niños oprimidos por ser el último eslabón de la estructura socioeconómica capitalista. A favor de esa clase oprimida que en su condición de subalternidad es “capaz de afrontar todos los golpes, todas las pruebas, todas las adversidades y los grandes sacrificios que la historia impone inevitablemente a aquellos que rompen con el pasado y se labran audazmente un camino propio hacia un futuro nuevo” (Lenin, 1960).

Esto es continuar con un proceso revolucionario, para estar a la altura de la historia nuevamente. Con la esperanza de avanzar unos pasos más en el horizonte civilizatorio del comunitarismo.

 

Bibliografía

Argirakis, Helena (2021), Análisis de los resultados de las subnacionales en #santacruz junto a Helena Argirakis, en https://www.youtube.com/watch?v=UIz-jN1-3Cs&t=386s [Consultado en 12/03/2021]

Córdova, Eduardo (2005), Movimientos campesinos y dilemas de la democracia. El movimiento cocalero y el MAS-IPSP en los niveles local y nacional de la política boliviana, 1996-2004, Buenos Aires, CLACSO.

García Linera, Álvaro (2006), “El capitalismo andino – amazónico”, Revista Le Monde Diplomatique, Chile, enero de 2006.

García Linera, Álvaro (2011), “Las tensiones creativas del proceso de cambio”, Periódico El Plurinacional, Junio 2011, Año 1, Nº 5, Bolivia, pp. 6-7.

Lenin, V.I. (1960), “Un saludo a los obreros húngaros”, en V.I. Lenin, Obras escogidas en 3 tomos – Tomo 3, Moscú, Progreso.

Makaran, Gaya (2009), “El nacionalismo étnico en los Andes: el caso de los aymaras bolivianos”, en Revista Latinoamérica  no. 49 Ciudad de México jul./dic. 2009, pp. 35-78.

NOTAS

1 En quichua, enredo, confusión, incertidumbre.

[i] En inglés, tanques de pensamiento, son organizaciones vinculadas a la producción y divulgación de conocimiento e ideas orientadas a influir en el pensamiento y acción de otras comunidades científicas, político partidarias, ideológico culturales entre otras.

[ii] Agenda de reformas sugeridas por las agencias internacionales desarrollistas a los países en crisis económica y financiera. Entre sus recomendaciones figuran políticas de estabilización macroeconómica, de liberalización económica del comercio y la inversión, achicamiento del Estado, vía libre a la expansión de las fuerzas del mercado en la economía interna, entre otras.

[iii] Indudablemente influenciados por el ideario indianista que sentó las bases para la creación de partidos políticos y la Confederación Sindical de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) entre 1960 y 1990. Este nacionalismo étnico (Makaran, 2009) se sintetiza en “Ni Cristo, ni Marx”.

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