Lado oscuro de la economía y del poder
Lado oscuro de la economía y del poder
Raúl Prada Alcoreza
Siguiendo la exposición de República del Chapare y de Estructuras del poder subyacentes1 , continuamos con reflexiones críticas, auscultado las genealogías del poder y las metamorfosis que experimentan las formas de dominación en el mundo y en los Estado-nación.
Respecto a las estructuras subyacentes del poder, hay preguntas que saltan. ¿Cómo funciona la máquina de poder, que contiene a estas estructuras subyacentes? ¿Cómo es que, ¿una República subyacente, aunque se la nombre metafóricamente, domina a una República institucionalizada y constitucionalizada? La fácil respuesta sería que la estructura subyacente ha tomado el poder; empero, con esto deja de ser una estructura subyacente. Con lo que, a pesar de todo, estaría solucionado el problema y respondida supuestamente la pregunta. Sin embargo, no es tan fácil; la estructura subyacente no aparece como si hubiera tomado el poder, no se hace evidente este suceso. La estructura de poder subyacente es inherente al ejercicio del poder institucionalizado en el Estado; sin embargo, es la estructura que incide preponderantemente en el ejercicio de gobierno. Los hilos que vinculan a la estructura subyacente de poder con el gobierno y con los órganos del Estado son varios; el presidente de la República es el Secretario Ejecutivo de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba; representantes parlamentarios, diputados y senadores, responden directamente a la Federación sindical; hay ministerios que se preocupan por otorgarle proyectos e inversiones a la región de la Federación sindical; la economía de la coca es política de Estado; el peso de la economía política de la cocaína es gravitante. Entonces, como se puede ver, la textura del poder entrelaza al Estado con la estructura subyacente de poder, de tal manera que la pregunta de quién gobierna es sugerente.
¿Cómo se compatibiliza la función de presidente del “Estado Plurinacional de Bolivia” y la función de Secretario Ejecutivo de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba? ¿A quién representa, a las bases del Chapare o al pueblo boliviano? ¿A ambos? ¿Es esto posible? ¿Acaso estas dos funciones y estas dos representaciones no llevan a ambivalencias y a conflictos o, por lo menos, dilemas? Supongamos, hipotéticamente, que se pueda, más o menos, compatibilizar en ciertos temas, en otros, no; sin embargo, la proximidad efectiva concreta radica en el Chapare, menos en lo que respecta a la geografía política de Bolivia. La base sindical a la que se representa, ejerce presión directa y concentrada sobre su Secretario Ejecutivo, a diferencia de una presión más mediada y dispersa que puede ejercer la sociedad boliviana.
Si especulamos con estimaciones, pues otra cosa no se puede hacer, en lo que respecta a la magnitud de la economía política de la cocaína, podemos, por lo menos, tener parámetros, que hacen de referencia, en lo que respecta a las cifras de esta economía del lado oculto de la economía-mundo. De acuerdo a estimaciones, el monto de la producción de cocaína en Bolivia asciende a 295 toneladas, llegando a ser el segundo mayor productor de cocaína, debajo del Perú, encima de Colombia. El gramo en Colombia costaba U$1.8, en tanto que, en estados Unidos de Norte América, costaba U$169, el año 2015. Si solo consideráramos el precio en Colombia, la economía de la cocaína, producida en Bolivia, movería un monto de U$531 millones; lo que ciertamente es muy bajo, puesto que el mercado no se circunscribe a algunos países de Sud América, sino es mundial. Ahora, pasando a la estimación alta, considerando el precio en Estados Unidos, la economía de la cocaína, producida en Bolivia, movería un monto U$49855 millones. Una cifra escalofriante, por cierto. Sin embargo, sabemos que las cantidades dinerarias no convergen en sus topes, sino que se mueven en la distribución geográfica extensa del continente y del mundo; en consecuencia, las cifras varían, teniendo en cuenta zonas más alejadas y más cercanas a los centros de producción. El