Vacío barroco de la gubernamentalidad clientelar
El discurso político en el poder es despiadado y, a la vez, desubicado, fuera de ser desquiciado. Es elocuente en el desprecio a la gente; desprecia el raciocinio de la gente; considera que la gente no razona, tiene que razonárselo por ella. Desprecia la experiencia de la gente; no la considera en sus tribulaciones, basta la singular experiencia de los gobernantes, quienes suponen conocen el país. Tienen ideas peregrinas del país, que contrajeron en sus trayectorias de vida; en la escuela, después en la universidad, si es que fueron a la academía, o, en su caso, en el cuartel. Se trata de imágenes provisorias, que se adquieren en la contingencia de los avatares del destino individual. En la escuela se aprende la narrativa cívica y patriótica; en la universidad se llega a miradas teóricas desde paradigmas; resulta que estos paradigmas ya son anacrónicos respecto a la vertiginosidad de la realidad efectiva, en coyunturas tragadas por los espesores del presente. En el cuartel, fuera de reiterar el amor a la patria y jurar morir por ella, se llega, sin embargo, a conocer localidades, zonas y regiones alejadas y desconocidas del país. Empero, se trata de experiencias retenidas en registro empírico, que no llega ni siquiera a la descripción; experiencias puntuales lastimosamente no reflexionadas, guardadas en el sedimento del registro de las emociones y de los asombros.
Cuando se experimenta los avatares de la carrera profesional, se accede a otras zonas de la vida cotidiana, de la mundanidad de la sociedad civil. Se dan otros tantos recortes de la realidad efectiva en la experiencia del ejercicio profesional, también de los oficios y ocupaciones. Generalmente estos registros de las experiencias singulares en las memorias singulares quedan archivados, apenas meditados; por otra parte, se vuelven rutinarios, en el mejor de los casos anecdóticos.
Los conocimientos singulares de lo que se nombra como “realidad nacional” son, en el mejor de los casos, recuentos de lo que selecciona arbitrariamente la memoria singular, en un momento determinado, estimulada por la ocasión de alguna señal o marca, signo o símbolo, sensación, sabor, olor, también imagen, que llama la atención. Pocas veces se llega a construir una narrativa; quizás esto pasa cuando se escribe un diario, incluso, en el mejor de los casos, una memoria. Mucho más improbable es cuando alguien, las y los pocos de las y los pocos, se animan a escribir una novela.
Sin embargo, ningún conocimiento singular puede pretender conocer la realidad efectiva del país. Esto sería un desproporcionado desatino; una remembranza singular, es más, un conocimiento singular, no podría abarcar, primero, la totalidad de la propia experiencia singular, aunque acuda exhaustivamente a su memoria singular, incluso a los registros, archivos y bibliotecas al alcance; la memoria no deja de ser selectiva y la investigación no deja de ser un recorte en el océano enmarañado de trayectorias y huellas dejadas por los seres pasionales. Segundo, mucho menos pretender conocer la complejidad dinámica e integral de la realidad efectiva, que comprende, además de los acontecimientos, continentes de múltiples procesos singulares, las plurales experiencias sociales y múltiples memorias sociales, que conjugan multiplicidades proliferantes de experiencias y memorias singulares. Esta pretensión seria una desquiciada actitud de la pretensión de saber absoluto, pretensión insostenible por cierto.
Se da lugar una extraña élite que pretende “conocer” el país; esta es la élite política. Sus conocimientos provisorios, acumulados en sus aciagos años, sin haberlos hilados, ni dado lugar ni siquiera a una descripción, se convierten repentinamente, por el solo hecho mágico de ungirse de los disfraces del poder, en conocimiento absoluto de lo que supuestamente acontece en el país. Pueden, entonces, juzgar a su antojo, castigar a su capricho, penar según sus prejuicios, lanzando conclusiones absolutas como patriarcas otoñales que se creen profetas ungidos.
Sin embargo, se da lugar una extraña élite que pretende “conocer” el país; esta es la élite política. Sus conocimientos provisorios, acumulados en sus aciagos años, sin haberlos hilados, ni dado lugar ni siquiera a una descripción, se convierten repentinamente, por el solo hecho mágico de ungirse de los disfraces del poder, en conocimiento absoluto de lo que supuestamente acontece en el país. Pueden, entonces, juzgar a su antojo, castigar a su capricho, penar según sus prejuicios, lanzando conclusiones absolutas como patriarcas otoñales que se creen profetas ungidos.
