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El saqueo de México

Raúl Prada Alcoreza

El desmoronamiento y la decadencia del Estado-nación de México no pueden ser más contundente. Un Estado subsumido por el lado oscuro del poder[1], el diagrama de poder de los Carteles; una economía nacional ocupada por las empresas trasnacionales. Situación agudizada con la privatización de la empresa estatal del petróleo, PEMEX; con lo que se despelleja lo poco que quedaba de la Revolución mexicana. Una burguesía despótica, un gobierno presidido por un fantoche; políticas económicas no solo esquemáticamente neoliberales, sino abusivamente reiterativas de lo que ya se sabe y ya se conoce; sobre todo, por sus consecuencias. Analistas oficialistas y voceros del gobierno dicen que no se puede atribuir a la reforma energética el llamado gasolinazo[2]. Estos voceros parecen aprendices de brujo trasnochados; no solamente repiten argumentos debatibles y desgastados, sino que muestran su desconcierto, haciendo evidente su torpeza. Si se liberan los precios, si se juega al libre mercado, como lo ha hecho el neoliberalismo por todas partes, no se induce la “baja de los precios” por los juegos del mercado; esto es una ingenuidad supina. Sino, al liberar la mano invisible del mercado, que no es otra cosa, ahora, que el dominio monopólico de las empresas trasnacionales, quienes inducen precios inflacionarios, además de buscar super-ganancias, no solo por la explotación extractivista, no solo por el control monopólico de las reservas de recursos naturales y la producción, sino también por la especulación, que es la inclinación del capitalismo vigente en su etapa tardía, se cae en la dictadura de los monopolios.

Las promesas del actual presidente, Enrique Peña Nieto, sobre la disminución de los precios, fue una estratagema de campaña electoral. La pregunta es: ¿cómo el pueblo se olvida del sentido del comportamiento político, incluso del contrastante comportamiento en el lapso de las campañas y cuando se gobierna? Es absurdo creer que los precios iban a bajar con la liberación de los mismos en el marco de los juegos del mercado; es más absurdo decir que no se puede relacionar la reforma energética con el “gasolinazo” y la subida de los precios. Como si la reforma energética nada tuviera que ver con el comercio de los carburantes. ¿Es que estos voceros creen que pueden decir cualquier cosa? Incluso creer que se puede separar la medida económica más importante del gobierno, la reforma energética, y el impacto en el mercado.

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Estamos ante el típico discurso político, retórico y justificador; solo que, en este caso, se lo hace de una manera pedestre, vaciada de todo ingenio. Es más, estamos ante un discurso neoliberal, en un país que dio continuidad al proyecto neoliberal desde el gobierno de Miguel de la Madrid, que comienza a implementarlo; pasando por los gobiernos del PAN, volviendo al gobierno del PRI. Pero, esta vez no un PRI populista, incluso excesivamente demagógico y autoritario, sino ante un  PRI sin identidad, ni pasado, porque lo ha borrado. Un PRI de fantoches.

Es indispensable contextuar la crisis mexicana en una coyuntura cuando el flamante presidente de los Estados Unidos de Norte América, aparentemente con rasgos populista, al estilo del chauvinismo anacrónico de una burguesía pujante desaparecida, es la síntesis de la correlación de fuerzas en el país que cobija al gendarme del imperio. Lo popular de la votación de Donald Trump parece encontrarse en una clase media cansada de la clase política y de la restricción de las oportunidades; incluso esta votación también parece encontrarse en parte de la clase obrera, irritada por la desocupación y el cierre de fábricas. Lo no popular del apoyo de Trump parece encontrarse en  una burguesía que no tiene la característica de pujante, menos de industrial, sino de una burguesía que se hizo rica con el capitalismo especulativo, con las burbujas especulativas y con la exacción del pueblo norteamericano, al modo financiero. Hablamos de la sobreoferta inmobiliaria y sobreoferta crediticia, convertida, después, en la crisis inmobiliaria. Por otra parte, volviendo al electorado republicano, además, la convocatoria mediática de Trump atrajo votantes racistas, cuando descargó el actual presidente su discurso xenófobo, antimexicano.