promedio entre ambos topes, el mínimo y el máximo, arroja la cifra de U$25193 millones, lo que no deja de ser un monto asombroso. Incluso si tomamos en cuenta la tercera parte, tampoco deja de ser sorprendente, hablamos de U$16795 millones; incluso la cuarta parte, U$12595 millones, no deja de asombrarnos. Si tomamos en cuenta que el PIB nominal de Bolivia fue de U$ 37776 millones, el año 2017, considerando la cuarta, tercera y el promedio, respectivamente obtendríamos una participación – en tanto comparación, correspondencia, no como participación en tanto tal, pues se trata de la economía oculta no cifrada – de la economía política de la cocaína del orden del 33% del PIB, en el primer caso; de 44%, en el segundo caso, y de 67% en el tercer caso. Aunque los montos estimados sean topes en un mapa incierto, que no se conoce o no está conmensurado, las aproximaciones a estos topes nos develan el peso de la economía de la coca-cocaína en el conjunto de la economía boliviana; tanto la cifrada institucionalmente, que corresponde al lado luminoso de la economía; como la no cifrada institucionalmente, que corresponde al lado oscuro de la economía. Cualquiera sea el tope más aproximado a lo que ocurre, de todas maneras, nos muestran patentemente el peso de la economía política de la cocaína y su gravitación en la economía y en la política.
En consecuencia, no se pueden hacer análisis políticos, menos económicos, tampoco sociales, soslayando esta efectiva dinámica del lado oscuro de la economía. Es como cerrar los ojos ante la realidad efectiva. Que, por cierto, no solamente pasa en Bolivia, sino en el mundo. Por eso, dijimos, en otros ensayos, que el lado oscuro del poder ya atraviesa y controla el lado luminoso del poder, así como el lado oscuro de la economía es gravitante en el conjunto de la economía, incidiendo en el lado luminoso de la economía.
No se trata de acusar a un gobierno de “narco-gobierno”, ni a un Estado de “narco-Estado”, como se acostumbra en la diatriba, sino de comprender cómo funciona el sistema-mundo capitalista, en su etapa de decadencia, la de la dominancia del capitalismo financiero y especulativo. De lo que ocurre en Bolivia o en Colombia o en el Perú, respecto a la economía política de la cocaína, son cómplices los organismos internacionales, principalmente el Sistema Financiero Internacional, el dispositivo global de blanqueo, y son operadores los organismos policiales y servicios de inteligencia del mundo, que accionan en el ámbito de los tráficos, conteniendo, controlando y participando. No sirve de nada asumir una pose “moral” y escandalizarse, juzgar y señalar el mal; esto o es inocente, o desatinado, en el peor de los casos, hipócrita. Todos los gobiernos y Estados, con excepciones que confirman la regla, están involucrados en el gran negocio, de los más rentables de la economía-mundo, ya sea de una manera o de otra, como blanqueadores o cómplices. Nadie escapa a los circuitos de estas economías políticas de los tráficos ilícitos. De lo que se trata es entender el funcionamiento de las dinámicas económicas de la economía-mundo, su interrelación en el sistema-mundo capitalista con el orden mundial, el imperio. Esto no solo para denunciar, tampoco solo para interpelar, sino para desmantelar el sistema-mundo capitalista, que, en su etapa decadente, amenaza a arrastrar a las sociedades al abismo y al planeta a la muerte.
Es pues atinado conjeturar sobre las transformaciones en la genealogía del poder del Estado-nación y del orden mundial, pues se requiere interpretar el funcionamiento de las máquinas del poder en el presente, en los espesores de la coyuntura. No se puede explicar este funcionamiento y sus dinámicas inherentes usando los paradigmas teóricos ya desgastados, que solo alumbran sobre lo alumbrado, el lado luminoso del poder y el lado luminoso de la economía; no dicen nada del lado oscuro del poder y del lado oscuro de la economía; por lo tanto, dicen poco sobre el funcionamiento integral del sistema-mundo de poder, de la economía-mundo y del sistema-mundo cultural de la banalidad.
Notas