En esta élite enajenada se encuentran unos cuantos con pretensiones teóricas, es más, se consideran sabios consagrados. Ellos se vanaglorian de haber elaborado “narrativas” e “interpretaciones” paradigmáticas de la historian nacional, de la realidad del país, de la sociedad y del Estado. Sus interpretaciones absolutas no solo pecan de esta hipertrofia Narcisa, la del absolutismo encarnado en sus cuerpos sufrientes, sino que también heredan los anacronismos veteranos de los paradigmas aprendidos. Todo esto, que Gaston Bachelard llamaría obstáculos epistemológicos, se refuerzan, con la petulancia gobernante, con la motivación de los prejuicios acumulados por sus frustraciones. Entonces, la interpretación política resulta un bodrio calamitoso elocuente; inútil para comprender nada, útil para destruir el país.
Teóricamente, el conocimiento, aunque no solo sea eso, de la realidad efectiva del país, equivaldría al intelecto general, que se sustenta en las constelaciones bullentes de las experiencias singulares en interacción social, que se basa en la interacción y composición de las memorias singulares de la sociedad, que toma en cuenta los flujos de interpretaciones singulares en unan hermenéutica colectiva colosal y en devenir. Para darle un nombre, este conocimiento general es posible en la episteme compleja, que está en construcción; por de pronto, forma parte de los diseños y senderos abiertos por el pensamiento complejo.
Una carta desde la experiencia concreta y la memoria sensible
La carta de un médico oncológico de Santa Cruz, Eduardo Velasco, pone el dedo en la llaga, como quien dice; da cuenta de lo que ocurre en lugares concretos y en zonas definidas del país, en lo que respecta al campo de la salud en un tema alarmante del perfil epidemiológico, el cáncer. Esta descripción contrasta palmariamente con la imagen gubernamental de la salud en Bolivia y de los supuestos logros alcanzados por el “gobierno progresista”; derrumba los argumentos gubernamentales, de los senadores y diputados oficialistas, de los ministros oficiosos y de la masa elocuente de llunk’us. La carta dice:
Qué bueno que venga, Sra. Ministra, la esperábamos hace tiempo. En el Servicio de Pediatría del Oncológico la recibiremos con cariño, como se recibe a cada una de las personas que vienen.
La espero con cuñapé, achachairú y con mate. Si, el mate se me pegó de mis compañeros argentinos. Yo fui formado en uno de los hospitales pediátricos de referencia a nivel mundial (Hospital Pediátrico J.P. Garrahan de Argentina). Estuve 9 años, estudié mucho y gané cada uno de mis concursos, sino quedaba afuera. Créame que la formación era de excelencia, la competencia muy dura y varias veces me dijeron que dejé el nombre de Bolivia en alto.
Decidí volver a Bolivia para estar cerca de mis padres en su vejez y enfermedad, y para servirle a mi gente. Hace 3 años que estoy en el lugar donde puedo aplicar mi formación (psicooncología) pero aun no tengo ítem, ni contrato, ni nada. Le mandé cartas, ni bien llegué le ofrecí mis servicios escribiéndole directamente a usted. Las madres de familia de los niños con cáncer también solicitaron mi cargo varias veces. Nunca tuvimos respuesta.
Pero no la espero para hablarle de mí, sino de las cosas buenas que pasan acá. Este Hospital que parece ser el castillo del terror por el dolor del cáncer, en realidad yo le llamo el hospital de los milagros. Usted sabe el poco presupuesto que el estado gasta en un paciente con cáncer, bueno, acá se multiplican los panes y los peces; aparecen remedios, se pagan estudios caros, día a día personas anónimas, se acercan a ayudar a los enfermos. Es increíble.
Sra. Mnistra. No sé si le contaron, en Pediatría TODOS los niños (cruceño, quechua, aymara, beniano, pandino, tarijaño, chuqui, cochala, paceño, menonita, y hasta algunos extranjeros) reciben el tratamiento de quimioterapia GRATUITO de parte de una fundación española (AFANIC). Ellos no son personas ricas, son personas que hacen actividades en Europa y con ello nos ayudan a salvar a nuestros niños y adolescentes. Están otras fundaciones que cubren otros gastos, La Legión de combate al Cáncer, DAVOSAN, Afanic Bolivia, Gotita Roja, Fundesi, Grupo VAHO, Esperanza de Vida y otras agrupaciones que están 24 horas al día pendiente.
Sra Ministra vengase con tiempo por favor, que le quiero mostrar nuestro chat de emergencia que no duerme, 24 horas al día tratando de conseguir cada ampolla; y más cuando entran en terapia intensiva. Usted sabe que la inmunoglobulina es carísima, la albumina humana y los antibióticos, se hace magia Sra Ministra. O como yo le llamo: milagros. De eso nadie se entera. O mejor dicho, nuestros amigos, familiares, y personas cercanas y ajenas que se acerca a ayudar pagando una receta. Son milagros para los padres y para nosotros Sra. Ministra… créame.