México, que fue el referente del nacionalismo latinoamericano, ahora aparece como el triste referente de todo lo contrario; de la desnacionalización generalizada, incluyendo a las propias constituciones subjetivas. La legendaria prepotencia despótica de la clase dominante, el despotismo congénito y despreciativo de la clase política, sobre todo, de los gobernantes, que se creen merecedores y posan como para los cuadros apologéticos que cuelgan en las instituciones, coadyuva grandemente al desmoronamiento del Estado[3].

Este panorama político es atroz, cuando se observa que incluso este espectáculo político lamentable es peor.   El Estado, en las condiciones estructurales e institucionales de la decadencia, considera al pueblo mexicano como enemigo o, por lo menos, sospechoso, no digno de confianza política. Un Estado que declara la “guerra al narcotráfico”, a los Cárteles, para atacar al pueblo; más aún, lo ataca con más saña  cuando el pueblo se auto-defiende de las mafias. Un Estado que se asienta sobre más de cien mil muertos de toda una década; que descarga el patriarcalismo asesino en el cuerpo vulnerable de las mujeres; que permite el asesinato al antojo de instituciones y asociaciones violentas. Un Estado que se entrega indulgente  al dominio de las empresas trasnacionales, sobre todo, norteamericanas. En fin, un Estado cuyo gobierno es el ejemplo descarnado del comportamiento canalla, como lo hizo en el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa. En estas condiciones histórico-políticas coyunturales desastrosas, en esta falta de condiciones de posibilidad histórico-políticas y de voluntad política, el descaro de una llamada “reforma energética”, que es el mecanismo jurídico-político de la entrega de las reservas hidrocarburíferas y la empresa estatal, a manos de implacables empresas trasnacionales, que son los otros Cárteles, monopolios económicos y especulativos, el impacto del “gasolinazo” es más devastador.

El muchacho de cara bolita, que funge de presidente, ha dicho que había que suspender la subvención a la gasolina, para evitar otras medidas como más impuestos. Un argumento prestado. Lo que está en juego es la trasferencia de riqueza a las empresas trasnacionales; acompañada por los flujos de ingreso de una clase política corrompida hasta la médula. Por lo menos el PRI hasta de Miguel de la Madrid era todavía nacionalista, si se puede creer en el discurso y la supuesta preservación de empresas públicas;  el PRI, ahora, es el mejor instrumento de la demolición del Estado-nación mexicano.

¿Qué pasa con la sociedad alterativa[4]? El pueblo profundo. Como de tiempo, desde los sucesos de 1968, la sociedad mexicana se movilizó por los desaparecidos de Ayotzinapa; todo parecía anunciar una nueva revolución mexicana en el comienzo del siglo XXI, así como ocurrió al inicio del siglo XX. Sin embargo, multitudinarias movilizaciones, que se prologaron un lapso apreciable, no le movieron un pelo a los gobernantes. Siguieron con  el guion grotesco de la tramoya, de dilatar investigaciones y aclaraciones, de lanzar argumentos estrambóticos, continuando la represión sañuda contra un pueblo estoico.

La “izquierda tradicional” o, por lo menos, la reformista, parece haber sido tragada, desde hace un buen tiempo, por el poder. Forma parte de sus cartografías políticas de las dominaciones. Se contenta con lamentarse cuando son escamoteadas sus victorias electorales, haciendo amagues de movilización; pero, al final se conforma con los resultados, aceptando la fatalidad de la costumbre. Esta “izquierda” no convoca a la lucha, no interpela radicalmente, no defiende consecuentemente a la apabullante  población de víctimas y masa de muertos y desaparecidos. El discurso denunciante de esta “izquierda” termina legitimando los actos despóticos del poder.

Solo aparece la experiencia, la convocatoria de autogobiernos y autogestión del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), como referente alternativo; para incursionar en otro modo de hacer política, otro modo de ejercer la democracia, participativa y de autogobierno. Sin embargo, como sabemos, la experiencia, como tal, se ha circunscrito a las comunidades autónomas de la Selva Lacandona, en el Estado de Chiapas; en contraste, la convocatoria es nacional y mundial; el ejemplo es ético; volviendo a articular ética y política[5]. Empero, lo que pueda acontecer como acontecimiento político depende de la interacción entre pueblo mexicano y pueblos indígenas, entre sociedad alterativa mexicana y experiencia zapatista.

En conclusión, la crisis múltiple del Estado-nación, podríamos decir, en su fase decadente, la descomunal violencia desatada por Cárteles y Estado contra el pueblo, la subsunción de la economía nacional a la economía global especulativa y extractivista, el descaro de políticas entreguistas y de medidas antipopulares, como la del “gasolinazo”, que transfiere los costos, al cuerpo magullado y lastimado del pueblo, habla de la decadencia generalizada de la clase política, de la burguesía, de los gobernantes, de la burocracia y de los militares.

Haciendo una pregunta a la antigua, desempolvada, inadecuada, empero, ilustrativa: ¿Estas son condiciones objetivas para la revolución? Para responder esta pregunta anticuada no vamos a recurrir al viejo argumento, también débil, de las condiciones subjetivas, sino situar la crisis múltiple del Estado-nación mexicano en el contexto de la crisis múltiple generalizada de los Estado-nación en el mundo. Vamos a situar esta crisis en el sistema-mundo capitalista, en su fase financiera y especulativa, por lo tanto, también decadente; así como en el sistema-mundo político, el orden mundial, el del imperio; acompañado por el sistema-mundo cultural de la banalidad. La revolución mexicana del siglo XXI no puede ser sino mundial; lo que pasa y pasé con el pueblo mexicano es corresponsabilidad de todos los pueblos del mundo. Pueblos atacados por la hiper-burguesía mundial, el 1% de la población mundial, que ha decidido el mundo de Orwell para los pueblos. La única manera de seguir en la ruta de la producción por la producción, el enriquecimiento por el enriquecimiento, la ficción aritmética de la contabilidad de la acumulación de capital, que no conmensura los costos transferidos a la naturaleza, es precisamente la esclavización de todos los pueblos, convertidos en los deudores eternos de una deuda infinita, inventada por el poder y el Capital[6].

NOTAS

[1] Ver El lado oscuro del poder. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/el-lado-oscuro-del-poder/.

[2] Ver ¿Por qué hay un «gasolinazo» en México pese a la expectativa de que bajarían los precios con la Reforma Energética? Juan PaullierBBC Mundo, Ciudad de México; 5 enero 201. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38514442.

[3] Ver México: Intensidades sociales y territoriales.  https://pradaraul.wordpress.com/2014/12/02/mexico-intensidades-sociales-y-territoriales/.

[4] Ver Imaginación e imaginario radicales. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/imaginacion-e-imaginario-radicales-en-devenir-y-dinamicas-moleculares/.

[5] Ver Ethos y politeia. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/ethos-y-politeia/.

[6] Ver La inscripción de la deuda, su conversión infinita.

https://pradaraul.wordpress.com/maquinaria-despotica-de-la-deuda-infinita/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.

Raúl Prada Alcoreza

Escritor, artesano de poiesis, crítico y activista ácrata. Entre sus últimos libros de ensayo y análisis crítico se encuentran Anacronismos discursivos y estructuras de poder, Estado policial, El lado oscuro del poder, Devenir fenología y devenir complejidad. Entre sus poemarios – con el seudónimo de Sebastiano Monada - se hallan Alboradas crepusculares, Intuición poética, Eterno nacimiento de la rebelión, Subversión afectiva. Ensayos, análisis críticos y poemarios publicados en Amazon.

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