Pero tenemos momentos tristes, donde no es la ampolla de inmunoglobulina la que tenemos que buscar sino un cajoncito o un nicho; a veces la enfermedad nos gana. Nuestras familias son las más pobres del sistema; buscamos cajón, nicho, avión, o transporte para que lleguen a su casa a enterrar a nuestros queridos angelitos junto a su familia.
Sra. Ministra nos falta personal, medicamentos, infraestructura, infectologo, terapista, maquina de anestesia, sala de juegos, ítem para la profesora de la escuelita, etc, etc, etc.
En el conflicto veo que se están peleando contra las personas, y yo le digo, con todo respeto, que nuestro personal es lo mejor que tenemos.
Le puedo contar mil historias del Dr. Sadub, fundador del oncológico junto a otros grandes médicos, y de su desprendimiento para con los pacientes. Conozca al Dr. Moreno, cirujano pediatra. Ambos cirujanos que quisiéramos clonarlos y conservarlos para siempre.
Le contaría que la Dra Ingrid, Jefa de Ginecología grita y hace temblar las paredes cada vez que una paciente de cáncer de cuello uterino abandona tratamiento por falta de dinero o por falta de apoyo familiar. Ni a ella ni a su servicio le da lo mismo que las madres bolivianas se estén muriendo por una causa perfectamente evitable con una política de salud eficiente. ¿Los va a despedir?
¿Sabe cuántas horas atiende radioterapia? Venga pregúnteles; seguro que no va a querer despedirlos.
¿Conoció a la Dra. Yolanda? Ella se puso el servicio de pediatría al hombro durante muchos años, y sin vergüenza y con una latita en la mano consiguió que se hagan mil cosas para que los niños tengan un tratamiento, alojamiento, comida, etc. ¿La va a despedir? Sra. Ministra, nada de lo que ella construyó lo brinda el Estado. ¿Por qué? Si hay dinero para muchas otras cosas.
También le contaría cómo se pone la actual jefa, la Dra. Estela cada vez que los padres no usan barbijo, o no se lavan las manos, o existe un riesgo de abandono o dificultad en la adherencia al tratamiento de los niños o adolescentes, nos hace marcar el paso. ¿La va a despedir?
Laura hace magia con la máquina de anestesia que tenemos, ¿la va a despedir?
Pero hay algo que me rompe más el corazón. Los jóvenes a partir de 15 años ya no reciben toda la ayuda de las fundaciones. Sólo Gotita Roja apoya con quimioterapias para algunos pacientes con leucemia. Kevin, Rodrigo y otros más van a ir a la universidad luego de curarse, ¡qué felicidad! Pero los otros quedan en el camino Sra. Ministra, y toda la garra que le pone la Dra. Gloria tiene la limitación de la realidad: las familias son muy pobres y no pueden con todo. Hagamos algo
Sra. Ministra, cuente con nosotros; se están yendo muchos jóvenes valiosos por la pobreza.
Créame que estamos dando lo mejor de nosotros, con todas las necesidades que tenemos.
Sra. Ministra, no son sólo ellos, son muchísimos los profesionales, de todos los servicios, y personas cercanas al hospital que hacen los milagros de los que hablo. Milagros porque cada persona debe cubrir su tratamiento para el cáncer, en uno de los países más pobres del mundo. Y créame, pasan cosas,nada se cubre sin la ayuda de otras personas.
Sra. Ministra, venga, la esperamos. Nos va a conocer y estoy seguro que cambiará su perspectiva. Nosotros no peleamos contra usted, solo sabemos pelear contra una cosa: CONTRA LA ENFERMEDAD; pero tenemos una frustración: la pobreza y la falta de condiciones nos gana. Usted puede ayudarnos a que venga más presupuesto para salud, mejores condiciones para los pacientes, ítems, seguridad laboral, capacitaciones, etc.
Sra. Ministra tenemos un plan hermoso para que llegue a toda Bolivia: Registro nacional, prevención, acceso al tratamiento en forma oportuna, adherencia y programa de cuidados paliativos. Todo eso lo gestionamos nosotros, con ayuda de terceros y por nuestra cuenta, para el bien de nuestra gente. Venga a conocerlo. Se sentirá orgullosa de ver que está pensada la interculturalidad y los Derechos de Niño, niña y adolescente.
Si le pudiera recomendar, como psicólogo y como Eduardo, las personas, nuestros profesionales, son la riqueza de nuestro hospital. ¿Va a venir a despedirlos? Creo que si los conoce, se irá agradeciéndoles a cada uno por dar y hacer más de lo que tienen y pueden.
Sra. Ministra, trabajemos, Sebas, Angelina, Dieguito, están siendo bien atendidos porque no hemos parado ni un solo día en el servicio. Pero nos hace daño, a usted y a nosotros y deberíamos pelear contra las enfermedades y falta de acceso.
Sra. Ministra, convoque a una marcha nacional, sea usted la que pida Salud Gratuita, mayor presupuesto, mejores condiciones, JUSTICIA. Sea usted la que lleve el cambio desde la médula, ¡¡la vamos a apoyar !! Le aseguro que si usted se nos une SALIMOS TODOS a hacer un sistema de salud humano y de calidad. Eso es lo que tiene en el personal.
Escuche a los profesionales, tenemos razones para no aceptar el código penal. ¿Se da cuenta que nosotros trabajamos en el borde de la vida y la muerte casi todo el tiempo? ¿Cómo se puede hacer oncología con la amenaza de la cárcel constantemente? Es muy delicado el caso por caso, merece mayor atención y entendimiento para redactar reglamentos que protejan al paciente y a los buenos profesionales.
Si pensamos en la población, en nuestros niños, dejaremos de lado la rigidez y hablaremos. Hagamos mesas técnicas, comités de ética, investigación, trabajemos.
Venga y no traiga regalitos, porque los niños ya están recibiendo muchos de la población. No queremos que se encaprichen ya también. No sabe la cantidad de regalos que llegan día a día. Lo más lindo de todo, es que hasta gente humilde trae una muñeca para una niña con cáncer. A eso también le llamo un milagro.
Si tiene tiempo Sra. Ministra también le contaría que trato de estar presente en la muerte de cada niño, acompañando y velando por la salud psíquica de los padres. Pero pese a toda la experiencia y formación, a veces me despierto gritando en la noche, recordando a uno de mis pacientes queridos que murió en mis brazos. Se puso muy mal, la mamá no podía alzarlo; el único hombre del servicio era yo, y por el peso era el que lo podía alzar; murió en mis brazos mientras corría a Terapia. No llegué a tiempo.
También le contaría cómo extraño a Eber, a Aaron, Santiago y a todos los que perdimos. Hace unos días lanzamos globos con cartitas para ellos.
Estas líneas no las he escrito con ironía, ni con rabia, tal vez se sienta el dolor y la frustración de ver un Estado ciego sordo mudo y manco, en esta y en las anteriores gestiones de gobierno, frente a la enfermedad más cara y cruel que existe. Sabe que esto es verdad; no lo tome personal, pero Usted puede cambiarlo.
Sra. Ministra, ayúdeme a que no se repita mi pesadilla de correr y no llegar a tiempo frente a la muerte de un niño. Y lo que es peor, no quiero volver a decirle a un niño que mamá murió, que no va a volver a casa porque el tumor creció demasiado al no haber hecho tratamiento.
LUCHEMOS, PERO JUNTOS CONTRA LA ENFERMEDAD, LA FALTA DE RECURSOS Y LA POBREZA.
Venga, la esperamos. Estamos a tiempo[1].
La carta es sincera y emotiva, además de colaboradora, abriendo las puertas a una construcción mancomunada de la salud en Bolivia. Estas puertas las ha cerrado el gobierno. Ciego ante las señales, voces, pronunciamientos y movilizaciones, que se desatan en los espacio-tiempos de la realidad efectiva, pretende imponer su interpretación peregrina desatinada, además de de maltrecha y enrevesada, sobre lo que ocurre; negando la crisis de la salud en Bolivia, negando su propia crisis estructural, crisis de legitimación y gubernamentalidad de la forma clientelar de dominar, sin vislumbrar la crisis múltiple del Estado-nación, que se viene arrastrando siglos.
Como esta carta puede haber muchísimas, no solo de profesionales que ejercen su función, sino de trabajadores, de personas ocupadas en oficios y en quehaceres, de profesores y profesoras, que reciben tardíamente su magro sueldo, sin embargo, persisten en localidades alejadas y fronterizas, con su labor sacrificada de enseñanza, sin contar con la logística, los medios, recursos adecuados, ni el apoyo del Estado. Los registros singulares se encuentran en estas experiencias singulares, en estas memorias singulares; en consecuencia, en este substrato vital, magmático y en constante movimiento, se encuentra la posibilidad de construir una comprensión, un entendimiento, un conocimiento, una percepción integral de la realidad efectiva del país.
NOTAS
[1] Leer Se viraliza la carta de un médico cruceño a la ministra de Salud de Bolivia. http://eju.tv/2017/12/se-viraliza-la-carta-de-un-medico-cruceno-a-la-ministra-de-salud-de-bolivia/.